sábado, 31 de marzo de 2012

Enunciando Proemio y el Corolario poetico

Dios es inmarcesible en su raíz y en su corola
Eterno florecer como la fuerza de su amor y el florecer de Cristo

En flor de eternidad luce su aureola
La belleza de Dios que es poesía
En la luz de su ser, sabiduría,
Faz de Cristo divina su corola.
Divinidad profunda no está sola
De intimidad eterna compañía,
La familia divina en armonía
Es amor infinito entre sus olas.
El Padre es fuente de la eternidad
De intimidad que es suya en su universo,
Caudal inmenso y toda la verdad.
La llama del amor en Dios inmerso
Luz esencial, la misma claridad
Que enciende de su ser la inmensidad.
Es Dios de Dios,
Lucir de luz, de fuego
Amor eterno.

A los ojos de Dios mismo que contempla su belleza en su Palabra divina y en toda la Creación su grandiosa belleza debe ser eterna poesía al integrarla en Cristo a su Yo como algo esencial posible de integrarse a su ser divino humildemente unida a Cristo como la aspiración sincera de mi humilde autobiografía. Me complace también compartirla como el florecimiento espiritual de un carisma personal en el que expreso sobre todo la experiencia profunda como conciencia íntima de la presencia de Dios que anhelo compartir consciente de la amistad íntima de Cristo en el curso de mi vida. La poesía luce espontanea como las estrellas en los cielos y en todo el universo sobre el panorama de mi vida. La poesía de la esperanza es la visión de la fe y el amor de la gloria inmensa como el triunfo de Cristo del reino de los cielos, plenitud de toda la Creación visible e invisible. Florece como una eterna primavera espiritual como el florecer silvestre de todas las praderas del mundo espiritual e incorruptible como los bien aventurados y los ángeles de Dios. Emulando la nueva Creación y la renovación de un cielo nuevo y una tierra nueva, el encanto de su belleza brota del germen glorioso de la resurrección. Morimos en Cristo para resucitar con El unidos como la vid y los sarmientos a la plenitud de su ser en la poesía de su cuerpo místico. No siendo nada ni nadie lo soy todo en la realidad de Cristo si logro por su gracia ser lo que debo ser no siendo yo sino Cristo quien vive en mí.

Profundidad de la resurrección
Los guardias y la tumba no supieron y un Ángel vino y quitó la piedra
El alma retornó de profundos terrenos y uniéndose a su cuerpo Cristo resucitó.

Más allá de la oruga se desviste
Esplendida la eternidad de ser,
Y el gusano no muere, siempre existe
Metamorfosis del acontecer.
Tiene el alma inmortal tan gran poder,
Del cuerpo se despoja y le reviste
Divina intimidad y eterno ver
De vida eterna como en Dios persiste.

En la tumba profunda eternidad,
Cuerpo y alma de Cristo resucitan
Atrayendo a su ser la humanidad.

En su gloria de ser que es infinita
Se reconoce en su divinidad,
Consciente de su eterna claridad.
Quien como Cristo,
En la gloria de Dios
Su eterno existo.

La gloria incorruptible
La muerte real con el cuerpo divino sin el alma de Cristo
Nos invita a morir en su muerte para resucitar en su vida incorruptible.

Es eterna verdad, cumbre en la ruta
El triunfo de su gloria inconcebible,
Lo que no podía ser lo hizo posible
La victoria al final, no hay más disputa.
Sufriendo hasta morir no hizo imposible,
Su fuerza victoriosa y absoluta
Más allá de la muerte no se inmuta
Y Cristo resucita incorruptible.

Maravilla de ser, maravillosa
La bella perfección de su estructura
Y el divino esplendor en su figura.

Cristo el rostro de Dios, su luz más pura,
La humanidad su cuerpo transfigura
En gloria de su ser esplendorosa.
Mística y real
Divinidad humana,
La gloria de Dios.

Autoridad de la resurrección
Destruid este templo dijo Cristo refiriéndose a su cuerpo
Yo lo reedificare en tres días.

Monumentos sin par han existido
Y el fiel testigo de su proposición
Es testimonio de su resurrección,
No más ruinas que el tiempo haya destruido.
Más que el templo de Herodes reconstruido
Lo es el templo de Dios, no la Creación,
Lo es su cuerpo divino en oración
Que es la casa del Padre resentido.

La octava maravilla que es sin par
No es ingenio del hombre que se inspira
Ni tampoco natura que se admira.

La misma eternidad construye amar
Viendo a Cristo inspirado en quien se mira,
Dios viviente, la piedra es angular.
Inconmovible
Cristo, piedra angular,
Eterno amar.

Paraíso de la eterna cueva
Si en la carne de Adán todos pecamos en la de Cristo
Morimos y resucitamos

El Reino de los cielos está en flor
Y a Adán el Padre eterno lo renueva
Nacida eternidad, Cristo en la cueva
El tiempo lo hace eterno en su esplendor.
Es el Mesías divino Salvador
La luz de Cristo de la Virgen Eva,
Madre de Dios inmaculada y nueva
El dueño de la viña es viñador.

Es bueno como Dios con cada hermano
Y judío el buen Samaritano,
Quien lavando el pecado el alma sana.

Agua viva que brota del desierto
Y del pozo de la Samaritana,
Viva vida de Cristo, ¡no está muerto!
De eterna cueva
Cristo es el Paraíso
Y vida nueva.

Mansión de Dios
Cristo es el Hijo de Dios en plenitud
Y nos hace coherederos compartiendo su hogar y su reino

Casa del Padre y la Mansión de Dios
La Palabra divina en su esplendor,
Espíritu de Dios y eterno amor
Por doquier, el sonido de su Voz.
Casa del Padre tras del Hijo en pos
Tras la oveja perdida del Pastor
Del Mesías del mundo Salvador
La esencia de su Padre y portavoz.

Casa del Padre y de su santo nombre
De los Ángeles todos que se asombren,
Donde el Hijo de Dios reina con El.

Es la casa del Padre y de Emanuel
Por siempre eterno y nuevo Israel,
Su faz, su cuerpo místico en el hombre.
Mansión y casa
Del Padre celestial,
Cristo la llena.

La ciudad de Dios
Escrito en el tiempo para la eternidad
Viviente historia inmortal del libro de la vida

Ciudad de Dios de paz y de oración
Cada instante del tiempo mientras duro
El eterno momento del futuro
Jerusalén de la revelación.
Ciudad de Dios y de su adoración
Del Príncipe de paz eterno y puro
Cuyo es reino sin par, el más seguro
Por la sangre de nuestra redención.

Ciudad de Cristo en que la tierra adora
Al Dios de la Creación universal
Encendiendo los cielos inmortales.

Ciudad de Cristo y su divina hora
De amor eterno y de su eterna gloria
Del Príncipe de paz, ¡feliz victoria!
Ciudad de Dios,
Gloria de los Ángeles
Y paz del Hombre.

La octava maravilla
Resurrección del hombre y triunfo de la paz
Saludo de Cristo y eterna realidad

La fe del corazón todo lo entiende
Dios no hizo el mundo solo al acaso
Destinado no más para el fracaso,
Ser en el mundo, el hombre lo comprende.
Paz en la tierra el cielo tal contiene,
El triunfo de la paz, divino abrazo
Monumento inmortal de eterno trazo,
Octava maravilla se sostiene.

La fe del corazón todo ilumina
Y es luz eterna la visión divina,
Venga el reino de Dios, viva en nosotros.

Octava maravilla sois vosotros
Elegidos de Dios y no habrá otros,
Gloria a Dios que en los cielos no termina.
Y Dios lo exalta
A Cristo que se humilla,
¡Es maravilla!

La belleza de Dios
Lo humano y lo divino a Dios provoca
Poema del amor beso eterno en su boca.

Fuego divino que a escribir me reta
Y eterna hoguera del amor que me ama,
Es del alma inmortal la ardiente llama
Que jamás se consume en luz repleta.
Divina inspiración que amor se llama
Con la pluma en la mano que sujeta
La Palabra en su nota es Dios poeta,
Poema que es la música del alma.

Inspiración que eterna transfigura
La perfecta belleza de su mente,
Se inspira Dios en sí eternamente.

Perfume celestial, divina fuente
Que universos angélicos procuran,
La visión del Creador divina y pura.
Dios en plenitud,
La belleza del hombre
Gloria de Cristo.

Recuerdo en futuro del gran día para el cual nacimos
Teniendo que morir para resucitar

Piedad de mí Señor
En tus manos encomiendo mi espíritu
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo

Eterno amor, jamás me desespero
En el medio divino e inmortal,
Por su místico cuerpo celestial
En Cristo vivo a pesar que muero.
Dios lo quiere y por eso yo lo quiero
Despojos de mi cuerpo terrenal
Mercedes de la Virgen del Doral,
Volver aquí, resucitar espero.
Mi alma pertenece al ser divino
Por gracia, libertad y por destino,
Dios me libre del fuego del infierno.
Mansión de vida del amor eterno
En la cumbre del ser, Cristo el camino,
Que me aliente su aliento sempiterno.
Divino hermano
Que has muerto y resucitas,
¡Dame tu mano!

Corolario poético hacia la eterna poesía
Mi autobiografía como preámbulo hacia mi ordenación sacerdotal en poesía
Las bases del humanismo que identifica la axiología de la conciencia
El orden de la naturaleza que presupone la economía de la gracia
Identificar los valores humanos en su proyección a lo divino
El conocimiento y la experiencia de Cristo para experimentar a Dios
La misión de la salvación del mundo y la vida eterna
La espiritualidad y el plan de Dios hacia una eterna poesía

La sonrisa del bien
La ternura del bien sonríe espontáneamente
En la posibilidad del semblante inocente en sus labios infantiles

Ante el bien que es verdad del corazón
Existe el mal, la humanidad se apura
Porque el mundo prefiere la locura
Del terror que no tiene compasión.

El poder superior de la razón
Es mentira que acaba en la basura
Se impone la verdad que lo asegura,
Triunfa el bien sobre el mal y la traición.

No sabe que su triunfo es su derrota,
Malamente destruye y todo azota
La maldad atrevida que se ríe.

Lealtad del ser supremo se sonríe,
Divino bien, su inconmovible roca
Sabedor sabe el mal que le provoca.
Una sonrisa
Ante el mundo del mal,
Dios lo conjura.

Plenitud de la gloria
Irremisiblemente el plan de Dios

Al criterio intachable de verdad
Eterna libertad le satisface
Hacer el bien y el mal vencer le place
A Dios y a Cristo y a la eternidad.

La justicia afianzada a la bondad
Al plantearse que se hace o se deshace,
Viendo el bien ser mayor cual le complace
Determina su eterna libertad.

Amor elige a quienes han amado
Dios glorifica su divinidad,
El reino de los cielos lo han logrado.

Eligiendo a quienes ha salvado
Cristo pleno perfecta claridad
Glorifica en su ser la humanidad.
Ninguna pena,
Lo divino y lo humano
La gloria plena.

La presencia de Dios
Feliz alumbramiento de toda la Creación
La eternidad en el tiempo.

Manantial de esplendor divina fuente
De luz eterna que nos das la vida,
Agua limpia y pureza que convida
A saciar nuestra sed eternamente.

Palabra de verdad en nuestra mente
De intimidad profunda y escondida,
Las entrañas del ser en su guarida
Que se da a conocer perfectamente.

Paternidad del Padre que ha engendrado
Divina filiación del encarnado
Compartiendo su ser y su existencia.

La vida eterna la del ser amado
Respondiendo al amor enamorado,
La plenitud de Dios y su presencia.
En la Creación
Vida eterna del Padre,
La luz d Cristo.

El nacimiento de siempre
Espíritu de la cultura que brota del alma del pueblo
Veneros que no mueren si se cuidan

La cultura nos hace ser buen trío
Compartiendo comunes los anhelos
De apacenses, tendiendo nuestros vuelos
De alas ligeras e incansables bríos.

El árbol genealógico y sus ríos
De Ojozarco la mata, de ese suelo
Por lo Vázquez del lado de mi abuelo
Ramón y Alberto son parientes míos.

Revivan renaciendo de Apaseo
Las letras y las notas de recreo,
Cultura de la casa en nuestra casa.

Arte y cultura el tianguis de la plaza
Y el folklor musical, la poesía
Y el florecer de la sabiduría.
El nacimiento
Cultura renaciente,
Sea nuestra casa.

Filosofía y poesía
Palabra humana y divina
Sacerdotes del sacerdocio de Cristo

Palabra humana que espontanea brote
Del santuario del ser que es poesía,
Tal vez Antonio, mi amigo sacerdote
A quien encanta la filosofía.

Amor del mundo o su terrible azote
Palabra viva de sabiduría,
Es Cristo entero en su divino lote
La palabra de Dios que se hace mía.

Venid en pos de mí a la eterna mina,
No se pierde conmigo quien camina
Que a todos pertenece mi riqueza.

Se enriquece el que entiende mi pobreza,
Yo me entiendo con Dios, mi luz divina
Es la eterna palabra que ilumina.
Filosofía
Que pertenece a Cristo
Es poesía.

Belleza de la bondad divina
Contemplación eterna del Creador y la Creación
La gloria en plenitud del cuerpo místico de Cristo

Divina providencia en lo provisto
La plenitud magnífica de lleno
De Dios maestría, la del Cristo pleno
No es a la caso, lo tenía previsto.

Creador en la Creación lo nunca visto
El eterno nacido de su seno
Hijo del Padre y del Amor más bueno,
Mirando el cuerpo místico de Cristo.

La Palabra encarnándose en María
Como Madre de Dios del cielo llena,
Tierra fecunda de la gracia plena.

Dios se desborda de sabiduría
Y eternidad de instantes de alegría,
¡Oh infinita belleza, lo más buena!
El plan de Dios
Descubre su belleza,
¡Bondad divina!

La espiritualidad de la carne
Lo efímero se hace eterno
Y la carne incorruptiblemente divina

Palabra que acaricia nuestra piel
De divinas entrañas, cuya lucha
Nos habla del saber que nos escucha
A todo nuestro ser y al alma fiel.

Es divina amistad nuestro Emanuel
De espiritual matriz y angelical pucucha
Del eterno vivir, su vida es mucha,
La del hombre que es Dios, siempre con El.

Palabra que ha anunciado el plan de Dios
Y a los tiempos lo eterno de su voz,
Sublime realidad que Cristo emana.
Paternidad de Dios que nos hermana
Todo luce divina claridad,
Luz eterna de amor a la verdad.
Palabra de Dios
El Verbo se hace carne
En vida humana.

La oración de la Madre que hago mía
El Hijo de tantas lágrimas de su Madre
Consigue el Paraíso de su eterno Padre.

Librado sea del enemigo malo
De malas compañías y ser vicioso,
Cuide al hijo el todo poderoso
Sin pecado al morir, que diga exhalo.

Triunfe el bien sobre el mal y al decir calo
Sea fiel amigo que es lo más honroso,
Traicionar y negar es horroroso
Vivir en gracia el mayor regalo.

No le dejes jamás de estar contigo
Pido siempre le tengas por amigo,
Por tu amor que es el rey de la amistad.
Imposible le venza el enemigo
Siendo amigo por una eternidad,
No hay amigo mejor, Dios de verdad.
Ora mi madre
Como santa Mónica,
Que encuentre a Dios.

La verdadera herencia
Es herencia de Dios su reino y su justicia
Lo demás es añadidura

A los ojos de Dios iluminada
Se sujeta a la ley de conveniencia
Con disfraz de verdad la pertenencia
A una sola familia en su mirada.

Ya todo lo demás no vale nada
Si el Señor es la parte de la herencia
Sin sordera la voz de la conciencia
Ni testigo de lengua engarrotada.

El reino importa más y su justicia
Que asegurarse con su añadidura,
Vive la paz y muere la discordia.
Permanece entre hermanos la concordia
Y amor y paz de Dios en armonía
Que son tesoro de sabiduría.
No está de pleito
La herencia del Señor
A su familia.

La paz de Dios
El divino infinito más profundo que los cielos y los mares
La paz de Dios intimidad del alma.

Quien hizo todo lo hace y lo rehace
El universo y la Creación entera
Los Ángeles y al Hombre cielo y tierra,
La vida eterna y Cristo quien le nace.

El Cuerpo místico en su ser renace
Paz en el alma triunfo de la guerra
Que Dios requiere eterna y verdadera
Tal como al Padre eterno satisface.

Esplendor de la paz deslumbra el cielo
E ilumina en la tierra sus anhelos
Al hacerse su eterna voluntad.
Paz de Dios es del alma el gran consuelo
Amor divino a la humanidad
Del corazón de su divinidad.
Divina paz,
Profundidad del alma
Dios infinito.

Juventud feliz
Reminiscencias de Darío
Juventud eterna y siglo veintiuno.

En el alma inmortal todo mi ser
Divina juventud cuyo tesoro
Alegrándose en Dios a quien adoro
Conmigo siempre, no tiene que volver.

En mi vida me siento acontecer
Viviendo con el ser que me enamoro,
Feliz mi llanto y la alegría que lloro
De mi espíritu eterno florecer.

Divina juventud de mi alegría
Son mis años dorados, no envejecen,
Ni siquiera la muerte me entristece.
Mi eterna juventud rejuvenece
Y el universo y Dios son mi energía
De la fuente de la sabiduría.
Inolvidables,
Quince años de juventud
Son algo eterno.

Cada instante que pasa se nos muere
Aunque el alma no muere jamás
Para bien o para mal

Cada instante que pasa luego muere
Como el día, los meses y los años,
Inmortal en el alma no hay tal daño
Aunque suceda lo que sucediere.

No se muere por más que desespere
El alma espiritual en cuyo paño
La muerte, no termina el desengaño
Ni se logra morir si tal prefiere.

Hay viejos jóvenes que son seniles
Y envejecen en vicios, los más viles,
Muriendo en vida de decrepitud.
Celebremos los años juveniles,
Que en jovial madurez no hay senectud
Disfrutando de eterna juventud.
Instantes de ser
Se mueren con la vida,
Pero no el alma.

Visión de Dios
Beatifica la fe mirando a Dios
Trascendencia de amor la vida eterna en su existencia

La experiencia de fe no suena hueco
Divina realidad cuyo sonido
De universo y Creación hacen el eco,
El alma escucha a Dios en el oído.

Beatífica visión cual golpe seco
Cristalina verdad, plena en sentido,
Ve Amor eterno sin mentira o fleco
Mirarse Dios en sí cual siempre ha sido.

Feliz visión de Dios no es imagino,
El eterno momento de su ser
Es certeza de ver al ser divino.
Son los ojos de Dios mirar de Cristo
La eterna realidad que siempre ha visto,
Plenitud de la gloria en su poder.
Viva la fe,
Con los ojos de Cristo
Mira a Dios.

Mujer soñada
Dimensión de su ser
Aspiración del hombre al femenino eterno

Hecho el prodigio de naturaleza
Toda era ella como el arte vivo,
Delineando el perfil cada motivo
De clásico y barroco en su pureza.

Contemplarse a sí misma le interesa
Soñadores sus ojos, un archivo
Fantástica en mi mente le concibo
De las mil y una noches sobremesa.

Universos de mares y praderas
Dando besos coral todo su ser
Y parpadeando como el anochecer.
Con racimos de bella primavera
Entallada en su cuerpo de palmera,
Sus mejillas color de amanecer.
Sueños del hombre
De eterno femenino,
¡Es la mujer!

Divina Eucaristía de Cristo
Cuerpo y sangre especies de pan y vino
Alimento que nos nutre en el cuerpo místico de Cristo

El evoca los labios del eterno
De su ser la divina subsistencia,
Su cuerpo es pan de eterna consistencia
Y su sangre nos libra del infierno.

Nos nutre en la verdad su ser interno,
Pan y vino y profunda su presencia
Sosteniendo perfecta su existencia
Maná de amanecer, flor del invierno.

Muere en la vida de la Eucaristía
Cuerpo y sangre de amor, el pan y el vino
Del eterno momento que es divino.
Brilla en la cumbre su sabiduría
La libertad de Dios, gracia y destino,
Lo efímero hace eterna poesía.
Su testamento,
Es eterno momento
Y Eucaristía.

Carisma de castidad
Como ángeles de Dios
En el cuerpo místico de Cristo

Encuentro de tu amor cuyas albricias
Son riquezas, tesoros soberanos
De tersa luz que llena de caricias,
Me abundan como ofrenda aquí en mis manos.

Pureza en plenitud, Dios sin malicia
La eternidad del tiempo entre tus planos
Generoso no sabes de codicia
Realidad de mis sueños sobrehumanos.

Cuanto soy te lo doy a manos llenas
Te quiero en ese beso cuando estrenas
Con tu vida el seno virginal.
Bendito fruto de la gracia plena
De azucenas en flor, luz celestial
De Amor en llama y lumbre espiritual.
Es del Dios vivo
La pureza divina
En vida humana.

Mi corazón y la rosa
Ofrenda de amor al llamado de Dios

En la caricia del viento
Veo una rosa sosegada
Sintiendo en mi pensamiento
Acariciar a mi amada.

Y apago el fuego que siento
Por esa niña soñada
Porque a Dios jamás le miento
Respondiendo a su llamada.

No puedo hacer otra cosa
Con el viento que la goza
Que lograrlo sosegar.

Y así decido cortar
Para llevarla al altar
La hermosura de la rosa.
En mi corazón,
Cuando corto la rosa
Es más hermosa.

Mi mano de Dios
El mundo en mis manos
Es libre de salirse de ellas o no

Serán mi viña y Virgen de Israel,
Yo soy la vid y ustedes los sarmientos
Con todo el corazón y el pensamiento
Dios con ustedes, Yo soy el Emanuel.

Os vuelvo a mi redil de leche y miel,
De la oveja perdida soy pastor
Y del mundo, Yo soy el salvador,
Y me entrego a morir, todo por él.

Me paro en el camino para ver
Como sale de apuro cada hermano
Soy de todos el buen samaritano.
Con la gracia de Dios y su poder
Y todo el corazón y su saber,
Soy la mano de Dios dando la mano.
A nadie niego
Extenderle mi mano,
La quiera o no.

Pureza de Dios y castidad de Cristo
Ojos limpios de Dios mirándose así mismo
En el corazón humano

Enamorado de otra Margarita
De eternal juventud no queda exhausto,
Y aspira a la belleza infinita
Sin Mefistófeles, divino Fusto.
La pureza divina es exquisita
Maravilla de Dios, en Cristo casto,
Siendo eterno con El, ¿Quien se lo quita?
Si amor divino dice yo me basto.
Amor vital y eterno no perece
Uniéndose con Dios en plenitud,
Vida eterna florece y no envejece.
Eternidad de Dios su beatitud
Bondad divina y hermosa juventud
Que eternamente nos rejuvenece.
Perla de Dios
La Belleza de Cristo,
No tiene precio.

Pureza de Dios y castidad de Cristo
Ojos limpios de Dios mirándose así mismo
En el corazón humano

Fenecido recuerdo
Ilusión que muere sin remedio
Fuego fatuo del amor

En el ocaso de mi amor esquivo
Su rostro fue rosal que se encendía,
Verde la mar, sus ojos poesía,
Fueron sus rasgos como el arte vivo.

Tristes o alegres con o sin motivo
Fuegos fatuos la noche divertía
Y en sus labios carmín se sonreía
El duende de la danza siempre activo.

En el recuerdo del eterno olvido
Donde todas las cosas ya se han ido
El rosal de su rostro está marchito.
Y en la noche sin fin del infinito
Siendo amor ilusión nadie lo alcanza,
De hito en hito perdido en lontananza.
Todo se apaga,
Dejándonos sin nada
El fuego fatuo.

Cristo vida eterna
Gloria del Padre y la luz del mundo
Vida de Dios y del cuerpo místico de Cristo

Revivan los pasajes de mi vida
Rapsodias de alabanza al ser divino,
Vivimos para Dios, eterno sino
Del alma el despertar si está dormida.

Seguir de pie dejando la caída
Y a Cristo unirnos que es nuestro camino
Haciendo nuestro el suyo, su destino,
Dejadas las tinieblas sin salida.

Triunfando de la tumba de tal suerte,
Resurrección y fe, promesa inscrita
Revive mi existencia de la muerte.
Creo en la vida de Dios que es infinita,
Cristo vivo en el alma nunca muere
Gloria eterna del Padre que nos quiere.
Amor eterno,
Como el Padre me quiere
Yo he amado al mundo.

Ambición incomprensible
El alma logra vislumbrar la vida eternal
Aunque las células se mueren

Yo tengo una ambición que nadie me comprende
Porque quiero morir cuando la vida enciende
Su color más ardiente al fuego de mi vida
Cuando el alma en la cumbre entiende la partida.

Quiero ser como el sol tendido en el ocaso
Cuando la vida derrotada es un fracaso
Y Cristo viene, con el triunfo de la muerte
Con el reino de Dios y su divina suerte.

Yo tengo una ambición que solo Dios entiende
La realidad de ser del ser que sobrentiende
Del amor celestial su espíritu fecundo
Divina intimidad de eterno amor rotundo.
Vida de Dios,
Que a Cristo le interesa
Eternamente.

Epilogo de la primera parte de mi biografía
Coralario poético continua

Dimensión del misterio de la muerte
El sentido de morir es posibilidad de vida plena
Fuera o dentro de la tierra prometida

La muerte es ese golpe del crucero
Que abrillanta el misterio de la vida
Es la suerte ante Dios ya conocida
Y el encuentro del alma a su asidero.
Final de la ceniza en el mortero
Mucho más es la tierra prometida
Plenitud de la fe, luz encendida
El destino inmortal y verdadero.
A la gloria de Dios que es infinita
La vida eterna a Cristo resucita
Y a quien muere con El jamás lo olvida.
La firma del eterno al alma inscrita
Se cumple del destino en la partida
Y le juzga el amor, peso y medida.
En su presencia
Somos dignos o no
Si Dios lo afirma.

Intimidad de Dios
En Dios vivimos nos movemos y somos
El en sí mismo y nosotros en El

Dios se hace historia siendo eternidad
Y el hombre existe en El y El en el hombre,
Por Cristo, que es la gloria de su nombre
E instante eterno de su intimidad.
En la existencia de su divinidad
La Creación de los ángeles se asombre
De la eterna Palabra que es renombre,
De encarnación, divina humanidad.
El mar del universo se hace río
En el paisaje de la vida humana,
La cascada divina y soberana.
La existencia de Dios no tiene lío
Existiendo en su ser, en donde existe
Su mente y corazón, y allí subsiste.
Sin ningún lío
El universo es río,
Con Dios en el.

Ofrenda de la Creación
La humanidad de Cristo sacerdote y víctima
Ofrenda de la Eucaristía

La Creación Cristo debe consagrar
Y el reino hacer de Dios de un mundo externo
Divina intimidad, fuerza de amar
La Palabra de Dios, sonido interno.
Toma en sus manos celestial manjar
Al evocar los labios del eterno
La salvación del cáliz por salvar,
Cuerpo y sangre de Cristo sempiterno.
Instante salvador, luz, claridad,
Resurrección la muerte que ha traído
La sangre y agua del costado herido.
La justicia es perfecta caridad
Al inmolarse Cristo, ha redimido
De las entrañas de la eternidad.
Cordero y Pastor
Que inmola y que inmolado,
Redime el mundo.

Lanzados al mundo
La eternidad nuestro destino
Compartiendo con Dios su ser divino

Con Dios y su presencia que me alumbre
Cielo y mar y altamar es mi camino
En todas dimensiones del destino
Tengo la luz y el fuego de su lumbre.
Divina nave de angélicos peritos
Viento divino sopla donde quiere
Y me dejo llevar a donde fuere
Por todos los espacios infinitos.
Siendo el camino, la verdad, la vida
Lo que importa es seguirle como amigo
Y servir como Cristo de testigo.
La luz del mundo eterna y encendida
Divina eternidad, no está perdida,
Dios sabe a dónde voy cuando le sigo.
Ser en el mundo,
Llegar a ser con Dios
Eternidad.

Mi sueño de cristal
El sacerdocio del orden es la orden del sacerdocio
Participación de la acción sacerdotal de Cristo único y eterno sacerdote

Ascienda a ti mi vida vertical
Divinas dimensiones para hacer
Tu voluntad, todo lo que debo ser
En el vuelo de Dios horizontal.
Aquí estoy para ti, no he roto el día
Jardín y jardinero han renacido
Del Paraíso terrenal perdido
Sin mentira o serpiente que extravía.
Sublime Cristo en la cumbre del dolor
Entregando tu vida por amor,
Resurrección eterna e inmortal.
Que se rompa mi sueño de cristal
No permitas, contempla nuestras manos,
Queriéndoles servir a cada hermano.
En Cristo y con El,
Sus manos a la obra
En nuestra manos.


Cristo Mesías
Yo he vencido al mundo y al príncipe de las tinieblas
Quien cree en mí aunque muere vivirá

Luz del mundo y divina claridad
Divino Salvador del ser humano
Los Ángeles te adoran soberano
La humanidad en tu divinidad.
Hijo del hombre y Dios a quien has visto,
Eterno Sacerdote, en tu oración
Consagrando a tu Padre la Creación,
Místico cuerpo e iglesia que eres Cristo.
Quien como Tu eternamente fuerte
Mesías de Israel, nuestro Emanuel,
Dios con nosotros porque eres El.
Plenitud de la gracia y la verdad
Resurrección y triunfo de la muerte
Vida eterna, lo tuyo y nuestra suerte.
Mesías divino
Vences muerte y pecado,
¡Oh eterno rey!

Lo creo de Cristo
En ti creo sin que te mire
Porque en mi fe te estoy mirando

Resurrección de vida en tus hermanos
De pie sobre la cruz tus brazos míos
Que extiendes infinitos como ríos
De eterna salvación, Dios soberano.
Responsable de todos los humanos
Jesús piadoso, rey de los judíos,
Del mundo Salvador de tantos líos
Sentenciado a la cruz de los romanos.
Siendo nada soy nadie para amarte
Escuchando tu voz, sé que me llamas
Diciéndome que mueres porque me amas.
Desde el fono de mi alma yo te amo,
Resurrección y vida, así te llamo
Pidiendo me permitas adorarte.
Así nos amas,
Sé que mueres por todos
De uno en uno.

Soy Dios viviente
Para esto vine al mundo para darles vida
En la abundancia de mi vida eterna

La Palabra de Dios amor y aliento
Para el alma y para el corazón,
Más que el pan su divina nutrición
Es luz divina y feliz entendimiento.
Cuerpo y sangre de Cristo son sustento
Convertido de la crucifixión
En el cantar de la resurrección,
Pan y vino del alma en alimento.
Por la gloria divina y en su nombre
Divino en plenitud yo nutro al hombre,
Yo soy el pan de vida, dijo Cristo.
Y soy la vida eterna aunque se asombren,
Nada importa que nadie lo haya visto
El ser eterno en mí, Yo en quien subsisto.
Soy el milagro
Del alma del creyente,
Y Dios viviente.

Todos sirviendo en Cristo
No es bueno descuidar el anuncio de la palabra del evangelio
Al atender la acción de gracias a la mesa de la eucaristía

Trabajar sin descanso a todos pido
Y me gusta el símbolo del pez,
Del seno de mi Padre Yo he salido
Que es Señor de la viña y de su mies.
Yo he venido a servir no a ser servido
Lavando a mis discípulos los pies
Mostrando la razón de haber venido,
Soy siervo de Iahvé y El es quien es.
Con amor que es cristiano entendimiento
Cuidar de los enfermos no nos pesa
Ni atender al hambriento ni al sediento.
Soy Cristo en plenitud, sabiduría,
La Palabra de Dios pan de la mesa
Y acción de gracias de la Eucaristía.
Siervos de Cristo,
Servimos a su mesa
Al diaconar.

Desolado Consuelo
Piedad de intercesión a Dios
Por ser un pobre miserable pecador

El alma siento toda desolada
Me invade la maldad de los impíos,
Derrama la pureza de tus ríos
Y mi alma quedará purificada.
Te adoro con la sumisión deseada
Me enredo y desenredo en tanto lío
Pecado e ingratitud, todo eso mío,
Abismo de miseria no soy nada.
Ven pureza de Dios límpialo todo
Belleza de adorarte linda cosa
Y el amarte la más maravillosa.
Es tu presencia misericordiosa
Alarde de tu fuerza poderosa,
Tu divino poder, es de ese modo.
Desolación
De mi miseria humana,
Consuelo de Dios.

El Cristo Hipercósmico
Todas las dimensiones que no son su eternidad
Las trasciende Cristo con su divinidad y la gloria de su resurrección

En su momento de la eternidad
Hipercósmico es Cristo en su poder,
Más grandioso que el cosmos en su ser
Trasciende la infinita inmensidad.
Su eterno amor arrasa con lo adverso,
Sobre los muros de su divinidad
Toda la fuerza de su humanidad,
Al oleaje de todo el universo.
Hipercósmico el Cristo que trasciende
Profunda eternidad del ser divino
Hace eterno del hombre su destino.
De la altura del ser, cuando desciende
Y a la gloria de Dios, cuando El asciende,
Todo indica el indicio de su sino.
Es Dios de Dios
Trascendencia de Cristo,
Hipercósmico.

Trascendencia divina
Es la historia de Cristo Dios y hombre
El tiempo eterno proyección hipercósmica al ser divino

Octava maravilla el ser humano
Trascendencia hipercósmica del mundo
Y eternidad del tiempo en Dios fecundo
Su experiencia de hacerse sobrehumano.
Superhombre divino y soberano
Amor divino y su poder rotundo
Dios en el alma hasta lo más profundo,
Cristo el hijo de Dios, en cada hermano.
La luz eterna que deslumbra el cielo
Octava maravilla que trasciende
Su mirada divina, Dios la enciende.
Divino rostro Cristo no está ciego
Ni es robo humano su ambición de fuego,
Dios que trasciende con eterno anhelo.
Luz de la luz
La trascendencia de Dios,
Divino fuego.

Espíritu de Cristo adoración del Padre
Y ofrenda y gratitud de amor eterno

Espíritu sacerdotal de Cristo
Al margen del poder y la riqueza
Mesiánica misión que el Padre ha visto
De acuerdo a la visión de su grandeza.

El huerto en oración claro y previsto
Es única verdad que le interesa
Y el templo de su cuerpo tiene listo
Fiel al Padre, lealtad con entereza.

Ya hereda el reino de su eterno Padre,
Es Príncipe de paz, divino el Hijo
Y resucita Cristo como dijo.

Ve el cielo de mis ojos que en ti fijo
Hijo del hombre de la Virgen madre,
Eterno sacerdote a quien elijo.
Yo resucito
El templo de mi cuerpo,
Gloria del Padre.

Plenitud de la gloria
Irremisiblemente el plan de Dios

Al criterio intachable de verdad
Eterna libertad le satisface
Hacer el bien y el mal vencer le place
A Dios y a Cristo y a la eternidad.

La justicia afianzada a la bondad
Al plantearse que se hace o se deshace,
Viendo el bien ser mayor cual le complace
Determina su eterna libertad.

Amor elige a quienes han amado
Dios glorifica su divinidad,
El reino de los cielos lo han logrado.

Eligiendo a quienes ha salvado
Cristo pleno perfecta claridad
Glorifica en su ser la humanidad.
Ninguna pena,
Lo divino y lo humano
La gloria plena.

El Cristo Hipercósmico
Todas las dimensiones que no son su eternidad
Las trasciende Cristo con su divinidad y la gloria de su resurrección

En su momento de la eternidad
Hipercósmico es Cristo en su poder,
Más grandioso que el cosmos en su ser
Trasciende la infinita inmensidad.

Su eterno amor arrasa con lo adverso,
Sobre los muros de su divinidad
Toda la fuerza de su humanidad,
Al oleaje de todo el universo.

Hipercósmico el Cristo que trasciende
Profunda eternidad del ser divino
Hace eterno del hombre su destino.

De la altura del ser, cuando desciende
Y a la gloria de Dios, cuando El asciende,
Todo indica el indicio de su sino.
Es Dios de Dios
Trascendencia de Cristo,
Hipercósmico.

Verdad de Dios
Cristo alternativa única de Dios
De la Creación y el hombre

Cristo es alternativa de unidad
Y humanidad entera toda en uno
Del hombre universal siglo veintiuno
Y el ser humano que ama la verdad.

Conmigo o contra mí, la eternidad
Del ser humano sin dejar ninguno,
Quien es de la verdad a mí lo aúno
Ser o no ser, en mi divinidad.

Soy torrente de eterna redención
Y plenitud de Dios que se derrama,
Quien cree en mí encuentra salvación.

Recoge o no y así es que desparrama
Mi amor que siempre estoy por transferirlo,
Yo viene al mundo para redimirlo.
Yo soy redención
Vida eterna y salvación,
Verdad de Dios.

El todo ante la nada
El tiempo es efímero ante la eternidad
Que es la vida y el amor del alma

Se sienta o no se sienta acompañado
Llegando a la verdad de su presencia
Solos quedan el alma y la conciencia,
Al final uno muere abandonado.

La eternidad sin tiempo, terminado
Ante amor inmortal como experiencia,
Dios enciende o apaga su existencia
De su espacio infinito, no otro lado.

Ignorando cenizas, polvo y lodo
El amor inmortal es de ese modo,
Dios no deja el alma abandonada.

Todo mundo al morir queda sin nada
Y es posible lograr entonces todo,
Vida eterna, del alma enamorada.
Feliz o infeliz
El alma, todo o nada,
Llena de Dios.

Cristo visión del Padre eterno
Su rostro en que se mira y mutuo amor eterno de Cristo
En quien nos mira y nos ama

Vida eterna de gloria se reviste
Y amor divino de que está provisto
El gozo sempiterno siempre visto
Perfecto el universo, allí persiste.

En el reino de Dios nadie está triste
Siendo el místico cuerpo que es de Cristo
Creación en plenitud, cual la ha previsto,
Para Dios allí existe cuanto existe.

Y es lo que mira de la eternidad
Trascendencia hipercósmica del mundo
Con su eterna mirada en un segundo.

Luce Dios con perfecta claridad
Todo en Cristo que es luz de la verdad,
¡La cumbre de su ser lo más profundo!
No vivo yo,
Es Cristo quien vive en mí
Si en Dios yo vivo.

Visión divina
Aspiración profunda del alma a la cumbe del ideal
Belleza que no es alucinación sino realidad eterna más que soñada

No importa a donde voy de donde vengo
Descubro para mí que lo eres todo,
No es el alma ceniza, polvo, lodo,
Nada puedo temer, yo a ti te tengo.
Contigo y a tu lado es de tal modo
Alto y profundo en ti yo me sostengo
Y sintiendo el abismo me detengo,
Me encuentro bien y nunca me incomodo.
Ven a mí eternidad que te recibo
Cual divino presente en el que vivo,
Pasado y el futuro no son nada.
¡Oh belleza del ser lo más deseada!
Inextinguible amor cual te concibo
En el alma, estando enamorada.
Porque te he visto
No solo te imagino,
¡Se que en ti existo!


En pos de la verdad
Epistemología absoluta del ser necesario
Axioma ontológico del ser en la contingencia del hombre

Certeza de evidente claridad
Siendo tú solo parte y elemento,
Le pertenece a la divinidad,
No la inventas, descubre el pensamiento.

Allí es grandeza tu conocimiento
Del universo ante la realidad
No presumas de pobre entendimiento,
Descubre siempre en pos de la verdad.

No es tu invento la epistemología
Divina fuente de sabiduría,
Raíz del ser, poder en todo inmerso.

Más allá de la cronología
No procede de la etimología,
La Palabra en que existe el universo.
Palabra y raíz
En que razona el hombre,
El universo.
Sin fama ni gloria del mundo
La historia de la salvación es cada instante del presente futuro de la humanidad
Que se convierte en una eternidad

Que me inspira a escribirle a todo mundo,
Yo ignorado del mundo y de la fama
No soy nada ni nadie a quien aclaman,
Tan solo cuento con mi amor profundo.

No existe el mundo para verlo inmundo,
Y amor divino en encendida llama
Es el de Cristo y salvación proclama,
La pureza de Dios y amor rotundo.

No son nada ni nadie sin el hombre
El universo y toda la Creación,
Dios los hizo por gloria de su nombre.

Plenitud en su Voz, Cristo renombre
La palabra divina en redención
Hasta la cumbre de la resurrección.
El reino de Dios
No es la gloria del mundo,
Lo es de los cielos.
Lo eterno permanece
El tesoro escondido dentro de nosotros
Es la profundidad del reino de los cielos

En dónde está la vida que yo tuve
Sirve acaso vivir si todo acaba,
Dios nos queda en verdad y el alma cava
Los tiempos y lugares en que estuve.

Y eternidad me dice, te retuve
Y la muerte jamás lo menoscaba,
El profundo tesoro que recaba
Divina inspiración que el cielo sube.

El tiempo en plenitud fue profecía
De pureza inmortal, Dios que nos vino
Resucitando en odas de alegría.

Es Cristo nuestra eterna poesía
Divina inspiración y don divino,
La música del alma y su destino.
Divino Cristo,
Eterna poesía
En toda el alma.

Poesía mi esencia ser
Lo que se va me deja todo lo que permanece
Amor y poesía del alma

Se impone para ser reconocida
La inspiración que arroba el sentimiento,
Eternidad del tiempo en un momento
Visión del corazón incomprendida.

Poesía es el alma de mi vida
Y profunda intuición del pensamiento
En las entrañas del entendimiento
Y del alma el vivir que no se olvida.

Universos del alma percibidos,
Vale la pena el haber vivido
Lo divino del ser, su misma esencia.

La inspiración de haberlos comprendido
Sobre todo el amor cuya existencia
Es fuego inextinguible y subsistencia.
Eterno amor,
Inextinguible fuego
Y poesía.

Estética divina en el hombre
La belleza de Dios que a El mismo le fascina
Es el reino de Dios deslumbrante fascinación de Cristo

Es de Dios en el hombre la figura
Que se eleva a su ser como es el mismo
Dimensión de infinito en su humanismo
La estética más bella en su estructura.

Y Cristo que en su ser se transfigura
Con amor desde el fondo de su abismo,
Y auténtico, con Cristo el Cristianismo
Del abismo a la cumbre de esa altura.

La belleza de Cristo siendo humana,
Perfecta y pura en el ser divino
La Creación perfecciona en su destino.

Por divina es belleza soberana,
Y amar o no es cielo o es infierno,
Por supuesto que existe amor eterno.
Visión divina,
Su estética fascina
De amor eterno.


Conciencia del trabajo
El hombre nace para trabajar como el ave par volar
Y ambos para emigrar

Dios no quiere las cosas de ese modo,
Fealdad del ser humano la avaricia
Soberbia que acumula por codicia
Y vicios atascados entre lodo.

Las cosas sirven para el bien de todos
Y humildad se somete a la justicia
Hermandad que comparte sin malicia,
Derecha rectitud sin un recodo.

Compartiendo con todos entre hermanos
La virtud hace hermoso al ser humano,
Contra pereza, está la diligencia.

Trabajar por vivir es la conciencia
Del ser humano dándose la mano,
Gran deber, sin ninguna diferencia.
A donde irá
El trabajo del hombre,
Dios bien lo sabe.

Cien años de soledad
No solo Latinoamérica sino la humanidad entera
Sin la presencia autentica del cristianismo

De las letras es gloria y muy horondo
Narrada en deslumbrante poesía
La horripilante historia de García,
La desgracia latina, cala hondo.

La estirpe en su raíz se arranca a fondo
Destructivo poder vuelto manía
Como acontece al general Buendía,
Evidente tragedia de Macondo.

Frustración de terrible eternidad
Corrompida familia y sociedad,
No es problema latinoamericano.

Entre el incesto y la promiscuidad
Bananera banal, problema humano,
Remedios de ilusión sin realidad.
Gran poesía
Cien años de soledad,
Banal historia.

El criterio de la verdad
La verdad nos hace libres y es clara
Ante toda sospecha de error o de mentira

La verdad sospechosa si se mira
No encubre lo que le desacomoda
Ni cuida el qué dirán o de la moda,
La sospecha aclarada, se retira.

La virtud siempre triunfa a cuanto aspira
Y hace real la verdad y la acomoda
No pecando en verdad, aunque incomoda,
Sin sospecha, sin dudas ni mentiras.

Por bien de la verdad que es necesario,
Ser cortes con amigos y la gente
No requiere dejar de ser valiente.

El hacer lo ordinario extraordinario
Al bien de la verdad le es pertinente,
Y el honor verdadero y más decente.
Es la verdad
La que nos hace libres
Y siempre amigos.

La música y el alma
Es elocuencia angelical música del alma
Visión sublime que rompe en notas de sonidos la palabra

Los ángeles de Dios se transfiguran
En sonidos y notas de oración
A la cumbre del ser, divina altura
De profunda y sublime adoración.

Realidad que supera la razón
La música del alma que es tan pura
La razón sin razón, el corazón,
Amor en demasía que es locura.

Amor tocata y fuga en su estructura,
Sonidos que se escapan del infierno
Con poder musical ante el averno.

La música es divina aunque tortura
O invade plenamente de ternura,
Momentos inmortales, son eternos.
Dios inmortal
Y el sonido del alma,
Amor divino.

The music and the soul
Angelical eloquence is music in the soul
The vision of the sublime where word gets broken in the notes of the divine

Too much of love is real and truly madness
The reason without reason of the heart,
The purity itself the sound of art
Is reality, is beautiful and greatness.

It is the very top of being highest
Like the angels of God, transfiguration
Of sounds divinely reaching near the fares
Sublime profound, it’s God in adoration.

The power of inspiration within self,
Love, might be touch and run, its own structure
Being notes and sounds the escaping hell itself.

Within the eternal now of the future
Flying to heavens flies to nest of love,
Tender or torture the serpent or the dove.
Divine love
It is the sound of the soul,
¡Oh eternal God!

Dios familia del ser
Intimidad personal de sí mismo su plenitud de ser
Como Creador acción creadora de ser

Bella increada oración como salterio
Sol eterno y zenit que no declina
Profundidad sin fin que no termina
Del reino de los cielos y su imperio.

La intimidad de Dios es un misterio
Inagotable manantial y mina
De amor eterno y realidad divina
Y el ser en pleno con su vida en serio.

Arquetipo de vida familiar
El ser divino y su total esencia
Y el inmenso infinito en su existencia.

Plenitud esencial para engendrar
Consciente de su ser en su presencia
De amor filial, paternidad de amar.
Amor renace
Paternidad que nace,
Pleno en su ser.
La dicha de la paz
La guerra por la paz sobre la tierra
Es triunfo de la vida celestial

No me puede servir tanto en el alma
Escribir y entender la vida mía
Manantial que me inspira poesía,
La dicha de la paz, más que la fama.

El fruto del amor del sol en llama
Raíz de eternidad, no fantasía,
Árbol en flor de la sabiduría
Divina inspiración, a esto me llama.

Milicia de la vida terrenal
Divino florecer, vida divina
De la gracia de Dios que me fascina.

En el Verbo lo eterno es inmortal
La palabra del ser, siendo germina
Vida eterna, la vida celestial.
La eternidad,
Comparte el ser divino
Nuestro destino.
Al santo Cristo de la cruz d piedra
Inconmovible roca de la fe Cristo en la cruz
Que con amor eterno resucita y nos salva.

Divina salvación el alma medra
La esperanza de ti que no se cansa
Y aquí está Cristo en su cruz de piedra,
La paciencia de Dios que no descansa.

¡Oh mortal que caminas como hiedra
Para abrir su costado con tu lanza,
Despójate del miedo que te arredra
Por haber traicionado su confianza!

Su voz del corazón está llamando
Al morir en la cruz crucificado,
Amor eterno lo ha resucitado.

Cristo el hijo de Dios nos sigue amando
Con amor inmortal que nos conmueve,
¡La roca de la fe jamás se mueve!
Cristo en la cruz
Que eterno resucita,
Nos sigue amando.
Riqueza del Creador y la Creación
La riqueza de Dios es brindis de amor y poesía
En el banquete de su sabiduría

Agua viva divina tal parece
Que da vida, que nutre y acaricia,
Vive el justo de fe y en ella crece
Dichoso el corazón y su alma limpia.

Pierde a Dios quien se llena de soberbia,
Pobre mundo el que existe en la inmundicia
Y es riqueza sin Dios, todo es miseria
Porque al hombre destruye su malicia.

Cristo eterno es divina beatitud,
La riqueza de Dios toda en su mina
De eterno manantial fuente divina.

Lo humano y lo divino en plenitud
La riqueza de Dios es poesía,
En el banquete de su sabiduría.
Humildemente
Cristo, siendo el más pobre,
Riqueza de Dios.
La oblación de Lupita
Alguien que vivió el milagro sin queja
Y amó la vida en tan larga enfermedad heroicamente

Amor de Dios se inmola en esa pena
Nacer, vivir, luciendo hasta morir
Con la fe y el deseo de vivir,
Mientras Dios da la vida, siempre es buena.

Gratitud de vivir jamás se apena
Lo que importa ante Dios es bendecir
Lo malo se hace bueno al elegir,
Mientras Dios la regala no es ajena.

Lo entendamos o no El lo comprende
Es cosa del destino el don divino,
Las cosas pasan como a Dios conviene.

La llama de la fe el amor la enciende
Y unida el alma a Cristo todo entiende,
Es cosa de la fe, no lo adivino.
Nuestra oblación
En la muerte de Cristo,
Morir y vivir.
La riqueza
Sus puntos de vista
El temporal y el eterno

Los bienes y los males, cuanto tienes
En tus manos los tienes recibidos,
No reniegues ni des por maldecidos
Tienen mucho de bueno si te avienes.

Vence el mal con el bien, todos son cienes
Según la Providencia convenidos,
Dalos siempre por siempre bendecidos
De donde Dios los mira, son tus bienes.

La paciencia de Job se ve pequeña,
Cristo muere y nos da la contraseña
Ciento por uno y la vida eterna.

Divina roca e inconmovible peña
Verdad de Dios que la verdad enseña,
Que el amor es la vida sempiterna.
Más a los demás,
Es la riqueza de Dios
Y la de Cristo
La realidad de Dios
Por la fe la Palabra de Dios es la semilla
Que florece en el alma divina maravilla

Escuchando el sonido de su voz
Es un concepto de la filosofía
Y la belleza de la poesía,
Las neuronas del hombre, hacen a Dios.

El reino de los cielos en el alma
Plenitud de los tiempos, aun no visto
Realidad de la fe que existe Cristo
Que es triunfo del amor, divina palma.

Solo Él sabe su eterna realidad
Visión beatífica de eternidad,
El concepto de Dios, nunca es El mismo.

Su presencia en el alma y la bondad
Del amor, amor eterno de amistad,
¡Profunda realidad, todo ese abismo!
Realidad de Dios
La visión de sí mismo,
¡La fe del alma!
Paternidad y el bien sumo
Atesorad en el cielo
Sin orín sin polilla ni robo

Paternidad de Dios que engendra el ser
Masculina eminencia y femenina
De fuerza maternal plena y divina,
Amor en plenitud digno de ver.

Cristo el hijo de Dios, en El encarne
Su riqueza infinita, no termina
La palabra de Dios, eterna mina
Verbo divino su divina carne.

Ser amigo de Dios, punto y aparte.
La buena nueva su divina historia
De perfecta y eterna trayectoria.

El reino de los cielos lo reparte,
Divina filiación, El, la comparte
Y el hombre es heredero de su gloria.
Con Dios aparte
Tener la mejor parte,
El sumo bien.
El Hombre
Grito de la mujer que debe dar a luz porque el hombre no es el hombre
Poema que no es solo poesía sino esencia de la filosofía humana
Liberación femenina varón y hembra integración del hombre en la mujer

Ideal, la realidad verdad, de amar
Derecho sin machismo ni recodo,
La humanidad no se hunda en ese lodo,
Ven cantar de cantares sin errar.
Con el mismo derecho en su lugar
Macho y hembra es el hombre y lo es en todo
Y enemigos no son de ningún modo,
La fuerza bruta debe terminar.
Realizar la verdad cual debe ser
Es el sueño del hombre, don divino,
Hacer al hombre, un todo por lograr.
Integración por ser es el hogar
Masculino elemento y femenino,
El hombre es uno y otro en la mujer.
Y existe el hombre,
Como varón y hembra
En la mujer.

Amor y vida
Realidad del hombre es el amor inmortal
Cada instante del tiempo lo hace eterno

Valiendo todo sobre todo, amor
Es verdad, que la vida vale nada
Se va la luz, quedándose apagada
La conciencia de ser en su esplendor.

Apegarse a la vida es un error,
Sin desprecio y jamás desesperada
Visión de fe del alma iluminada,
No teman, dijo Cristo sin temor.

Vida eterna es la vida verdadera,
No muere para siempre cuando muere
Quien comparte conmigo y quien me quiere.

Si a las cosas del mundo me prefiere
El amor, es divina primavera,
Florecer de los cielos por doquiera.
No hay que temer
Que el triunfo del amor
Nos da la vida.

Inspiración de Dios
Desde la cumbre de la ciencia y de la fe
Visión de Dios y el universo

El tiempo pasa y queda la verdad
Que es de Dios en el fondo su presencia,
Vida eterna de Cristo en su existencia
Tan inmensa como la eternidad.

La conciencia de Dios que nos alumbre
Viviente en plenitud, pleno entender,
Profundo el universo de su ser
Su divino escalar hasta la cumbre.

Fe divina es visión y es conocer
La cumbre de entender y del saber,
Unida el alma a la divinidad.

Es divino esplendor cual lo merece,
Eterno el Yo de Cristo y permanece
En la belleza de la humanidad.
Cristo en plenitud,
Inspiración de Dios
Y poesía.
Visión de libertad
La esperanza de vida inmortal
Mensaje de la paz del medio oriente
Puede mirar a Buda frente a frente,
Cristiana, la cultura espiritual.

Equilibrio de fuerza universal
Su serena expresión luce elocuente,
Lo mira la cultura de occidente
El Buda en su perfil, paz oriental.

Nada importa el dolor, mueren las olas,
Divina humanidad es una sola
Y espíritu de Dios la eternidad.

Cristo y Buda y el hombre que se inmola
Somos grito que grita libertad,
Liberación, la luz de la verdad.
Perfil de Buda
Y en Cristo frente a frente,
Paz y libertad.

Temporalidad eterna de Cristo
He venido para que tengan vida en abundancia
Dimensión de la misión en la visión de Cristo

Milagro del mirar de su retina
Que mirando perdona los pecados,
Dios que puede quitar el palo dado
Presente eternidad, fuerza divina.

El pasado que existe en el pasado
Encanta recordar y nos fascina,
En el futuro, cuando se adivina
Memoria e ilusión siendo llamados.

El divino poder se extralimita,
Para el hombre es inmensa en su amplitud
La inmensidad divina y su actitud.

A la gloria de Dios que es infinita
Cristo vivo que muere resucita,
Maravilla del tiempo en plenitud.
Es Cristo eterno,
Pasado, y el futuro
Maravilloso.

Dios familia del ser
Intimidad personal de sí mismo su plenitud de ser
Como Creador acción creadora de ser

Bella increada oración como salterio
Sol eterno y zenit que no declina
Profundidad sin fin que no termina
Del reino de los cielos y su imperio.

La intimidad de Dios es un misterio
Inagotable manantial y mina
De amor eterno y realidad divina
Y el ser en pleno con su vida en serio.

Arquetipo de vida familiar
El ser divino y su total esencia
Y el inmenso infinito en su existencia.

Plenitud esencial para engendrar
Consciente de su ser en su presencia
De amor filial, paternidad de amar.
Amor renace
Paternidad que nace,
Pleno en su ser.

La Octava Maravilla

Trascendencia hipercósmica del mundo
Anécdotas de mi vida
Del celibato sacerdotal al matrimonio cristiano

Prólogo del Autor

Amigo lector, ahora que te considero un nuevo amigo quiero hacerte saber que he conversado con mis amigos y familiares y algunos que no lo son siendo como si lo fuesen, y por eso al comunicarme contigo, te participo sobre el tópico de nuestra conversación. Tratábamos de identificar el porqué, por quien y para que publicaría o no este libro, autobiografía de mi vida. Te hago saber que al fin de cuentas de lo que hablamos, descubrí lo más importante que me interesa. Me puse a pensar que Dios es una maravilla en cada ser humano, no solo como individuo sino en la dimensión de la realidad histórica de toda la humanidad. Toda ella es un problema serio para el mismo Dios y para el hombre, a pesar de lo cual estoy seguro que con espíritu de fe creemos que Cristo lo ha resuelto y nos entusiasmamos en resolverlo sabiendo que El, siendo Dios mismo es tambien el mejor amigo del hombre. Me parece que la presencia de Dios se trasluce en el medio divino de la vida de cada quien que le descubre, lo cual es posible si el alma humana se abre a la experiencia de Dios, siendo esto lo que enuncia Cristo al decir que su reino lo establece dentro del ser humano y de la humanidad en la interioridad de la vida del alma. El libro de Job nos señala que la vida del hombre es milicia sobre la faz de la tierra y se debe vivir con espíritu de fe bregando con el bien y el mal con la esperanza cierta de una victoria final en medio de triunfos y derrotas. El justo vive de fe. Recuerdo el mejor consejo de mi padre que jamás olvido de permanecer fuerte en la fe e invencible en la lucha. La fe en Dios como la de Abraham se amplifica en la visión de Cristo que persiste en indicarnos que de nada sirve al hombre ganar el mundo entero si menosprecia como objetivo principal el triunfo de lograr la plenitud gloriosa de la vida del alma que viene a convertirse en el privilegio de ser elegido eternamente al reino de Dios que se gana en el mundo pero que no le pertenece, porque el reino el de Cristo, el de Dios y el del hombre no es de este mundo. Invencible la fe visión del plan de Dios que eleva al hombre y a la humanidad en Cristo cuya redención se verifica eternamente en la plenitud de la resurrección y de la gloria. Que otra visión del destino del hombre es capaz de parangonarse al plan de Dios que anuncia al mundo que el cielo y la tierra pasarán pero no el mensaje ni la misión de su palabra.
Amigo lector, para terminar mi prólogo voy a transcribir para ti el comentario del padre Antonio Téllez que me hizo el honor de presentar “Poesía de la Esperanza” epopeya del ser humano al Yo divino en la Feria del Libro de Guadalajara el tres de Diciembre del dos mil once. Pensé que también vendrá al caso compartir contigo en el prólogo estos dos sonetos inspirados con este particular propósito de introducir para ti la epopeya de mi vida hacia el Yo divino.
1.- El lenguaje es “la casa del ser” y la estancia donde se siente mejor “como un dios, casi dios” es en la estancia de la Poesía (Schlaiermacher, Heidegger, Gadamer)
1.1.- Octavio hace honor, dignifica, crea lenguaje para arropar al hombre, darse el hombre en pluralidad de horizontes el más propio, el más digno, sentirse, comportarse, ser casi un dios. Platón lo afirma en la República: para convivir los hombres en la ciudad es necesario que sean dioses o, al menos, conducirse como si lo fueran.
1.2.- El lenguaje como instrumento comunicador de ideas, hechos y sentimientos, un medio eficaz en los procesos terapéuticos de la interioridad y exterioridad del hombre, en lo privado y lo público, en lo individual y social, en los dramas individuales y colectivos. El hombre como cúmulo de posibilidades de diálogo, de comunicación de conversación para debatir, discurrir, tomar acuerdos y disentir con toda dignidad y libertad en el arduo y sinuoso camino de la búsqueda, encuentro y actuación de la verdad.
1.3.- Solo la palabra, el lenguaje, posee la fuerza esperanzadora de volver a la realidad, de respetarla, estimarla y desarrollarla. Sólo la palabra nos volverá a capacitar para abrir nuestras bocas y nuestros oídos interiores y exteriores para volver a escucharnos, para volver a entendernos, aceptarnos y, de ser posible, ponernos de acuerdo en los océanos y universos por donde deambulamos confundidos, perplejos, extraviados.
2.- Torrencial inquietud inquisitiva.
Estruendo de sed, sed del alma
Con filosofía, con esperanza, con poesía.
2.1.- Es necesario volver a la realidad, pero no a cualquier realidad, sino a la realidad más sublime, excelsa, sagrada, la realidad del espíritu humano con sed de edificación de la personalidad moral, en ara de la búsqueda y encuentro de sí mismo y del otro en el horizonte de lo que hay de interior más digno y libre en el hombre: su mente, su conciencia y su corazón, levanta el vuelo hacia el horizonte de lo místico que da y confiere sentido a lo que el hombre siente, piensa, dice y habla con unidad y coherencia, con intención de voluntad buena, no fingida ni simulada, con certeza verdadera que explica y justifica la existencia humana.
2.2.- Es preciso apuntalar la esperanza de que el día de mañana todo puede ser distinto, de que existe un porvenir que ya está aquí en lo tangible de cada día pero todavía no llega a la plenitud de la vida humana.
2.3.- Requerimos de la buena palabra poética que nos reavive el ánimo para volver a soñar sueños nuevos, para imaginar un mundo que vuelva a ser niño, un mundo en que sea posible lo imposible.
3.- El sueño de esperar es poesía.
3.1.- Vivimos y duramos entre la espera y la esperanza, pero siempre en la condición de pastores cuidando de que no se nos aplace la esperanza, no queremos seguir siendo un país, una familia, una ciudad, una comunidad bucólica, un continente de esperanzas aplazadas (dice el poeta Neruda) : tal vez el año que viene, quizás el sexenio siguiente, puede que el siglo venidero y sin ser los pastores de nuestro ser porque lo hemos confiado a pastores mercenarios y espúreos se nos frustra la esperanza quedándonos en “la dicha fugaz e inicua de perder el tiempo”( R. Leduc) y las ocasiones de crecernos y desarrollarnos en las alturas del espíritu.
3.2.- El poeta que presentamos nos lleva de verso en verso de palabra en palabra a alturas insospechadas del multiforme horizonte del espíritu, de su moralidad, de su espiritualidad, de su mística.
3.3.- Somos filosofía, somos esperanza, somos poesía; ellas son el arsenal para vivir la muerte y para morir la vida. Volvamos a filosofar, reforcemos la esperanza con el vigor del espíritu, volvamos a ejercer la intransferible, irrevocable e irrenunciable vocación de ser poetas como lo testimonia Octavio en Poesía.

Antonio Téllez Martínez, osa.


Sin fama ni gloria del mundo
La historia de la salvación es cada instante del presente futuro de la humanidad
Que se convierte en una eternidad

¿Que me inspira a escribirle a todo mundo?
Yo ignorado del mundo y de la fama
No soy nada ni nadie a quien aclaman,
Tan solo cuento con mi amor profundo.

No existe el mundo para verlo inmundo,
Y amor divino en encendida llama
Es el de Cristo y salvación proclama,
La pureza de Dios y amor rotundo.

No son nada ni nadie sin el hombre
El universo y toda la Creación,
Dios los hizo por gloria de su nombre.

Plenitud en su Voz, Cristo renombre,
La palabra divina en redención
Hasta la cumbre de la resurrección.
El reino de Dios
No es la gloria del mundo,
Lo es de los cielos.

El sueño de la inmortalidad
Deseos de inmortalidad del alma humana la realidad de Cristo
Árbol de la vida cuya plenitud tiene raíz en su divinidad hacia la vida eterna

Todo es una ilusión que ya pasada
Deja todas las cosas como están,
Los sueños de inmortalidad se van
Y en este mundo, no se queda nada.

La muerte nunca tiene coartada
Nadie ignora que algún día morirá,
Realidad inmortal, resucitará,
En la fe de que Cristo volverá.

Frutos de amor que ve la eternidad
Despertar de los sueños inmortales
La profunda raíz de la verdad.

Realidad de los sueños, se hacen reales
Renovados de Cristo en sus ideales
Siendo el árbol de la divinidad.
No vivo yo,
Por el don de la fe
Cristo, vive en mí.


Sinopsis
Baluarte ante lo efímero la eternidad de Cristo
El pasado ya no existe y cada vez menos lejano el futuro pronto se convierte en pasado
Solamente existimos en cada instante del presente
El recuerdo de un futuro inmemorial como momento eterno se identifica en Cristo
Este momento es el de la Eucaristía testamento y testimonio nuevo y eterno
La humanidad puede nutrirse de este alimento manjar divino del cuerpo místico de Cristo
Ven Cristo eterno Y divino presente.
El hombre como fenómeno humano de la existencia se descubre a sí mismo en su hipótesis del tiempo y de la eternidad como teoría de la realidad posible cuyo análisis va analizando a través de un proceso de aspiraciones de su propia epistemología que al final de cuentas más que teoría de conocimiento vine a ser un verdadero artículo imperativo del espíritu sobre la materia de la fe viva. La realidad de creer en sí mismo le exige el aceptar la dimensión de otra realidad superior que le induce hacia ese imperativo absoluto de creer en Dios. Esto lo convierte en objetivo de su vida si decide ser sincero y autentico con la verdad en la autenticidad de su existencia para lograr su destino cuya dimensión es humana y divina.
Autenticidad de Dios en el hombre
Es la verdad de la autenticidad de Cristo
Cuya divinidad es la gloria de la humanidad que Dios mismo nos descubre.

Evidente el axioma de que existe
Lo efímero en su ser sin consistencia,
Se pregunta el porqué de su existencia
Y en su ser, si es posible que subsiste.
La posible verdad de que persiste
Buscando responder con insistencia
Descubre contestando su conciencia
Sabiendo o por saber en qué consiste.
Hay un dato esencial a la verdad
Que supera la duda y sus recodos
Con la intuición de su autenticidad.
Lo autentico del ser es de ese modo
En el espíritu de la unidad,
Una sola verdad lo integra todo.
Es autentico
Que Cristo es el enviado,
Dios lo descubre.


Primera Parte
Realidad del hombre en el cuerpo místico de Cristo
Y autobiografía.
Exordio.
Existe una octava maravilla del mundo en cada hombre cuya autenticidad se realiza como primordial espectáculo delante de Dios y del mundo que hace historia. La historia que se escribe en el libro de la vida. Ese gran día acontece la evidencia total y el inevitable presente compareciendo ante el Creador el ser humano como creatura responsable de su sino y su destino ante la realidad del ser divino. No es cosa solamente de juzgar la vida como teoría de la existencia. Es la verdad real que se ha vivido como práctica de vida vivida con responsabilidad o sin ella. En el contexto de lo que llamamos naturaleza humana los seres humanos aprendemos a ser conscientes de lo que somos y de lo que debemos ser. Aprendemos también el lenguaje que viene a ser como la casa de nuestro ser con las diversas dimensiones que nos competen sean como individuos, como familia y como sociedad en la existencia de nuestra especie y su posible trascendencia. Nuestra realización de seres humanos depende absolutamente de ser creados desde antes de nacer, cuando nacemos y a través de nuestro crecimiento necesario. Solamente así es posible el subsistir de nuestra existencia. Y esta experiencia viene a ser el punto de partida de esa realidad imperativa, absoluta e imprescindible de que somos creaturas capaces de intuir el fondo de esta realidad definitivamente imperativa y correlativa de la idea del Creador en el contexto de la existencia, Dios, autor del ser y de la naturaleza humana.
Ha sido proyección histórica de la humanidad que inicialmente se origina del humanismo de la cultura helénica del pueblo griego, elegir siete maravillas del mundo como realización que destaca entre las tantas que son singular orgullo y admiración grandiosa del espíritu creador que maravilla al ser humano. Estas siete maravillas se han hecho objeto de verificación y divergencia genérica en la cultura universal del humanismo actual en el siglo veintiuno a través de la historia en variadas y diversas dimensiones del arte, la belleza y la naturaleza misma. El título único y exclusivo como octava maravilla del mundo de lo humano y lo divino por antonomasia pertenece a Cristo como paz de la tierra y gloria de los cielos. El es la persona cuya misión de Dios y hombre verdadero tiene una proyección eterna fuera y dentro del cosmos antes y después del tiempo y de todo el universo, perteneciendo al reino de los cielos en su altura y profundidad, intimidad eterna, grandiosa e infinita en la plenitud absoluta del ser y de su ser. Y esta elección como octava y absoluta maravilla única, se origina de las entrañas mismas de Dios.
Y para el hombre viene a ser divinamente admirable su participación vital como autentica realidad de esta octava maravilla al poderse convertir en miembro viviente del cuerpo místico de Cristo. La realidad de Cristo nos propone a Dios no solo como Creador sino como Padre de manera que en esta pequeñez de la tierra casi imperceptible en el universo existe la vida humana y divina. Nacidos de la madre tierra más que nacer de nuestras madres nacemos de la voluntad de Dios con la Navidad, morimos con la Pascua y resucitamos con la gloria de Cristo, en la milicia de su ser y en la realización de su plenitud que proyecta adentrar la humanidad en su cuerpo místico uniéndonos a su ser eternamente. El reino de Dios está en medio de nosotros y dentro de nosotros y es Cristo mismo que se convierte en nuestra propia vida uniéndonos a la suya que es eterna, la vida de su Padre, en El y también esa vida nuestra en nosotros. Y todo esto acontece en un encuentro personal de mutua integración y perfecta amistad inquebrantable entre la persona humana que somos y la persona divina de su ser y nuestro ser o desgraciadamente deja de acontecer. La sabiduría de Dios que justifica o condena al hombre tiene una proyección universal que solo a Él le pertenece y es absurdo para el hombre pretender juzgar al ser divino para justificarlo o condenarlo o tal vez para negarlo. Tras de las puertas infernales tras de las cuales se pierde toda esperanza, se lamenta haberlo pretendido, eternamente. A través de la vida de cada hombre está la misteriosa fuerza del espíritu de Dios que pretende salvarlo con el poder de su amor y su misericordia siendo la salvación tan maravillosa como la gloria de Cristo. El gran error no es que Dios nos deja de su mano sino que nosotros los seres humanos nos dejemos de la mano de Dios.
Primera Parte prosigue en mi autobiografía
Pasajes de mi vida hacia el encuentro con Cristo. El, quien es razón de la existencia humana para todos y cada uno de los seres humanos familia de los hijos de Dios.
Rapsodia uno sobre los preámbulos de nacer.
Ahora más que nunca después de setenta y cinco años me gusta más el nombre que me escogió la abuela paterna. No fue el de mi padre a pesar de ser el primer nieto varón de su descendencia. En la familia por una y otra rama del árbol genealógico no había habido nadie que se llamara Octavio. A no ser que nuestras raíces latinas profundicen tan hondo y sin saberlo en este árbol de nuestros ancestros el octavo hijo de algún latino, verdaderamente muchos siglos atrás, fuese llamado con este nombre por ser el octavo hijo de familia. Irónicamente mi hermano que se llama Carlos como mi padre, sí es el octavo hijo de nuestra familia. Evidentemente siendo un gusto en verdad inmenso el saber cuál es la octava maravilla que ha podido hacer Dios mismo, no es la razón de mi gran alegría por mi nombre la que fuese de mi abuela por importante que lo fuere para ella. La razón de mi alegría es incomparable, con todo el respeto que se merece abuela y bisabuela en su propósito de honrar la memoria del Dr. que atendió a la bisabuela madre, este Dr. cuyo nombre era Octavio y que a su parecer, lograse arrebatarla de las garras de la muerte. Estoy seguro de que mi abuela me comprendería y estaría de acuerdo conmigo, suponiendo que valorase como es debido lo que significa el bautismo cristiano en su dimensión espiritual. Ella y mi abuelo fueron mis padrinos de bautismo.
Mi abuela materna Dolores Rueda de Prieto Díaz murió en la ciudad de México con la ilusión de vivir en lo que hoy es Apaseo el Grande, que es la tierra paterna y mi tierra natal. Ella, mi abuela fascinada por un lugar donde sobreabundase el agua ni lo llegó a conocer ni supo de su historia pre colonial bajo el influjo de aztecas, tarascos y otomíes, ni tampoco se imaginó de la Casa Grande gloria del barroco mexicano, casa que rentaría mi abuelo Emilio que sobrevivió a la abuela. El interés primordial de ambos había sido ese la abundancia de agua. En sus entornos el famoso manantial del Nacimiento daba origen a sus bosques de sabinos. Sus acequias favorecían la multitud de huertos con todo género de árboles frutales y una inmensa variedad de flores tanto ornamentales, decorativas o silvestres que eran el orgullo de toda la región. Mi abuelo según explicaba mi madre pretendía complacer a su querida esposa y tenía tramitado su ascenso de la estación ferroviaria de la hacienda de Cazaderos cerca de San Juan del Río a la estación de mi pueblo de Apaseo. El padre de mi madre don Emilio y según entiendo también su padre don Félix así como otros miembros de sus descendientes fueron empleados ferrocarrileros desde su juventud. Fue así como mi abuelo materno, don Emilio Prieto-Díaz recientemente viudo vino a tomar el cargo de jefe de estación con la responsabilidad de una familia de siete hijos huérfanos de madre. Mis padres se complacían en platicarnos de la familia sorprendiéndonos particularmente lo de la abuela Dolores cuya muerte aconteció como terrible sorpresa, al margen de los planes familiares ya que murió en la sala de operaciones en una operación quirúrgica que aconteció como emergencia. Orgullosa mi madre se deleitaba contando de su mamá Enriquetita por quien ella fue llamada Enriqueta, que en realidad era su abuela por parte de padre y vivía inicialmente con la familia allí en Apaseo y era una linda viejecita de pelo rojizo y ojos azules. Tenían que sentarla en una periquera, silla alta, para peinarle su cabellera que le daba hasta los tobillos. A los dos o tres años de las nupcias de mi abuelo que se casó con una prima de mi padre, mis padres también contrajeron matrimonio. Sobre todo mi madre y a veces también mi padre aludían con frecuencia a su noviazgo en la conversación familiar. Nos contaban de cómo siendo novios en ese entonces con el propósito de verse, mi padre tenía que venir a caballo por la noche desde la Hacienda de Ameche donde trabajaba como joven administrador y de cómo fue asaltado en cierta ocasión. Pero valió la pena correr ese riesgo con tal de ver a mi madre.
Yo memorice desde mis primeros años sobre el lugar donde nací. Me imagino que también mi hermana mayor habría nacido allí. Era la casa de don Maclovio situada al frente de la Casa Grande en el mero corazón de mi terruño de Apaseo. Y debió ser una casa pequeña para la gran familia casi patriarcal que mi abuelo logró más tarde mantener por nueve años en el lugar donde se mudaron con su familia y la nuestra a dos cuadras de la Casa Grande a vuelta de la esquina de Terán sobre lo que históricamente fue el camino real y entonces la calle Morelos. Recuerdo siempre esa dirección inolvidable de toda mi niñez, Morelos 80, diez veces el ocho como simbólica fascinación.
A través de mi vida infantil aprendí las oraciones del amanecer, las del anochecer y las de acción de gracias después de los alimentos. Son bellísimas no solo por su contenido esencial sino por su sabor castizo. El idioma más propio de la oración para comunicarse con Dios es el de todas las lenguas, entendido que lo que Dios busca es la sinceridad del alma y la humildad del corazón. Me imagino que el mismo Dios estaría de acuerdo que le gusta el español, para quien aprendiese del gusto de la poesía de los místicos españoles. Sobre todo el saborear del misticismo amoroso, profundo y apasionado acompañado de la sinceridad del corazón. Yo por mi parte me admiro de tan bella síntesis teológica de estas oraciones en que palpitan con vivacidad única los misterios del Cristianismo que profundizaría en mis estudios de teología. Recuerdo ahora y creo que alude esta oración a esa realidad de toda mi vida, la realidad de que desde aquel entonces nos mostró su generosidad la Divina Providencia. “Gracias te doy Señor por la vida y el sustento. Tú nos lo das por quien eres. No porque yo lo merezca. La Divina Providencia se extienda en cada momento para que nunca nos falte casa, vestido y sustento.” Esta fe y confianza en la Divina Providencia ha caracterizado a nuestra familia toda la vida para la mutua satisfacción del buen Dios que se complace de ser reconocido y por parte nuestra, nos convertimos en beneficiados agradecidos de sufragar nuestras necesidades satisfactoriamente a través de los años de nuestra existencia.

Rapsodia dos. Nueve años de mi infancia.
La casa de Morelos 80 fue donde se estableció como familia patriarcal don Prócoro Esquivel y doña Guadalupe Oliveros de Esquivel, mis abuelos paternos con sus cuatro hijos solteros, con sus dos hijas casaderas y con la pareja de mis padres ya casados, don Carlos Esquivel y doña Enriqueta Díaz de Esquivel y conmigo y mi hermana Dolores dos años mayor que yo. Era una casa inmensa como pequeña finca dentro del pueblo. Era propiedad de Conchita Manríquez que vivía también como parte de la familia hospedada en su cuarto vecino a la pequeña casa donde vivíamos nosotros, y estaba situada a mano izquierda de nuestra casita localizada a la derecha de Conchita y a la izquierda de la entrada de la casa inmensa donde habitaban mis abuelos y mis tíos solteros, conformando todo una misma unidad. Cuando digo inmensa no exagero ni tampoco cuando me refiero a la casa como una pequeña granja. Recuerdo la entrada decorada con unos cuadros con motivos bucólicos en verde y dorado sobre la pared en frente de la entrada a la pequeña estancia donde habitábamos la familia Esquivel Díaz. Pasada la entrada principal había un patio central convertido en jardín hogareño entre dos corredores con arcada en forma de portal. A mano derecha había una inmensa sala que por un tiempo albergaba no uno sino hasta dos pianos. Contiguo a la sala estaba un pasillo y la entrada a la recámara de mis abuelos y al lado dos cuartos albergue de mis tíos, no lo recuerdo pero debía haber otro más para mis tías. Al lado opuesto de este contingente estaba el comedor y la cocina y a mano derecha la entrada a un primer corral donde había el pozo para disponer de agua un cuarto de los retretes de madera y unos trojes para almacenar pastura y el corral en torno para otras aves de corral y las gallinas. El segundo corral era el de las vacas, de las cabras y de los caballos, contingente al cual se comunicaba por una puerta de golpe. Luego seguía un pasaje abrupto que se le llamaba la higuera, la nopalera y un camino hacia un frondoso árbol frutal que se llenaba de moras y era el vigía de donde se divisaba el alfalfal siempre verde a campo abierto cuyo límite era una acequia siempre llena de agua que corría felizmente del Nacimiento a la Calzada y a todos los huertos y sembradíos de los campos de esta región donde lindaba el caserío del pueblo por un camino bordeado de fresnos y callejones adyacentes. El corral de las vacas y las cabras tenía su propia salida con un portón paralelo a la entrada principal. Antes de la salida sobre la pared a un lado había una puerta que comunicaba con el comedor de nuestra pequeña casita y la pared del frente tenía una entrada que comunicaba a un cuarto en ruinas, con todos los techos caídos. Contiguo al comedor estaba nuestra cocina con sus hornillas de carbón y un patiecito al lado con el jazmín que mi madre adoraba. Al lado proseguía una sola recámara para nuestra pequeña familia. Los ventanales que daban a la calle el del comedor y el de la recámara mantienen un recuerdo especial para mí por anécdotas a los que más tarde voy a referirme.
La crianza que me dieron mis padres con el apoyo de todo el contingente familiar durante estos primeros nueve años de mi vida tuvo los pros y los contras que conlleva siempre la experiencia de la vida infantil en búsqueda de identidad y en la formación inicial del carácter y la personalidad. Ahora relaciono casi con clarividencia la dinámica de la familia y el efecto que logró en mí la herencia y el ambiente como factores de mi identidad. No era precisamente un niño de buena índole a pesar de mi inclinación natural a la lealtad y a tratar a toda costa de ser fiel a la verdad con espontanea sencillez. Recuerdo en relación con este tópico aquella anécdota de mi niñez. Aconteció en torno al mes de mayo, el mes de María y de ofrecer flores, con ocasión de una visita a una linda huerta de sabinos, nogales con un gran columpio que en particular atraía mi atención. Sin duda que mi madre y su hermana la tía Telle, como yo también lo estaban pasando de lo mejor ya que a las siete de la noche que pretendíamos salir de la huerta ya estaba cerrada y no había manera de salir. Afortunadamente encontramos una escalera y como decía mi madre haciendo un poder aunque fuese de palo, nos ingeniamos para salir. La advertencia de suma importancia que me repitieron varias veces fue de no decir a mi padre que fuimos a esa huerta y mucho menos que nos encerraron. Cuando mi padre me preguntó como la habíamos pasado yo le comente con toda espontaneidad que no fuese a pensar que fuimos a esa huerta y mucho menos que nos encerraron. Como soy optimista quiero pensar que aun no tenía uso de razón y que más bien que ser una tontería la falta de malicia en este caso me identifica simplemente como alguien inclinado a decir la verdad con espontaneidad.
Creo que mi inclinación a la agresividad desde mi niñez es un tópico urgente para tenerlo bajo control, advertido por el decir de mi madre de que genio y figura hasta la sepultura. La anécdota de violencia que más recuerdo de mi remota niñez se refiere a mi método de usar mis votas mineras para protegerme de la burla de mis compañeros o de uno que otro burlesco pisotón, tal método que fue agrediendo las espinillas de quienes me provocaban. El comentario de una madre que preguntó a su hijo si yo era quien le había agredido fue un sorprendente no te dejes, coge un puñal y méteselo en la barriga. A pesar de que el mensaje era tan agresivo yo persisto en ser precavido y tener la ira bajo control afortunadamente por otra razón superior.
El mueble más importante por antiguo, fuerte y hermoso de nuestra pequeña casa era el juego de comedor que conserva en perfecto estado hasta la fecha mi hermana mayor. La mesa se ha conservado integra y todas las sillas originales se han perdido pero no el hermoso aparador, la vitrina ni el trinchador, todos ellos orgullo de mi madre con su cristalería a través de los años que felizmente a pesar de su terrible enfermedad siempre disfrutó. Recuerdo tres interesantes anécdotas en el comedor. La primera a la que quiero aludir no es para acusar a mi hermana de tramposa sino para aclarar mi situación ante mi madre que me decía que aprendiera de la niña que sí comía todas sus verduras. Resulta que un día se me ocurrió inspeccionar con curiosidad debajo de la mesa y llame a mi madre para enseñarle las verduras depositadas sobre una como tablita de madera allí debajo en esa área frente al lugar donde mi hermana se sentaba a la mesa. Tal vez me lo deban agradecer porque ya no perdió más la oportunidad privándose de las ricas vitaminas que le hacían falta para su desarrollo. Este comedor y en el singularmente la ventana que daba a la calle, fue testigo de mi perezoso atrevimiento con respecto a mi trabajo de escoger los frijoles. De la ración indicada por mi madre la mitad escogía y la otra mitad la arrojaba a la calle por la ventana, hasta que mi padre se extrañó de encontrar frijoles en ese lugar con una constancia que no dejó de crear sospechas, que bien pronto quedarían aclaradas en detrimento de mi holgazanería. Más interesante que andar hurgando en el comedor me encantaba hacerlo tras el ropero de mi madre donde ella tenía un secreto baúl con su traje de matrimonio, tal vez como reliquia del recuerdo. Ella me enseñó la tradicional costumbre de economía infantil llenando de monedas una alcancía. Se trata de mi gato consentido que ya casi estaba hasta el tope lleno de monedas. Un buen día no del todo bueno fui encontrando los pedazos de barro de mi gato sin un centavo para mi desdicha, allí en el dichoso baúl. Mi madre me consoló con la idea de que el gato de mi alcancía tuvo una riña con el gato de la casa y habiendo sido derrotado el ganador se tragó toditito mi dinero. Gracias a Dios ese dinero completó el pago de una visita del Doctor que vino a ver a mi hermana menor enferma de cuidado. Hay recuerdos infantiles que tal vez quedando en mi subconsciente los hago más bien conscientes por la tradición familiar de compartir recuerdos de nuestra primera infancia, sobre todo los más ocurrentes. Quiero aludir a aquella ocasión en que estando enfermo el Doctor vino a verme y al estar auscultando notó mi escapulario y me peguntó para que lo quería quedando tanto él como mi familia sorprendidos de que le respondí que para que Dios me cuidase de las malas lenguas. En otras ocasiones las historias son interesantes en sí mismas.
Sucedía en mis días de recién nacido que la señora Conchita, dueña de la casa y nuestra vecina inmediata me tomó un gran cariño y estuvo pendiente a tenerme en brazos tanto como ella quiso y yo lo pedía y no consentía oírme llorar. Mi tía Tere que era la menor moría de deseos de tomarme en brazos lo cual no le era permitido por su tierna edad. Era la menor de las hermanas de mi padre. Viendo nuestra celosa y dedicada vecina que no estaba en mi cuna se puso a buscarme sin lograr encontrarme por ninguna parte hasta que escucharon mi llanto tras la puerta de la sala de la casa de mis abuelos que fue donde mi tía Tere me escondió para evitar ser sorprendida de andar cargando con tan hermosa y delicada prenda como por cierto lo fuese yo en mi temprana vida. Algo cómico que aconteció incidentalmente y mi padre disfrutaba mucho de referir no fue una travesura infantil intencionada. Aconteció alguna vez al estarme cambiando los pañales mi madre y fue que yo como un geiser infantil la empape toditita a mi pobre mamá con una loción perfumada de penetrante aroma a ácido úrico infantil. Y pensar que esto se hereda hasta mi segunda generación como me refiere mi hija menor según dice ha sucedido con sus hijos mellizos que son mis honorables y lindos nietos quienes más de una vez le han repetido la misma farsa.
Hay recuerdos de la primera infancia de la vida que parecen ser provocados y se despiertan desde el subconsciente a través de recordar las experiencias viendo repetidamente objetos relacionados como el álbum de fotografías, o las prendas de vestir y sus colores o el tipo de tela o el estilo de las mismas que ha quedado en la memoria incipiente en su hábito de retener. Esto me acontece con mi traje de mi confirmación que era de terciopelo rojo. Recuerdo también que mi padrino don Vicente Mendoza de Apaseo el Alto me obsequió los únicos cinco pesos que me diese que fueron para mí como incipiente fortuna. Estoy seguro que mi madre los puso en mi alcancía que ya no fue la del gato de barro. Otra manera de puntualizar en mi memoria los recuerdos de mi niñez es reflexionando comparativamente mi edad con la edad de mis hermanas que más o menos nos llevamos dos años de diferencia. Por ejemplo mi hermana Lupita dos años menor que yo, ha sido la más lloroncita de mis hermanas y tuvimos que darle el bien merecido sobrenombre de llorona a pesar de que esto la ponía enojada pero más bien triste poniéndose a llorar con más ganas al escucharlo. Estoy seguro de que más bien que la siguiente hermana Yolanda fue Lupita la que en más de una ocasión dejaba a mi madre casi exhausta de paciencia sin parar de llorar fuese por sana o por enferma. Lo inolvidable de Yolanda según me creo es algo que no nos causó la felicidad que pretendieron nuestros padres cuando nació el día de los Santos Reyes por lo cual se gastaron el presupuesto en un gran regalo obsequiándonos una hermanita la noche del cinco de Enero aunque el efecto comenzara tal vez algunos días antes por ambos preparativos, de manera que en vez de juguetes había tres bolsos de dulces con una gran paleta de chocolate atada a la bolsa con un lindo moño de varios colores. Antes de que aclarase la luz del amanecer recuerdo haberlas visto en la penumbra sobre la máquina de coser de mi madre que estaba frente a la ventana que daba a la calle quedando esa imagen para siempre en mi memoria. En realidad creo que yo fui el más resentido y no mis hermanas a las que yo hacía este comentario de resentimiento infantil entre farsa y veras más de una sola vez. El siguiente relato se refiere a algo de lo que doy gracias a Dios y se trata de que siempre, me he sentido perfectamente identificado con mi masculinidad. Y me sorprendió más tarde en mi vida saber que hay un porcentaje de hormonas masculinas y femeninas en nuestro organismo cuyo equilibrio tiene que ver con la autenticidad de nuestra virilidad en el hombre o lo peculiar de la mujer en nuestra transformación somática y fisiológica a partir sobre todo de nuestra adolescencia. La anécdota por describir tiene que ver con una serie de cosas que me sorprende hayan acontecido aunque me las explico a satisfacción. Mi hermana mayor tenía su propia cama obsequio de mis abuelos que tal vez perteneció a sus hijos o hijas cuando su etapa infantil. En cuanto a mí se refiere entiendo según recuerdo que yo dormía al lado de mi madre que siempre estaba criando a un bebe menor que yo que tenía su propia cuna. El caso es que mis padres no me convencían que era tiempo que durmiese con mi padre bajo las circunstancias que no me convencían hasta que me dijeron que si no lo hacía un día amanecería convertido en mujercita. Santo remedio desde entonces por una temporada hasta que tuve mi propia cama empecé a dormir con mi padre. El otro asunto de mi identidad masculina pudiera haber sido de mayor cuidado. Aparentemente si no fuese que en realidad mi personalidad testificase todo lo contrario desde aquel entonces, lo que pasó lo interpreto como precocidad resentida relacionada con la atención por la que competimos desde niños en el ambiente familiar. Viendo que mi madre se empeñaba en el peinado de mis hermanas y acostumbraba decorarles al irlas peinando o al terminar su peinado con interesantes y llamativos moños de distintos colores yo le pregunte que porque a mí no me hacía esos moños. Ella espontáneamente me respondió que porque yo era niño y yo aun a la fecha me sorprendo de mi pregunta insistiendo sobre el tópico al decirle, y porque yo no ero una niña, textualmente. Es una fortuna el que mi espíritu de libertad que rallaba en los límites del libertinaje que profesaba de vez en cuando me lanzó fuera de casa para relacionarme con chicos de mi sexo como amigos, ya que siempre estuve rodeado de niñas en casa con mi padre constantemente ocupado fuera y yo con la compañía de ocho hermanas y mi querida madre. A este propósito de mi tendencia y espíritu precoz de libertad inquisitiva menciono la historia de mi primera riata infantil de charro mexicano que parece me trajeron de San Juan del Río. En vista de que me inicie en investigar los alrededores de la pequeña casa en torno a la gran casa y a veces salirme a la misma calle y a las casas vecinas, mi madre siempre ocupada sobre todo cuando lavaba me ataba de un pilar junto a la enredadera de su jazmín haciendo un lazo en mi cintura con mi propia pequeña riata. Un día que no me vio clandestinamente me le escape y ella al no verme más por allí cerca se asomó para verificar que de hecho no estaba allí y lo único que encontró fueron mis pantalones amarrados por la riata ya que me salí en calzoncillos a indagar por la misma calle donde finalmente me encontrara. La expresión andar de callejero que tenía una seria interpretación negativa para mis padres era un posible riesgo para mí por mi curiosidad de lo desconocido y mi temeridad de hacer más o menos lo que me venía en mente tarde o temprano cuando se presentase la oportunidad. En realidad esto de la calle que sí vendría a ser un problema más tarde, en mi vida infantil de entonces fue solamente un incidente que de algún modo daba indicios de algo que aun estaba por esperar. Mi radio de acción por investigar no había cubierto aun la casa de mis abuelos que de inmediato esperaba a lo que seguiría que sería lo de indagar mis inmediatos vecinos después de mis familiares. Era imperativo familiarizarse con la trayectoria de nuestra casita cruzando los patios hacia el primer corral para llegar al retrete único para ambas familias porque estaba situado como deje descrito anteriormente en esa área del lugar de la casa de los abuelos. Yo no recuerdo que la red de entubamiento de agua existiera entonces en nuestras viviendas, sujetos incondicionalmente para el servicio de agua a la del pozo y de la acequia cercana. Los límites convencionales de nuestras casas estaban bien definidos de manera implícita sin causar problemas gracias a lo bien equilibrado que acontecía nuestro parámetro de acción por una buena relación familiar de casi excelentes vecinos. Yo tarde más de lo razonablemente imaginado en entender los secretos de mi mamá y mi abuela cuando me pedía mi madre que fuese a pedirle un poco de tenme acá y ella, mi abuela me decía, sí hijito siéntate en esa sillita que ahora te lo voy a buscar. Cuando convenía en el tiempo pertinente de mi regreso o me informaba de que no lo podía encontrar y tal vez no lo tenía o me daba cualquier bobería. Algo que me interesaba hacer comedidamente por ayudar a mi abuela según yo, era sorprenderla con los huevos de las gallinas que acababan de poner. Ella ya sabía de sus gallinas ponedoras y las encerraba en un utensilio para ese propósito que era un cajón rectangular de lámina que contaba con cinco o seis compartimientos como trampa que tenían una especie de cortina de lámina con sus agujeros, esa trampa también se podía abrir y cerrar fácilmente sin que la gallina pudiese salir. Mi familia hacía fiesta a la anécdota de algo que alguna vez yo le dije a una gallina que no había puesto aun y tal vez era mi estribillo consuetudinario decirles a las demás, “ya poniste huevo, no has ponido nada y allí te quedarás.”
Las relaciones con la familia de mi abuelo materno aparecen casi tan solo esporádicamente comparándoles con la de mis abuelos paternos y su familia. Hay un pormenor que me hace pensar que esto no fue así inicialmente y que prefiero reservarme. Sin embargo hay otro algo a lo que sí quiero referirme y es que creo identificar lo que definiría como el primer gesto de la autoridad paterna sobre los dos primeros niños de la familia que entonces éramos Dolle mi hermana mayor y yo. Y esto nos lo refería mi madre y es que en esa ocasión de aquel entonces nuestro primo Enrique hijo de mi abuelo materno casado con una prima de mi padre como ya he referido, quien venía siendo también nuestro tío que me llevaba un año siendo mayor pero aun estando en el proceso de aprender a hablar les llamaba a mi madre Teta y a mi papá Tallo, naturalmente enterado en su capacidad infantil de alguna manera de que sus nombres eran Carlos y Enriqueta. Fue así como nosotros, mi hermana y yo dimos en llamarles de la misma manera que nuestro primo hasta que intervino mi padre haciéndonos saber que ya no habría más para nosotros sus hijos lo de llamarles Tallo y Teta porque a partir de entonces deberíamos entender y consiguientemente llamarles papá y mamá. Esto en realidad no lo recuerdo sino por referencia como lo que sí recuerdo vivamente ser experiencias vividas son escenas muy gratas que debieron ser realmente incipientes a nuestra memoria infantil y era uno como juego travieso lleno de singular cariño por parte de mi padre. Tal vez sobre el fin de semana que no tenía que ir a la oficina de gobierno donde trabajaba en la secretaría. Le gustaba hacernos reír con las cosquillas de su barba sin rasurar sobre nuestras mejillas con expresiones de halagüeña y tierna algarabía paternal poco comunes en la personalidad más bien seria de mi papá.
Algo muy importante de referir de mi abuelo Cocorito que se llamaba Prócoro es sobre su magnanimidad. Le llamamos así todos los nietos con especial cariño, me refiero a sus nietos por la rama Esquivel. Fue con nosotros muy generoso, con sus primeros nietos y más tarde con todos los demás. A mi hermana y a mí que le veíamos casi todos los días nos acostumbraba obsequiar un centavo como cariñosa dádiva que se convirtió en costumbre. En esos días las monedas comunes de cambio mínimo eran entre uno y diez centavos menos comunes las de dos que las de cinco centavos. Mi hermana mayor no conforme más con un centavo prescindiendo de él hizo entender a mi abuelo que esperaba un poco más y él le regaló una moneda de dos centavos que rechazó ella también como indicio de que esperaba la de cinco centavos que no logró. Yo que recogí la de dos contando con las dos anteriores ya tenía cuatro y me sentí orgulloso de casi llegar a los cinco centavos que ella deseaba. Es verdad que la economía familiar infantil se sujeta a evolución lógica tanto de la edad del consumidor como de los cambios del valor de la moneda y mi abuelo sin elucubraciones ofrecía amable y generosamente algo que desde su inicio le salía espontaneo de su corazón generoso en un estímulo que competía primordialmente más bien a mi padre. Creo que su persistente generosidad de darnos una moneda de cinco centavos esporádicamente durante la semana y diez centavos de domingo aconteció hasta que ya pasaba yo los nueve años que considero como la segunda parte de mi infancia anterior a mi adolescencia.
Mis aventuras en explorar toda la gran casa fueron con un joven vaquero que además era responsable de la pastura que consistía en el rastrojo de la cosecha del maíz y en la alfalfa que cortaba del alfalfal del gran solar de la parte trasera de la casa. La experiencia más atractiva que recuerdo fue la de acompañarle cuando iba de cacería con su escopeta de municiones que aderezaba para disparar con pólvora una vez que rellenaba el cañón. Las más de las veces lo que le interesaba era el de casar güilotas que de inmediato desplumaba y exponía adecuadamente sobre las brazas de una lumbrada que improvisaba con leños y ramas secas que encontraba en el contorno por donde andábamos de casería. El ya estaba provisto de sal y después de salarlas me invitaba a compartir con él. No sé porque pero esas lumbradas me hacían pensar en los sacrificios de los personajes que iba conociendo en historia sagrada en mis primeras clases de la escuela parroquial. Me ponía a ver si el humo subía o se esparcía al derredor atribuyendo más que a la dirección del viento a la idea de si a Dios le complacía o no la ofrenda como nos contaban sucedería con las ofrendas de Caín y Abel hermanos protagonistas del bien y del mal.
Mis relaciones con mis tíos eran afables y amistosamente varoniles. Me encantaba que me tomaran ambas manos cuando una vez agachado habiendo introducido mis brazos entre mis piernas ellos me daban la vuelta hasta la altura de su cara haciéndome dar una gran maroma fenomenal. Algo que se pasó de la raya y pudo haberme dejado sin vida fue el simulacro de fusilamiento con un rifle de calibre veintidós que uno de mis tíos estuvo a punto de disparar. Afortunadamente se le ocurrió revisar si estaba cargado y resultó que sí, asustándose en gran manera de lo que estuvo a punto de acontecer. En tiempo de las cosechas yo hacía de las mías en grande sobre el rastrojo o la paja en los trojes del corral que se amontonaba a gran altura que me gustaba escalar y tirarme rodando volviendo a subir y repetir lo mismo hasta el cansancio. Y sobre los costales repletos de maíz o de frijol sobre los que brincaba incansablemente como un saltimbanqui que casi parecía ser profesional. Mis tíos eran aficionados a armar sus papalotes bien grandes, a veces hechos de manta y con el armazón de carrizo que tal vez para volar requerirían un vendaval. Yo siempre eche de menos con quien volar un papalote más discreto de manipular y en esta diversión como en la de pescar nunca tuve éxito con la experiencia que disfrutaban mis tíos mayores que yo, y yo, sin poder disfrutar.
Mi amistad con mi primo Enrique tal vez era lo que hacía posible raramente la oportunidad de relacionarnos con la familia política de mi madre. En una ocasión mi hermana y yo estuvimos visitando y nos sentamos a la radio a atender un programa infantil de particular interés. Cuando nos dimos cuenta ya estaba oscureciendo de manera que al llegar a casa recibimos un fuerte castigo y nos ordenaron ponernos de rodillas y quedar hincados en el comedor. El comedor estaba a oscuras y yo percibía por una rendija de la puerta al corral cierta luminosidad movediza entre la sombra que me hizo pensar y exclamar que era el demonio. Mi hermana se asustó más que yo y salimos dando gritos en busca de nuestros padres que estaban en casa de mis abuelos sin que nosotros nos hubiésemos percatado de ello. A partir de entonces las visitas a la casa de mi abuelo materno de mi parte fueron esporádicas y nulas según entiendo por parte de mi hermana.
En frente de nuestra casa vivía la familia de Don Ramón Mejía un señor que tuvo fama de rico y de que pagaba en oro no solo en México donde estudió sino aun en la cantina que frecuentase. Estaba casado con la Sra. Doña Amelia conocida mejor como Melita quien habiendo estudiado piano en París y dado algún concierto en Bellas Artes de la ciudad de México en verdad lo tocaba de maravilla. Este matrimonio vecino tenía tres hijos de familia, un hombre, Paco y dos mujeres, Lupita y Chavelita Mejía. Para el propósito de jugar y crecer felizmente con inolvidable amistad la cuestión vino a ser el comenzar porque se nos iba el tiempo a Dolle mi hermana y a mí en visitar de manera que teníamos que espiar la ausencia de nuestro padre en casa para que no supiese de nuestra hora de salida o de llegada. Se nos pasaba el día sin sentir. Y no era tanto por la música que en cuanto a mí toca el mayor provecho de ella en ese entonces fue el que se me quedó en el cerebro penetrando hasta en el subconsciente para disfrutarla después toda una vida de todo corazón. Lo digo porque hasta la fecha el escuchar melodías sobre todo de Chopin es lo mismo que volver a los años de mi infancia. La diferencia de edad no me favorecía compartir con Paco bastante mayor que las tres niñas y yo, en cuanto a edad Lupita y Dolle eran casi de la misma edad lo mismo que nos sucedía entre Chavelita y yo. El contraste en la manera de vestir en casa, era notorio entre los papas y mamas Esquivel y los Mejía. Sobre todo Don Ramón que usaba botas altas mineras y un pantalón de pana gruesa con bombachos laterales de la rodilla a la cintura y uno como sobre parche bien cortado en la parte trasera del pantalón y un sombrero cuyo estilo identifique más tarde y que en mi pueblo le llaman “saracov” y era color kaki. Me daba la impresión de ser una persona alta y fornida tal vez por el contraste con mi pequeñez de infante frente a alguien extraño en su atavío para mi experiencia de entonces. Algo parecido me acontecía al ver la manera de vestir lo más frecuentemente en su casa a la señora Melita a quien la recuerdo con una bata que me parecía llamativa por el barroco de su diseño contrastando en su color entre el blanco y el azul. La manera de vestir de mis padres no tenía la peculiaridad formal de la informalidad de estar en casa y tanto como mi padre, mi madre y también nosotros vestíamos la ropa del diario, y en nuestro caso el uniforme de la escuela o compartiendo la costumbre peculiar de la ropa del domingo o de salir. Teníamos Dolle y yo unos abrigos idénticos de hermosa lana azul marino con sus botones dorados y su escudo de marinero muy elegantes que siempre me parecieron a mí de buena clase comparados con las demás prendas de vestir. Me imagino que la tía Luisita de la ciudad de México, con quien vivió mi madre antes de su venida a Apaseo, se quiso realmente lucir en su visita deseando mostrarle su gran cariño a ella como a nosotros sus primeros sobrinos nietos por el lado de su media hermana ya ausente de nuestro mundo. Volviendo a la experiencia de nuestros días en la casa de los Mejía quiero mencionar que gracias a Dios fui afortunado cuando me tomaban como paciente y echando mano a las inyecciones que se suponía ser inyectadas a Don Ramón cuando estuvo enfermo, me las inyectaban a mí solamente frotándome la solución lo cual sin duda me hacía un niño afortunado. En realidad no lo fui siempre y me refiero a dos ocasiones. Una cuando invitaban a Dolle al Peñón, una propiedad en el cerro donde pasaban los días de vacaciones pero no me incluían a mí por ser un niño. Y la otra en la que a pesar de ser niño demostré ser todo un hombre muy digno o mejor ignorante caballero. A Dolle y a Lupita se les ocurrió ser nuestras madrinas de matrimonio y que Chavelita y yo nos íbamos de viaje de boda a Acapulco. Al subir a un carro de mulas abandonado en el corral de la casa no sé en qué forma sufrí un accidente cayendo en cima de un tremendo clavo que me hizo un orificio más que considerable en la parte lateral superior del muslo izquierdo bien cerca de la región glútea. Las madrinas volvieron a hacer de enfermeras y para detenerme la sangre me ataron la pierna en torno a la entrepierna con una pieza de tela nada limpia con que ataban un trapeador. Fueron días y meses de cuidados los de mi madre que por largo tiempo me curó la herida lavándome con agua de malva hasta su exitosa cicatrización que me dejó una cicatriz indeleble y un recuerdo inolvidable.
Los vecinos de la casa al lado del cuarto en ruinas y del corral de las vacas tenían un camión de pasajeros que todos los días de la semana salía temprano y regresaba tarde y lo manejaba su mismo dueño Don Luis Primo haciendo la ruta del camino viejo de Apaseo a Querétaro. Me refiero a este camión que se llamaba “el Fargo” porque cuando estaba aprendiendo a leer creí que había un error en el gran letrero al lado del autobús y debía ser “el Faro”. La esposa de Don Luis se llamaba Juanita Cabrera de Primo y era una señora tan afable y bondadosa como mi madre. El hijo menor de la familia cuyo nombre es Alfonso dos años mayor que yo y que tenía una personalidad dominante me imagino que determinó el que mi padre no veía con buenos ojos que tuviese amistad con él. Ahora al recordar comprendo que tenía razón. Aunque nunca me invitó a fumar siendo yo tan pequeño si me percataba de que el escondía una cajetilla de cigarros de marca “Soberbios” de los que fumaba su padre. El los tenía en su escondite en el segundo piso que como el cuarto contiguo de mi casa a la suya también estaba en ruinas. Desde esa azotea se veía todo el corral de mi casa hasta el alfalfal y la acequia. La tía Pacita actualmente viuda de mi tío Bernardo con quien formó un hermoso hogar me recordaba una anécdota que yo ya ni tenía en mente teniéndolo en el olvido de mi memoria. Se trata de lo que me dijo de su hermano Alfonso en una ocasión que yo estaba haciendo una payasada burlona dando pasos solemnes frente a él, comiéndome un pan, tal vez el que Conchita me acostumbraba obsequiar y yo pretendía saborearlo sin invitarle a probar. Entonces el muy majadero de su hermano, cito lo que me dijo su hermana, me pidió que se lo mostrase de cerca dándole con la mano de modo que me lo tiró al suelo. La amistad con Alfonso acusa una de mis debilidades de aspirar a establecer relaciones con mayores que yo, lo cual me acarrearía serios problemas en mi madura infancia que pudieron tener peores consecuencias de las que quiero creer el Ángel de mi guarda y la Divina Providencia me libraron. Aparte del camión “Fargo” lo que más llamaba mi atención de la casa de mis vecinos es que tenían un pozo del que sacaban agua con un mecanismo de mano que al manipularlo por una palanca hacía subir el agua por bombeo. También me llamaba la atención un árbol de granado cuyos frutos Santitos, una viejecita familiar y muy importante en casa de los Primo cubría con un bolso de papel. Las granadas a punto de madurar las declaraba su derecho a la propiedad usufructo de su generoso granado. Mis primas que son las hijas de la tía Pacita se admiran de que yo les informe de una expresión típica de su abuela Juanita. Cuando conversaba usaba como estribillo una exclamación muy suya de la que ellas ni sabían, acostumbraba introducir su “es decir que….” en el contexto casi de cada conversación. Y yo mismo me quedo admirado de tantas cosas que recuerdo de estos vecinos y como ato y desato relaciones familiares y acontecimientos que ahora entiendo. En particular que el estilo de casas antiguas y la relación familiar de estas cuatro familias emparentadas en primera línea indican la antigüedad con que habían echado raíces en mi tierra natal. Estas eran las casas de Don José Estrella casado con una hermana de Don Luis Primo, Don Carlos Muñoz-Ledo casado con una hermana de Juanita llamada Rosalía y Don Jesús Cabrera hermano de Juanita casado con doña Margarita hermana de don Carlos. Actualmente la casa de los Primo sigue en pie o más bien a gatas por la triste condición en que se encuentra como un fantasma del ayer. Pepe Primo hermano soltero de Pasita vive allí y no se ha borrado en mi memoria y le recuerdo cuando se quebró un bazo y estaba en tratamiento con un entablillado que tenía pendiente una bolsa de arena que no sé porque tenía que cargar. Pepe acostumbraba invitarnos con Alfonso su hermano a darnos toques eléctricos con una maquinita que los originaba al maniobrar con rapidez una manivela y a veces para hacerlos más intensos metía los mangos de metal en un lavamanos con agua. Al lado de los Primo vivía un señor que me impresionaba como alguien siniestro porque le faltaba un brazo, y en la casa contigua vivía el matrimonio de Socorrito y su marido cuyo nombre no recuerdo si era Antonio pero sí recuerdo que era el organista de la Iglesia Parroquial. Allí vivían también Benita y Sofía que tenían una tiendecita a la entrada de la casa y todos ellos daban la impresión de convivir como familiares. Más tarde en la vida cuando Chavelita y su esposo Pedro heredaron esa propiedad que compró Melita me entere de que Don Basilio el abuelo de mi Cocorito originalmente era el dueño de esa propiedad y que una hija adoptiva suya el mismo Don Basilio la había puesto a vivir allí. También mi padre comentó alguna vez que su tío Genaro de Ojo Zarco le platicó de esa casa y le dijo que se le heredaría a él eventualmente sin entrar en pormenores reales sobre este asunto. Lo peculiar de los dueños de Ojo Zarco con relación a nuestro árbol genealógico es que don Francisco Vázquez y doña Guadalupe Ojeda que fueron los dueños de quienes se tiene referencia más remota fueron los padres de José Trinidad Vázquez cuya hija Ascensión vino a ser la esposa de don Basilio abuelo de mi abuelo Prócoro a quien ya me he referido. Don Carlos el hijo de don Basilio y padre de mi abuelo se casó con una hija de José Vázquez hermano de José Trinidad de manera que por el lado de los Vázquez se duplicó el parentesco de los descendientes Esquivel de Ojo Zarco. Entre las pocas casas de doble piso que se edificaron en Apaseo, si no interprete mal lo que escuche, había otra cuyos altos estaban en ruinas donde vivían unos compañeros míos de la primaria que se apellidaban A paseo, y entendí que fue casa de Don Carlos el abuelo paterno de mi padre. Esto que me imagino es algo que sabría a ciencia cierta si lo hubiese platicado con mi abuelo Cocorito cuando salíamos a andar a caballo los sábados, yo en una yegüita que me compró mi padre y me la vendió cuando reprobé el cuarto grado en la escuela. Lo que sí me platicó en aquel entonces fue que su papá Don Carlos hijo de Don Basilio en una mala época en que no había trabajo y las cosechas del temporal fueron pésimas determinó limpiar el pedregal del cerro de Jocoqui dejando como recuerdo a través de los años una región notoria en el cerro por las muchas mojoneras que formaron las piedras amontonadas. El doble propósito de este proyecto fue que la gente tuviese trabajo y el cerro, más terreno de sembradío.
De las pocas casas de dos pisos en mi pueblo natal a la que guardo especial cariño y recuerdo con afecto es la que llamábamos familiar y orgullosamente la casa de altos. No se puede parangonar ni lejanamente con la Casa Grande que rentó mi abuelo materno para él y su familia antes de mudarse a la que definitivamente compró. En esa gran joya del barroco mexicano yo pase una noche como consecuencia de un accidente en el que me descalabre por andar tratando de cogerme de la varilla del volantín de los caballitos de los juego mecánicos que por temporadas se establecían en la explanada frente a la Casa Grande. Mi aventura de la casa de altos me parece interesante de recordar porque me revela la dinámica de mi sicología infantil a tan temprana edad. No sé cuál de las dos anécdotas sucedería primero relacionada con la invitación que sus hermanas solteras hacían a mi madre para comer en familia invitando a mi abuelo Emilio a la casa de altos donde ellas vivían. Quiero suponer que la primera fue aquella en la que estando mi abuelo Emilio en la cabecera opuesta de la mesa de manera que yo estaba a ojos vistos para él en el lugar donde yo comía. El me preguntó al verme coger el plato alzándolo con una mano para servirme en la cuchara el poco caldo que quedaba, ¿niño, quien te ha enseñado a hacer esto? Yo tranquilamente le conteste, ¡mi mamá! No estoy seguro cual sería la reacción de los comensales ante mi abuelo que era tan estricto en las reglas de urbanidad. El caso de la segunda invitación fue la del chasco y la frustración que yo tuve al saber que los niños comeríamos en la cocina y no en la mesa donde solamente se sentarían los adultos que disfrutarían de una mesa tan elegantemente dispuesta para celebrar el cumpleaños de mi tío Porfirio el mayor de los hermanos de mi mamá. Allí sobre la mesa de la cocina había una botella de tequila san Martín. No sé como analizar la información que habría yo almacenado en mi consciente o subconsciente que me impulsara a hacerlo, el hecho es que lo hice y bebí pretendiendo que me había emborrachado de inmediato, cosa que en realidad no sucedió sino hasta que subí a la planta alta y me viene rodando escaleras abajo habiendo vuelto el estómago. No me acuerdo de nada más, sino hasta el día siguiente que no supe más consecuencias del acontecimiento.
Volviendo a los eventos de nuestro diario vivir en la pequeña casa nuestra de Morelos 80 quede de referir anécdotas que nos pasaron a mi mamá y a mí. Esto precisamente junto a la ventana, donde a través de los visillos nos ocultaban de mirones de la calle y nos permitían observar desde dentro lo que estaba pasando allá en el mundo de fuera. Me cuenta mi madre que sucedió un buen día en torno a la novena de la Natividad que era la fiesta del templo de la Pastorcita a una cuadra de donde vivíamos que pasó un vehículo e incidentalmente yo le pregunte que quienes iban en el. Ella me contestó que era el Sr. Cura de la Parroquia y que también iba con él su mamá doña Pachita. Dice mi madre que entonces yo le hice el siguiente comentario diciéndole que cuando ella ya tuviera canas en su cabeza igualmente que el Sr. Cura y su mamá ella iría conmigo en un automóvil. No sé si fue una verdad real o de su imperativa ensoñación, pero el hecho es que se convirtió en realidad eventualmente pasados algunos lustros. Fue allí también donde se hizo célebre en la familia mi respuesta sobre que haría yo en la vida cuando fuese mayor y les conteste que si seguía la guerra yo me metería de cura porque no quería que me mandaran a la guerra y si no seguía me casaría. Algo similar que en cierta forma vino a ser un comentario profético que hizo la señora Tina que le lavaba ropa a mi madre fue el que al verme rondando en torno a mi madre cuando platicaba con ella dijo mire este niño ya verá que cuando sea grande será un cura cevil queriendo decir civil. La verdad es que ordenado sacerdote católico por el carácter sacerdotal para siempre logre obtener mi dispensa de ser clérigo convirtiéndome a querer o no en un cura civil. Allí también aconteció un peligroso incidente en el que poco faltó para que perdiese un ojo. Mi madre gustaba de hacerse un peinado en el que me impresionaba algo que ella llamaba su rol al lado de uno de los parietales de su cabeza. Yo le molestaba haciéndole la farsa de tocarle el pelo diciéndole ¡ay mamá, tu rol! Y ella que estaba cociendo siguiéndome el juego me hacía como que me pinchaba con la aguja. Como yo brincaba como mono de resorte entusiasmado con la farsa quede pinchado precisamente en la frente bien cerca del ojo quedándoseme prendida la aguja. Y en seguida corrí a la casa de mi abuela acusando traidoramente tal vez a mi madre por lo que me había pasado. Es la única vez que escuche a mi abuela Lupita reprender a mi pobre mamá que sin duda se sintió inmensamente avergonzada. Gracias a Dios no me pasó nada en el ojo y descubrí que tratándose del instinto de mi propia conservación ni mi madre se escapaba.
Al recordar este incidente que voy a referir me avergüenzo y arrepiento de haberles hecho a mis hermanas esta mala pasada según se verá de lo que se trata y que hice con Enrique mi primo. Creo que es uno de los momentos de mi vida en los que la parábola del trigo y la cizaña me sientan a la medida al permitir que la malicia penetrase en mi alma. No recuerdo si fueron solamente mis hermanas nuestras víctimas o también algunas amigas que colaboraron en la labor de colectar los cascarones, de llenarlos de confeti o agua florida y de pintarlos de colores y cubrirlos con papel de china también de distintos colores. Todo esto lo tenían guardado para el martes de carnaval en una alacena y Enrique mi primo y yo nos lo llevamos casi todo clandestinamente de manera que cuando vinieron a buscar no encontraron nada. Comprendo que esto fue a más de un grave hurto una verdadera villanía. Y pensar que ni siquiera me logro acordar de las consecuencias y el castigo por haberlo hecho. Tampoco recuerdo a ciencia cierta si aceptamos la responsabilidad de lo que hicimos o negamos socarronamente el haberlo hecho.
Habiendo nacido en Septiembre de mil novecientos treinta y seis tal vez fue a principios del cuarenta o del cuarenta y uno que se iniciaron intentos de que atendiese a la escuela. Recuerdo por los utensilios que usaba de mi primera experiencia escolar infantil que era como un simulacro de escuela el kínder donde atendía y que ya de alguna manera era y vendría a ser parte de la escuela parroquial. Lo digo porque la enseñanza era solamente para un grupo de pequeñines que teníamos nuestro cajón de madera como pequeño escritorio, una silla de baja altura y de tejido de tules y una pizarra manual y algunos gises para escribir sobre ella. Creo que de la casa a la que inicialmente atendimos fuimos trasladados al colegio de las niñas donde las religiosas del Verbo encarnado impartían la educación primaria a las niñas de la escuela parroquial. Esto no duró más de un año según creo. Me parece recordar que fue entonces que oí por vez primera cuando se decía que visitaría la escuela el Inspector de Guanajuato y que escondiésemos los libros de Historia sagrada prohibidos por la ley del gobierno. Lo que no entiendo es que no se para que le tenía en mi equipaje escolar si aun no sabía leer. Cuando partimos del Colegio de las niñas a la escuela parroquial para niños que se vino a llamar Colegio Particular Guanajuato su Director no era entonces Don Jesús León sino alguien que se apellidaba Estrada creo que su nombre era Jesús y era de Querétaro, hermano de Juan Estrada un matador de toros que fue bueno pero no tan famoso. Mi primara maestra fue la señorita Guadalupe Estrada hermana del torero y del señor director de la escuela. Ella me quería mucho a tal punto que me dejó sin mi traje azul de enanito que me gustaba muchísimo con su cascabel en la punta de cada pie, con el salí en la fiesta de representación de fin de año, por supuesto a ella le gustaba también. A esta maestra la eche mucho de menos de manera que más bien que de mis siguientes maestros me acuerdo de los libros de lectura que siguieron al que fue un método onomatopéyico de enseñanza y los siguientes según el curso fueron el Poco a poco al que seguía el Adelante. Y el que más me gustó y el último que leía en primaria fue el Corazón diario de un niño de Edmundo de Amisis cuyos tópicos infantiles tenían su sabor italiano en lo cultural y social, naturalmente estaban relacionados con la identidad de su autor que era de Italia.
En contraste con mi hermana mayor que fue una estudiante excelente desde el principio hasta el fin de su educación académica yo iba de mal en peor y todo diagnosticaba y pronosticaba un seguro fracaso escolar. Ella siempre terminaba el año con bandas de excelencia o de honor y lo reitero yo yendo de mal en peor reprobé el cuarto año de primaria. Mi padre queriéndome estimular me había comprado una linda yegüita ya que me había regalado su silla de montar de su niñez. Yo era tan mal calculador que escuchando cuando negociaba la compra le pedían cien pesos y el mi padre ofrecía noventa. Y me decía para mis adentros si no se ponen de acuerdo yo lo puedo arreglar con un peso de diferencia, lo cual era incorrecto porque de noventa a cien la diferencia no es uno sino diez. Definitivamente no tuve más remedio que resignarme cuando la vendió y me quede con el consuelo de montar la linda yegua alazana que el montaba y yo lo podría hacer cuando estaba disponible, generalmente el fin de semana. En ese entonces no me explicaba la razón de mi fracaso académico ni me imaginaba que en gran parte no era mi culpa debido a mi personalidad hiperactiva y con gran deficiencia en la capacidad de concentrarme y retener y atender al proceso general de proseguir el método del modo de aprender. Haciendo memoria me acuerdo que mi imaginación ante el libro de lectura al ver los grabados por ejemplo de un tren, me sugería inventarme una historia con la que fantaseaba, de manera que pretendía al ir inventando mi propia historia hacer creer que leía en vez de leer lo que estaba escrito.
Cuando se trató de hacer la primera comunión con mi hermana Dolle no la pude hacer por no poder memorizar el Señor mío Jesucristo a pesar de los repasos de mi madre conmigo al lado de su máquina de coser. Ni siquiera estoy seguro si me lo aprendí cuando vine a hacer mi primera comunión con Lupita mi hermana menor cuando cumplí los nueve años. La señorita Imelda que fue madrina de Lupita nos dio clase de catecismo en su casa para prepararnos debidamente. Fue en su clase donde por primer vez me sentí atraído por conceptos metafísicos como el de la nada cuando Dios hizo toda la Creación. Más tarde en la vida tuve la oportunidad de entender que se aprenden ciertas cosas por un proceso de intuición. Capte la idea del concepto de eternidad con el ejemplo de quien la visitó un segundo y cuando regresó ya el tiempo había pasado infinidad de años encontrándose el personaje en cuestión en un mundo desconocido. Me impresionó mucho cuando me dijeron acercándome a una fogata que encendieron que ese fuego solo era pintado y que el fuego real que si quemaba con verdadero tormento era el del infierno. Mas no por eso tarde en dejar de hacer de las mías como fue cuando me subí al nogal de la casa de la señorita Imelda presumiendo al coger las nueces que no era necesario que me aprendiese el catecismo para lograr tenerlas y comerlas. Mi padrino de primera comunión fue mi tío Prócoro hermano de mi padre. El siempre me demostró la seriedad con que tomaba ser mi padrino por la manera afectuosa de tratarme y lo increíblemente generoso que fue conmigo toda la vida. El sabía dar de corazón y sin medida. La donación más generosa que me hizo fue la de una yegua alazana muy fina, precioso animal muy caro que mi tío Bernardo me hizo favor de trasladar de nuestro pueblo natal a la Parroquia de Huaniqueo un pueblito de Michoacán entre las montañas y la gran ciénaga de la ciudad de Zacapu. Eso fue muchos años después de mi primera comunión, precisamente dos años después de mi ordenación como sacerdote en diciembre del mil novecientos sesenta.
Todos mis tíos me mostraron especial afecto como su primer sobrino varón entre todos los sobrinos. Y con respecto a mi padre a pesar de sus diferencias entre ellos también mis tíos le mostraron singular respeto por ser el mayor de los hermanos. Por nueve años las obligaciones de mi padre se intercalaban en esa responsabilidad de responder a su función de primogénito de su familia de origen y padre del nuevo hogar que estaba iniciando. El se levantaba bien temprano para hacerse cargo de la ordeña de cabras y vacas y de que la leche estuviese a disposición presta para que mi abuela pudiera hacer el reparto correspondiente de la que se vendía y la que se gastaba en una y otra familia. Y así mismo tomaba la delantera en los asuntos de las siembras. Inclusive él, mi padre, consiguió que mi abuelo que fue fiel administrador de hacienda y leal al gobierno de don Porfirio se beneficiara con terrenos del ejido que el gobierno repartió a los que venían a ser ejidatarios dentro del nuevo sistema ejidal. Me entere por mi madre y también por mi padre que lo comentaba de que cuando la campaña política para la elección presidencial entre el general Almazán y Ávila Camacho el mi padre estaba de lleno metido en la campaña política en todo el estado. Más tarde ya mayor yo leí un artículo sobre esa campaña que hacía referencia a polvos de aquellos lodos, en que la idea central fue que Almazán ganó de facto la elección pero por gestiones políticas se convino en permitir un triunfo del general Ávila Camacho que no fue resultado de la verdadera realidad democrática. En torno a esta realidad histórica yo tengo mi pequeña historia que contar. Sucede que mis tíos estaban arreglando el techo de nuestra casa por las goteras que en tiempo de lluvia se revisaba que no fuesen a perjudicar. Yo estaba entretenido con mis juguetes en el patio y sentía que me tiraban de la azotea piedrecillas que caían a cierta distancia de mí. Y como en otras ocasiones vine a mi madre con mi historia elaborada de mi imaginación diciéndole que unos Avilacamachistas me estaban tratando de apedrear. Tal vez ese fue el mensaje de mi abuela a mi padre cuando nos mudamos de casa cada quien a la suya haciéndole ver que su prioridad era con su familia y que la política en realidad no le estaba permitiendo salir adelante con el bien de la familia. Hay tantas cosas de mi niñez que reviven en mi memoria cuando paso por la calle donde me crie y son inolvidables. Algunas grotescas, otras estéticas y artísticas y algunas infantiles con dejos de espiritualidad. Lo más grotesco que me pasó fue aquel domingo en que mi tía Nena esposa de mi tío Toño y hermana de mi papá, la que me regalaba dulce de membrillo cada cumple años y entonces estaba a la ventana de nuestra casa abierta de par en par platicando con mi madre, y le dice, mira Queta aquel niño que viene llorando, parece Tavo, que le pasaría, lo tiraría Enrique que lo carga sobre sus hombros…ellas viniendo a mi encuentro me repiten esas preguntas y yo continuo con mi llanto más fuerte hasta que descubren un olor muy desagradable y me dicen, mira nada más muchachito sucio, ahora te llevamos al pozo y te damos un baño de asiento. Mi comentario es el que fue entonces si mal no recuerdo que estando bajo la urgencia de mi necesidad deje la clase de la doctrina del domingo y por mi cuenta me vine a casa y no logre llegar a tiempo. Con respecto a lo estético y artístico me quiero referir a las tertulias en la sala de mis abuelos donde la tía Belina hermana de mi abuela cantaba algunas partes de aéreas de Opera que ella sabía y la canción de Ay y me quede sin fe que también cantaba por la radio. Y lo más maravilloso que es como un vivo sueño vivido despierto cuando paso por esa calle, son los valses y nocturnos de Chopin y tantos otros compositores clásicos de la bella música de piano tocada por Melita que aún resuenan en mis oídos del recuerdo en mi memoria recordando y saboreando el pasado en el presente ahí donde crecí. Con respecto a la espiritualidad infantil revivo en mi mente y tal vez en mis oídos una conversación con Chavelita mi amiga de la niñez cuando sentados en el pretil de la banqueta al pie de la ventana en donde yo tiraba el frijol que debería escoger. El asunto tenía que ver con que ella me decía que era morenita como la virgen guadalupana y por eso su color era más lindo que el mío. A lo cual faltando a la caballerosidad debida yo le respondí que yo pensaba que mi color era más lindo porque se parecía al del Niño Dios. Me imagino que estuvo de acuerdo aunque el asunto ni es ni era evidente en verdad. Aunque actualmente ya no estoy tan seguro de descender o no de la raza judía analizando mis apellidos. El apellido Esquivel pudiese tener esa raíz y también el Díaz según me acaba de comentar la doctora que me trata mi problema de rosácea. Ella es judía y se apellida Florez con z y no con s siendo esto según me ha hecho saber la diferencia entre ladinos o marranos judíos y los cristianos unos y otros de identidad española. En realidad la relación familiar más íntima que importa con Cristo Dios y hombre no tiene nada que ver no solo con el color sino ni con las leyes de la carne y de las de la sangre siendo con el espíritu mismo de Dios con quien sí tiene que ver según lo implica el comentario de Cristo cuando se pregunta respondiéndose a sí mismo que su madre y sus hermanos son quienes hacen la voluntad de su Padre celestial. Desgraciadamente por más esfuerzos de preparación y aprendizaje para mi primera comunión, mi experiencia vivencial de un encuentro profundo y personal con la vida divina, me temo que si acaso llegaría en aquel gran entonces solamente a la periferia de mi alma sin trascendencia sicológico espiritual sobre mi inmadura niñez. Dios en su divina providencia tenía otro momento dispuesto para este propósito que llegaría a mi vida cuando estaba por terminar mi educación primaria y mi actividad de monaguillo..
Mi madre fue la persona más beneficiada con la mudanza por acontecer. Ella fue calada como el oro en el crisol por nueve años de adaptación al modus vivendi de su nuevo hogar. Había pasado de su soltería de hija mayor a quien nada le faltaba sino su madre que recién había muerto. Con ella a más de un empleo estable y bien remunerado de mi abuelo materno que garantizaba estabilidad financiera contaban también con los ingresos de su propia tienda abarrotada de mercancía de la que podía disponer para sus propios menesteres personales y familiares. A mi madre le era ajena otra experiencia en el ambiente familiar, donde estaba sujeta a una economía en conflicto con un gobierno centralizado en manos de mi abuela paterna cuya prioridad no éramos nosotros. Con eso y todo, la relación con mi abuela no solo fue buena sino ideal y de maravilla por la prudencia, nobleza y calidad humana de mi madre.
Mi padre que dejó de ser empleado tuvo que lanzarse a prosperar como comerciante con la responsabilidad de hacerse de un capital en perspectiva para poder negociar y a la vez lograr como lo hizo hacerse de una nueva vieja casa por renovar. Su fortaleza de los dos especialmente de mi madre era la vida de oración familiar. Ella tenía un bello cuadro de Nuestra Señora de los Dolores sin duda en memoria de su madre que llevó ese nombre. Tenía también un Sagrado corazón de quien yo le pregunte que quien era ese Señor y me respondió que el Señor juez lo cual es la mayor de las verdades según el gran San Juan de la Cruz que nos dice bellamente que en el atardecer de la vida seremos juzgados por ese gran amor. El misterio del amor de Dios que arde en el corazón del hijo que nos redimió. Su historia de mi madre en ese entonces se sintetiza en el verso con el que nos arrullaba de recién nacidos teniendo que hacer lo de la Virgen en sus quehaceres cuando la Virgen lavaba y san José tendía y el niño lloraba de frío que sentía.
Antes de abrir el libro del recuerdo de lo que viví en la casa a donde nos estábamos mudando quiero referir una serie de cosas interesantes que se me escaparon de la pluma y de la tinta de mi memoria y tengo una lista de ellas. Espero que no me este repitiendo sobre lo que me pasó con Dolle a quien yo no podía tocar como a las demás de mis hermanas según lo que ya dije del pétalo de la rosa. Mi opción imperativa era decidirme por dar el chisme o la queja a mi madre y así fue como en esta ocasión que le dije a mi mamá mira que la niña me está pegando a lo cual respondió pues no se deje. Dicho y hecho yo tomando en serio su consejo ajusticie a Dolle diciéndole después del hecho, ya ves chiquita como yo también se echar leña. Lo otro que me parece hermoso de recordar son los dichos de mi madre siempre llena de quehacer tratando de eludir ser interrumpida con mi constante preguntar con mis porque a lo que ella respondía sin titubear por lo dulce de la azúcar y lo amargo del café, cosa muy atinada porque en realidad las cosas son como son y conviene a todo mundo ser consciente de ello, referente a lo cual mi padre no mi madre solía decir al pan pan y al vino vino. Me imagino que esta otra respuesta de mi madre caía como anillo al dedo si la pregunta no tenía lugar por una buena razón y es cuando me respondía al que es esto o aquello con la expresión tones para los preguntones. Y algo lindo cuando caminábamos por la banqueta y yo le decía mamá dame la mano y ella contestaba toma mi vida, esa, creo que es la respuesta que más me gustaba. También me es grato recordar sus canciones de Cazaderos creo yo, como aquella de yo ya me voy para la luz a ver un amor que tengo…Y otra que me gusta y que la recuerdo cantar sentado en una silla chiquita de tule que había en la cocina no se si se la oí a ella o a la sirvienta y decía chaparrita de mi vida no me vallas a olvidar que si Dios me da licencia contigo me he de casar. Esta anécdota que me pasó con Lupita la tengo bien clara en mi memoria y la recuerdo muy bien porque yo vestía como traje de domingo uno azul cielo con rayitas blancas y azul subido que me gustaba mucho. Estando yo muy bien puesto, apuesto y parado a la puerta del zaguán se dirigió Lupita hacia mí pidiéndome domingo y yo le conteste, vaya con esta, nada más ven un catrín y a pedir dinero. Con años de anterioridad a esto olvide aludir a lo que nos sucedió a Dolle y a mí viniendo de la panadería de la rinconada que estaba al lado de la Casa Grande y fue cuando calló una verdadera tormenta sin parar que inundó las calles. Mi padre salió a buscarnos encasquetado en unas mangas de hule desesperado de no saber de nuestro paradero. Anduvo por las calles dándole el agua hasta arriba de la rodilla. Ya que amainó el aguacero repasando la calle de la panadería a nuestra casa le vieron los dueños de casa donde nos guarecimos quedándonos dormidos, que era de la familia Cárdenas. Le preguntaron al verlo pasar señor don Carlitos si está buscando a sus niños aquí están vamos a despertarles porque están dormidos. A mi padre le volvió el alma al cuerpo. Terminada mi lista me dirijo en mi biografía ahora sí a donde nos mudamos tranquilamente toda nuestra familia sin haber ido a parar a nuestro barrio arrastrados por la tormenta con mi hermana, porque a este barrio se le dio el nombre de el de los charcos y era donde corría más abundante el caudal de agua acumulada por las calles cuando llovía a torrentes.

Rapsodia tres. Cuatro años de mi adolescencia.
Después de once años de matrimonio mis padres iban a independizarse de la familia patriarcal con cuatro hijos y el quinto recién nacido o por nacer, aunque más bien por el número eran hijas ya que yo era el único varón a esa fecha. Esa casa de mis padres pertenecía a la misma calle de Morelos como a una cuadra y media de donde vivíamos antes de mudarnos, su número era el ciento siete. Mi deseo de conocerla se hizo realidad un día sábado que mi papá no iba a la oficina ni yo a la escuela y me dijo que le acompañara porque iría a poner unos vidrios en las puertas de la sala. La casa era mucho más grande que la que habitábamos como unidad familiar los Esquivel Díaz pero mucho más pequeña que la inmensa casa donde vivíamos todos los descendientes entonces de la pareja Esquivel Oliveros. Tenía nuestra casa nueva que lo era solo por ser renovable de hecho siendo aun vieja con un zaguán grande y antiguo que se abría con una señora llave de hierro bien pesada, que competía con el peso de la pistola que portaba mi padre o mi abuelo. Ese peso había encontrado un buen competidor en la llave tan difícil de cargar, sobre todo para mi madre. Dos señoras o señoritas de edad avanzada eran nuestras vecinas inmediatas y estoy casi seguro que antes de dividir la propiedad nuestra puerta debió ser la entrada principal para la casa de ellas y la nuestra porque los indicios de una ventana no del todo cerrada con ladrillos y otros más en la construcción alterada así lo sugerían. Mi padre se la compró a un señor de apellido Lazarini creo que su nombre era don Vicente y me parece que a más de ser pariente de nuestras vecinas era el padre de los amigos de mis tíos con quienes volaban sus tremendos papalotes. El primer cuarto al lado derecho de la entrada necesitaba mucha luz y la primera modificación fue la de abrir una ventana que le iluminó suficiente y se convirtió en la sala de nuestra casa. En seguida venía una serie de tres cuartos primero el inmediato a la sala que vino a convertirse en la recámara de mis padres y el segundo que se dividió en dos recamaras para mis hermanas y para mí. Yo por fin logre tener mi propia cama que herede de mis tíos. La siguiente pieza estaba a un nivel más alto y vino a ser el comedor quedando al fondo de todos estos cuartos. En frente de toda esta construcción se encontraba el patio a donde daban las canales que salían de la parte superior y externa de lo alto de las paredes que arrojaban el agua que se acumulaba en exceso sobre los techos en tiempo de lluvia. Lo que era el comedor tenía al lado un portal bien techado y sostenido por un arco que unía el comedor a la cocina. A mano derecha de este portal estaba una puerta que daba al primer corral y en seguida a esa puerta se encontraba el pozo con agua muy escasa parece que también con cierto inconveniente por la vecindad aunque no inmediata a la fosa séptica. Al lado del pozo estaba la entrada a la cocina con hornillas de carbón y dos como rinconeras de mampostería en cuya base se almacenaba carbón o leña o grandes tinajas para el agua y en la parte superior cazuelas de barro o las ollas de la cocina. La distancia de la cocina al comedor y el diseño antiguo hizo imperativa una modificación de manera que a lo más después de dos años se realizó esa modificación adecuada al uso de la estufa de gas, refrigerador y con una pequeña ampliación hacia el patio se unió el nuevo comedor a la cocina conservando la ventana que comunicaba al corral. Recuerdo también que en el lugar del pozo se construyó más tarde el baño con moderada actualización al agua entubada y a los servicios discretos de la modernidad de esos días y las posibilidades de mi familia. El corral inmediato era para las gallinas y las cabras. A mano derecha al pasar la puerta de salida había un tejaban, un chiquero para cerdos y enseguida el retrete de la casa antigua que usamos anteriormente al arreglo del baño sobre el pozo. Entre el pasadizo al corral de las vacas que estaba techado había un local para pastura a mano izquierda y la caballeriza a mano derecha que finalmente mi padre convirtió en trojes para sus semillas. El corral de las vacas era muy grande y al lado de la caballeriza se hizo un pequeño corralillo para los becerros que estaban criando las vacas lecheras. Tengo entendido que las vacas eran propiedad de mi abuelo que no tuvo espacio para ponerles corral o establo en su nueva casa y las cabras eran de mi padre y por algún tiempo también de su hermano mi tío Alfonso que decidió mudarse con su familia a la ciudad de México. El hecho es que esto de los animales le causó un inconveniente a mi madre y a nuestra familia porque siendo estrecho el frente de nuestra casa no había más que una sola entrada y salida tanto para sus huéspedes con uso de razón como para los irracionales. A pesar de lo cual mi madre siempre decoró y adornó lindamente su gran patio lleno de sol y de luz con hermosas plantas y lindas macetas que había que cuidar a la entrada y salida de los animales por todos los días de los años que vivió allí. Recuerdo que ella mi madre también se ingenió para sacar provecho a lo soleado de su gran patio poniendo semejante tendedero. Y como le encantaban sus pájaros con los que con tono alegre competía en sus lindos cantos con los mejor entonados y se fue haciendo de sus favoritos canarios y un lindo cenzontle que alternaba los más lindos cantos compitiendo también con su consentido clarín. Ella siempre veía el lado bueno, noble y generoso de la vida más allá de todo egoísmo disfrutando del bien que hacía a los demás. Yo no tenía tanta nobleza y siempre me quejaba de mis quehaceres. Desde levantarme más temprano para ir a la panadería por el pan calientito casi recién salido del horno. Lo bueno es que siendo siempre goloso y mi madre lo sabía tenía derecho de comerme en el camino dos piezas de pan extra que eran la ganancia que daban en la panadería por cada peso de pan. Lo malo no era tanto regar sus macetas como acarrear el agua en cubetas para regarlas o llenar la tina para cuando alguien se tenía que bañar y aun no había el agua entubada que vino a ser mi salvación. Por cierto, recuerdo que el rastro municipal estaba a un par de casas de la nuestra y era de allí de donde acarreaba el agua mientras no llegase aun el sistema de tubería hasta mi casa. A veces también me tocaba tirar la basura y cuando reusaba hacerlo mi madre no me permitía visitar a mis amigos que más de una vez lo hicieron por mí encaprichado de no hacerlo, por supuesto sin que mi madre se enterase. En esto de tirar la basura tuve un incidente que causó un gran disgusto a nuestras vecinas. Sucedió que un día me encontré un pájaro negro rondando por los ponederos de las gallinas, yo me acerque a él y en vez de volar me dio la impresión de que intentó quererme picar. De inmediato fui busque y encontré semejante piedra que le lance y lo dejó sin vida. Yo le informe a mi mamá que seguramente se andaría comiendo los huevos de las gallinas y por eso lo ejecute y para que no me picara. Cuando lo puse al lado de la calle esperando lo recogiera el carro de la basura lo identificaron nuestras vecinas consternadas, era un cuervo que tenían como mascota. Todo esto fue información que resultó después de un largo tiempo que nos dejaron de hablar a la familia.
Uno de los amigos con quienes inicie cierta amistad me invitó a jugar en el atrio de la iglesia parroquial una tarde a la salida de la escuela. Recuerdo que había un promontorio de arena donde nos pusimos a jugar. Como a las seis y media que comenzaron a repicar me dijo que ya se tenía que ir a revestir para el santo rosario y yo sin preguntar me fui siguiéndolo hasta la sacristía sin cuidarme de tener un comportamiento más moderado. Cuando me llamó el Sr. Cura que estaba allí dentro y yo no me había percatado de su presencia, al llamarme pensé que me llamaría la atención. En vez de eso me preguntó que si me gustaría ser acólito se lo hiciera saber a mis padres y que les diera el mensaje de que él deseaba hablar con ellos. Fue así como entre los diez y los once años me inicie como monaguillo, sin saber aquello de que si quieres que tu hijo sea un pillo mételo de monaguillo.
El horario se me hizo más complicado cuando me hice monaguillo, y lo fui por tres años hasta que me fui al Seminario, debiendo cumplir la obligación de acolitar por la mañana la santa misa y por las noches atender al santo rosario. De manera que comencé a temprana edad a servir al altar sirviéndome a la vez un poquito también de tal servicio según aquello de que el que sirve al altar tiene derecho a vivir de él. Mi madre me inculcaba el ahorro desde el tiempo del gato de barro y me daba cinco centavos para un jamoncillo de leche que compraba en la tienda de los Buenrostro, casi todo lo demás se iba incluyendo mis domingos del abuelo y de mis tíos en algo que ella se empeñó en que yo participara que le llamaban la tanda. Se trataba de rifar lo que se colectaba a través del año esporádicamente de manera que todos se beneficiaban de su cooperación cuando se sacaban la famosa tanda que por turnos les iba tocando. Yo nunca olvido el gran acontecimiento de cuando me tocó a mí. Fue una lección para toda mi vida de lo que se logra manejando adecuadamente cada quien su economía. Siempre que me llevaban de compra no lograba que me comprasen lo que yo prefería porque era muy caro y había mucha familia. También se me hacía difícil entender que yo no disfrutaba del privilegio de viajar en tren como mi primo Enrique que lo hacía y sin pagar por ser hijo del jefe de Estación y yo nada aunque fuese su nieto. Me empeñe en que me llevasen de compras a Querétaro. Después de sentirme orgulloso de comprar con mi dinero sin tanteos de dimes y diretes el mejor traje que me gustó y el mejor calzado y sus ajuares pertinentes de camisa y calcetines, todo de lo mejor, vino mi capricho de regresar a la casa por el ferrocarril. Mi madre no logró convencerme con ruegos y súplicas sobre los inconvenientes relacionados con la tardanza del tren que no era tanto de fiar en sus horarios como lo era el autobús. Yo no me convencí pensando que era mi única oportunidad de lograr lo que tanto ambicionaba y así fuimos a parar en casa hasta la media noche con la preocupación, el disgusto y los reproches de mi padre, pero nos regresamos por tren. Con respecto a lo de la escuela yo debí terminar la primaria a los doce años si no hubiese repetido el cuarto año de manera que estuve listo para los cursos que debería seguir mi educación secundaria y preparatoria hasta los trece años. La idea de mi padre era que eventualmente estudiase en el Colegio de la Escuela Medico Militar por la conveniencia de tener una profesión y una carrera militar que también según interpretaba se llevaba bien con mi carácter fuerte y mi personalidad. Aunque de niño cuando fui más pequeño muchas amigas de mi madre decían que era lástima que no hubiese sido una linda niña por lo fino y el buen diseño de mi ceja, lo rosado y terso de mi piel, lo rubio de mi cabello y mis bien hechas piernas, yo siempre prefería ser un niño bien hombrecito y escuchaba con gusto que también me decían lo que con frecuencia mi mamá me repetía sobre que siendo hombre debía tener las tres efes que era el ser feo, fuerte y formal y que mejor manera de lograrlo que en el Colegio militar. Resulta que los planes de Dios eran diferentes en ambas cosas por orden de la naturaleza y de su divina gracia. Esto como diré a su debido tiempo a mí mismo me calló de sorpresa.
Cuando cursaba el tercer grado de primaria dos comentarios de la señorita Mandujano se añadieron a uno anterior y otro posterior como datos a mis problemas escolares. El primero fue en el segundo grado cuando me caracterizaron de ser un danzante por nunca estar en mi lugar teniendo la maestra que amarrarme al pupitre con la toalla de limpiar el pizarrón en repetidas ocasiones. Los otros comentarios del tercer curso tenían que ver con mi descuido de hacer con cuidado y con limpieza mis trabajos de escritura y aritmética y sobre todo de dibujo y geometría pero era peor sobre todo en caligrafía y ortografía haciendo que fuera bien merecida la expresión de la maestra diciendo “pero niño mira nada más “las porcancias” que has hecho”. Lo otro tenía que ver con una mala costumbre de morder el brazo de mi compañero Pancho Ibarra que se sentaba al lado mío y a quien le apodamos el triste por su ojo con una cicatriz que daba la impresión de tristeza. La maestra no tuvo que ver con mi sobrenombre a este respecto porque me llamaron por ello con el nombre de nuestro perro más querido que jamás mordió a nadie y se llamaba el bobi. En realidad las perspectivas para la carrera militar daban mucho que desear pero no para el plan de mi padre que no daba su brazo a torcer, aunque eventualmente no tuvo más que hacer cuando me determine sorpresivamente para mí y para ellos que decidía irme al Seminario con la idea de ser ordenado sacerdote católico para salvar almas.
La rutina de mi círculo de acción era de mi casa a la parroquia y a la escuela y lo que yo lo agrandase con mi iniciativa a veces temeraria. Los horarios eran bien claros por parte de la institución escolar y parroquial y en cuanto a la casa tenía que pedir permiso para cualquier iniciativa que interfiriese con la llegada inmediata de la salida de la escuela o la del rosario, aunque me toleraban que llegase hasta las nueve de la noche. Recuerdo dos ocasiones en las que ahora veo que me pase de la ralla con verdadera temeridad. Es verdad que había aprendido muy bien a montar a caballo y nada menos que mi abuelo uno de los mejores charros de la charrería en sus tiempos de juventud famoso por lo bien que montaba a la perfección fue quien me ensañase a montar en mis salidas de los sábados desde que contaba mis siete años. También es verdad que mis padres me permitían ensillar y salir en la yegua alazana que montaba mi padre. Me gustaba salir el día sábado para irme a bañar al rancho de la bombita de unos parientes que me permitían usarlo a mi propia discreción de lo cual estaban enterados los encargados del lugar. Mi primer abuso fue el de no ver inconveniente en irme con un grupo de jóvenes que me invitaron a acompañarles a caballo hasta el Nacimiento con la idea de seguir un paseo de las señoritas de la Acción Católica que iban en autobús de día de campo. Todo fue de maravilla porque por mi edad yo era bien venido y me sentía en otro mundo por ser el único del grupo de a caballo que podía estar en torno a ellas y prestarles mi caballo para montar, debido a los usos y costumbres de esos días. Lo malo fue que se nos hizo noche de regreso porque los caballos no tienen ruedas ni motor y fui llegando a mi casa bien pasada la media noche entre la una y dos de la mañana sin que mis padres supiesen por donde andaba.
Posiblemente mi padre no se quedaba corto con la cueriza que me daba que también eran usos y costumbres de corrección tradicional por la envergadura del abuso. La segunda ocasión fue un poco más seria. Mi padre trajo a la casa un caballo retinto de linda estampa tal vez para su negocio de compraventa y me advirtió que no era para ensillar por mí, sobre todo porque no era de fiar siendo espantadizo y difícil de controlar. Yo pensé que tal vez lo podía convencer para montarlo pero el sábado que tenía planeado ir a la bombita en el caballo que teníamos de visita mi padre no llegó a comer. Todavía recuerdo que ya los ganados de pastar estaban de regreso al llegar al crucero donde cruzaba el tren casi a la puesta del sol donde me encontré al charro Luis que me invitó a ir con él a la bomba del rancho de Jocoqui, ya que mi tío Bernardo lo estaba esperando porque debían entrenar una yegua muy fina que estaban haciendo a la rienda. Yo sentí que era un insulto no hacer caso a su invitación. Lo interesante del caso es que yo me crecí en mi orgullo charro porque mi tío me pidió montar a las ancas del caballo que yo montaba y tirándose de inmediato a los reparos yo permanecí sobre la silla y mi tío calló entre caído y medio parado al suelo con los tientos de la silla en las manos. La cosa trágica es que para mí las horas vinieron a ser una eternidad y nuevamente llegue a casa pasada la media noche. Recuero que mi padre me preguntó que donde andaba y le respondí que con el charro Luis y mi tío Bernardo y recuerdo esa cuereada con el comentario que hizo diciéndome que nada de nada, ni san Luis ni san Bernardo, y que era esa buena cuereada lo que yo me merecía. Otras de mis tardanzas que ameritaba cuereada era cuando me iba al cine sin permiso eludiendo mi asistencia al rosario. Sobre todo cuando la película era de episodios y no me decidía a salirme para llegar a las nueve sino casi a las once de la noche. Llegaba a casa con todo oscuro y tenía que tocar seguro de lo que venía, pero yo era malo de entender a la mala y por la buena tampoco hacía gran caso. Toda esta dinámica conflictiva de mi personalidad era en parte por mi espíritu de independencia que confundía con el libertinaje y tal vez también un desquite a mi frustración de estudiante casi fracasado que como añadidura me identificaba como estero tipo con el grupo de los rebeldes y antisociales hacia el fracaso. Lo digo porque desde más temprano aun en mi vida escolar con mis ideas de macho y sabelotodo ante niños que destacaban por pusilánimes y conservadores e inocentes yo era una mescla de buen saber y de malicia no sé si connatural o aprendida de mis malas compañías. Recuerdo el caso de uno de mis compañeros del tercer grado que me dijo que estaba feliz porque la cigüeña le había traído una hermanita. Mi respuesta fue una pregunta un tanto injuriosa cuando le dije eres tan tarugo que aun no sabes cómo nacen los niños. Y claro le di toda una cátedra dejándole con la boca abierta. Yo estaba acostumbrado a andar por el corral de casa y ver nacer los cabritos, los becerritos, los puerquitos, todo muy natural y dentro del tabú del sexo la lógica de ver cada dos años que una comadrona tenía que atender a mi madre que me obsequiaba con nuevas hermanitas. Y cuando el tópico era el desplante de hombría y de valentía me encantaba colaborar al apostolado del macho mexicano que veía en las películas que no se raja en un desafío sin eludir la fama de marica sino se comporta como macho. La más divertida y cómica de las peleas en el puente colorado donde eran los buenos pleitos fue el que concerté entre los dos compañeros inimaginables para el pleito, los extremadamente moderados por no decir escasos de recursos al estándar de lo macho como se espera del hombre con hombría. Nadie ni yo mismo lo podía creer. Uno de ellos sin quitarse la mochila se le echó encima al otro cerrando los ojos y sacando la lengua tirando manadas a tontas y a locas. Y el otro que era pesado de movimiento y de peso parecía piñata a la que no se atinan los garrotazos. No sé qué espíritu tenía en mí que detestaba lo que yo veía como cobardía y lo tenía que confrontar por ser yo tan atravesado. Cuando me tocó tener cierta jerarquía entre los monaguillos para organizar sus actividades le indique a este mismo niño de la mochila y el pleito que era timorato y miedoso que fuese al segundo piso del curato a donde estaba la cocina para poner carbón preparando el incensario. Yo con mi malicia y el propósito de espantarlo me escondí en la escalera y cuando oí pasos me arroje sobre quien yo pensé debía ser él con un tremendo guau, pero para mi sorpresa yo viene a ser el asustado al verme frente a un desmesurado bulto de negro que era nada menos que el Sr. Cura. Y en verdad yo fui quien demostré mi cobardía quitándome la sotana roja y la cota blanca para eludir verme ante el Sr. Cura. Este contraste ante el machismo para aprender a ser prudente y moderado estuvo lleno de lecciones que yo nunca aprendía. Yo detestaba el pantalón corto y calcetines hasta la rodilla en la niñez y los pantalones llamados uniones con botones dorados y un barquito o algo similar. Mi madre finalmente me compró lo que quería, unas camisas a cuadros y unos pantalones vaqueros. Tuve la mala suerte de que jugando con centavos de cobre que metíamos en una solución con ácido con que se limpiaban los candeleros uno de mis compañeros monaguillos me salpicó mis pantalones con ese acido agujerándolos. Un amigo que influía mucho sobre mí que jugaba con nosotros me preguntó que si dejaría que las cosas se quedasen así. De manera que yo, entre vengarme del mal que me hicieron queriendo o sin querer y por impresionar a mi amigo decidí algo que se convirtió en una barbaridad que yo no preví. Encontré una botella rota de cerveza y la mezcle con un poco de agua y acido y espiando al compañero que daño mi pantalón le arroje el líquido por la espalda al pasar. Esto me costó una expulsión de monaguillo por uno o dos meses y la más rotunda cuereada de la que me protegí con un par de piedras que me puse en los bolsillos traseros de mi pantalón. Todo ese cuadro de comportamiento explica el caso de mi escasa aplicación escolar y la repetición del cuarto grado. Sobre todo si añado a todo lo descrito mi afición a las canicas que también me hacían llegar a casa casi a la hora de comer, difícilmente se me hacía posible llegar puntual a las tres de la tarde a la escuela. Mi padre pensó que una posible solución podría ser inscribirme en la Escuela del Gobierno. El Director don Baldomero Guerrero era también un magnífico maestro y el mayor Mangino Ruíz el encargado de la instrucción militar, a ellos les habló de mí mi padre y de sus planes sobre mi educación, esperando tal vez fuesen más eficientes en ayudarme a salir adelante. Recuerdo que el mayor me invitó a su oficina de la Presidencia municipal y me puso un ejemplo que yo realmente no comprendí a pesar de lo cual lo use para explicar a mis hijas que sí me entendieron haciéndoles un análisis exhaustivo de lo que les daba a entender. El Mayor ponía una caja de cerillos sobre su escritorio que la movía hacia la orilla poco a poco hasta que yo comprendiera que estaba a riesgo de caer cuanto más se acercaba a la orilla. No sé porque no me explicó que yo era esa caja en la orilla con mis deficiencias sobre mi deber y mi mal proceder y podía caer más hondo que los cerillos al piso. Tal vez pensó que a buen entendedor pocas palabras bastan, pero yo no era un buen entendedor. Mis aventuras belicosas habían ido en aumento y peleaba con grandes y pequeños. Siempre defendiendo mi terreno de pequeño macho bravo y en la iglesia al servicio de Dios sin que repercutiese en mi conducta por mejorar o no empeorar. En realidad mi respeto por lo sagrado era algo que aprendí de mi familia comenzando por el respeto a Dios, a sus ministros y a las actividades de culto y de la palabra de Dios. Mis iniciativas personales se reducían a algo aparentemente trivial pero muy significativo por la relación personal. Al pasar por la ante sacristía había un cuadro de la virgen de Guadalupe y otro al subir las escaleras a la casa parroquial y yo por mi cuenta les daba su incensada por mi propia iniciativa. Era algo nada importante pero muy significativo por ser algo propio como de un llamado interior. Desgraciadamente ahora me considero haber estado como el burro del aguador, cargado de agua y muerto de sed porque ni tenía una experiencia real de Dios ni un influjo serio de Cristo y sus enseñanzas sobre mis tendencias belicosas o libertinas. Fue así como la señora muy respetable que vino a ser suegra de mi primera hermana que contrajo matrimonio con su hijo mayor me catalogó como un pelado por el baño que les di a sus dos hijos vestidos con su traje de primera comunión en un charco de agua por andarme pidiendo a mis hermanas. Tal vez me sentía el zorro plateado cuando finalmente tuve una batalla campal precisamente en la esquina de su casa de dos hermanos compañeros monaguillos y el hermano de la sirvienta la que resultó ser víctima de un accidente en que se disparó una escopeta que traían entre manos echándome a mí la culpa del accidente. Yo me sorprendí de que me hiciesen culpable porque éramos amigos y me invitaron a jugar en su casa jugando con un arco a Guillermo Tel. Ellos recargaron su escopeta cargada a la pared de la azotea donde jugábamos y la sirvienta se sentó a la orilla de la azotea a tejer mientras jugábamos cuando se calló y se disparó la escopeta estando yo bien retirado de la misma. Me imagino que cuando fueron ante el Doctor estando yo ausente se protegieron echándome a mí la culpa. Volviendo a la confrontación belicosa que tuve resulta que no sé como gane la partida porque ellos tocaron a la puerta de su casa, me arrojaron arena y se metieron corriendo a su casa como si yo fuese el diablo a pesar que tal vez la divina providencia me ayudó a que se pusiera punto final al pleito. Había un muchacho chaparro que ya tenía quince años y naturalmente su constitución muscular no podía parangonarse con la de mi edad y yo sabía que lo mejor era evitar confrontarlo por el lado de la violencia. Para que no fuera a haber tal confrontación hicimos un pacto de amistad porque yo le aconseje como convencer a una niña de que lo aceptara en sus aspiraciones de noviazgo regalándole una caja de chocolates de los más finos. El quedó muy agradecido porque no esperaba tener éxito en su empresa pero sí que la tuvo y yo el éxito de nuestra relación.
Mi mejor amigo entre los monaguillos tenía una huerta en su casa y me invitaba a comer limas que nos encantaban. El también ensillaba una yegua colorada y con frecuencia nos poníamos de acuerdo para visitar el Molino donde mi tío Bernardo trabajaba y también su papá que además visitaba un rancho que yo creía era de su propiedad y estaba más allá de la ciudad de Celaya a donde también me convidaba. El y yo compartíamos nuestras ideas machistas que sacábamos de las películas de los hacendados y de los personajes enamorados en los que el charro enamorado era mujeriego pero a la vez también un caballero con la mujer que tomaba en serio para ser su esposa formal. Mi amigo era mucho más alto que yo y tenía mucha influencia sobre mí. Las dos aventuras a las que me voy a referir tienen que ver con mi debilidad según y conforme con el decir de que tanto peca el que mata la vaca como el que le detiene la pata. Resulta que mientras sus hermanas se arreglaban en el salón de belleza de Celaya nosotros nos entreteníamos en el jardín. De pronto casi al mismo tiempo vimos una cartera sobre la banca pero él la tomó primero e hicimos el trato de repartirnos el dinero y el también se quedaría la cartera. Tal vez como a los quince minutos después de este evento vino un señor muy apurado preguntando por su cartera diciendo que no tenía dinero para el autobús y mi amigo le dijo que no que no había visto ninguna cartera. Allí fue donde yo tenía cierta lástima del hombre en problema pero prefiriendo quedar bien con mi amigo y quedarme con lo que me tocó ni siquiera hice el intento de invitarlo a hacer lo debido regresando la cartera al pobre hombre. Lo otro más peligroso fue que me convenció que le pidiera a una muchacha mucho más alta que yo que si quería ser mi novia. Era de un barrio humilde y se suponía que no era la posible dama de mi caballerosidad. Resulta que ella me dio un sí inmediato y la empezamos a visitar. Ella debió tener pretendientes de mayor edad porque ante una seria confrontación el pretendiente nos sacó un tremendo puñal y no me acuerdo ni cómo pero arreglamos resolver el asunto sin necesidad de pleito tal vez con el acuerdo de la muchacha y el pretendiente proponiendo que le prefería a él resultando eso en nuestro favor. La niña de la que yo estaba platónicamente enamorado no era la más agraciada según mis amigos pero yo la había idealizado y nuestra relación fue lo más platónico que existió jamás. Yo deje escrito que no tenía nada que ver con ella cuando me fui al Seminario y no sé cómo mi escrito llegó a manos de personas que me contaron de lo que escribí. Yo supe que en su familia no acostumbraban darles su domingo y le hice saber por mi hermana Lupita que yo le enviaría un peso de domingo que entendí lo aceptó. Fue comiquísimo enterarme que mi hermana me comentó que en efecto ella religiosamente cumplió su cometido por más de un año y que se sentía en obligación de hacerlo porque a mí una enamorada me enviaba chocolates de su dulcería que ella mi hermana los disfrutó y jamás me lo dijo ni me dio uno solo para probar. Es increíble lo de mi novia platónica que la única deferencia hacia mí por el noviazgo era la de poderla seguir a la distancia cuando iba por el atole a la plaza. Tal vez yo me conforme por la tranquilidad de no tener problemas ni líos ni nada que tuviese que ver con posibles puñaladas salvo las de un amor ideal. Mi madre me inculcaba con gran celo el respeto a la dignidad de la mujer y la responsabilidad del hombre de tratarla como es debido a alguien bien nacido cuyo deber es portarse como un caballero. Yo que tenía que lidiar a diario con la complejidad femenina de ocho hermanas con frecuencia era víctima de tan delicada responsabilidad. Dos frases sintetizan mi línea de conducta y eran que a la mujer no se le maltrata ni con el pétalo de una rosa y que el que le pone la mano encima es un cobarde. Cuando había una acusación era bien difícil no ser culpable. Desgraciadamente sufrí una tremenda experiencia en una ocasión en que una de mis hermanas muy enojada conmigo ni sé por qué razón se rasguñó la cara acusándome de que yo lo había hecho y tuve que ser castigado sin merecer el castigo. Estoy seguro que otras veces sí lo merecí porque como varón en mi trato recio a veces era tosco sin intentarlo y cuando perdía la paciencia tal vez aun majadero. El ejemplo que ilustra todo esto es algo que sucedió de la siguiente manera. Yo elegí como mía la silla que no pertenecía al mueble del comedor y nadie prefería por parecerles fea. Todas mis hermanas tácitamente consintieron en ello. Sucedió que Lupita se encaprichó un día en que ella se sentaría en mi silla y en medio del forcejeo se llevó un golpe con la silla en la nariz y no sé por qué motivo a más de sangrar se desvaneció y yo me puse nervioso y comencé a gritar no te mueras negrita. Mi madre me mandó traer al Dr. Y recuerdo que un compañero de la escuela que encontré por la calle me preguntó que si no iría a la escuela y mi respuesta fue que creía que no porque mi hermana se estaba muriendo. Al fin de cuentas no encontré al doctor en su casa ni fue necesaria su visita porque con el aroma de un lienzo humedecido en alcohol sobre la nariz volvió en sí y se puso a comer en la silla que quería. Yo lamentaba no tener la oportunidad de participar en montar en los jaripeos o hacer las suertes de la charrería que ameritaban el reconocimiento de las damas o reinas que adornaban a los jinetes con alguna presea floral en su sombrero o prendido algún trofeo a la camisa del lado del corazón. Esa era una de las razones por las que ansiaba ser mayor. Como me fui al Seminario ese sueño nunca logró realizarse. Aunque no fue en vano lo serio que fui en practicar el jineteo por mi propia cuenta para que jamás mi padre tuviese que darme otro regaño no sé si hasta una cuereada por no quedármele a un becerro como me sucedió a los ocho años que monte en la fiesta del Herradero en el rancho del Peñón. Yo debía honrar y resguardar el nombre de los Esquivel que siempre tuvieron los mejores charros. Sobre todo yo tenía que hacer honor a mi tío Prócoro que también era mi padrino y que a más de ser un gran jinete toreaba de maravilla mano a mano con el famoso güero Muñoz-Ledo. El reconocimiento que no tuve de las lindas madrinas de charros de mi pueblo lo tuve de la tradición del Seminario. En un pueblo indígena Napízaro se llamaba, los inditos nos organizaban cada año que estábamos de vacaciones una fiesta con tradicional jaripeo, sabrosa cena de uchepos y riquísimo queso. De manera que casi por once años reafirme mi fama de buen jinete sin ninguna caída. A más de la charrería nuestra familia era apasionada de la fiesta brava como popularmente se titula a la fiesta de la corrida de toros. Mi padre me invitó por primera vez a una corrida cuando yo tenía ocho años. Fue entonces que estrene un sombrero de fieltro color café que ya no le venía a mi tío Humberto y mi abuela me lo regaló. Ya con más experiencia sobre lo que significa una corrida también me acuerdo de que tuve la fortuna de ver un mano a mano de Manolete y Lorenzo Garza en la plaza de Irapuato cuando tenía doce años. Mi padre se veía en mí por ser el único hombre hijo varón y sin duda quería hacer de mí un aficionado apasionado de la tauromaquia como lo era él y toda la familia por tradición. Yo por mi parte siempre tuve un gran reconocimiento a la personalidad de mi padre a quien profese un singular respeto que nos inculcó mi madre y su autoridad de padre. Su virtud más sobresaliente fue la de ser un trabajador y luchador infatigable que jamás se daba por vencido. Pienso que logró triunfar sacando siempre adelante a la familia dentro de su tino y más allá de sus limitaciones humanas. Sin su espíritu de ahorro y determinación creativa nunca hubiese logrado afianzarse con determinación inconmovible en lograr una economía indispensable para el caso de establecerse como comerciante solvente en sus operaciones. Esto a ojos vistos vino siendo una realidad palpable cuando mi hermana mayor terminó su carrera de comercio y se hizo una colaboradora incondicional y su mano derecha en el negocio de las semillas. Ellos abrieron un comercio al menudeo en lo que le llamaron la bodeguita de donde podían proyectar compra venta de semillas al mayoreo que sin duda eran más lucrativas. A partir de la fecha en que Dolle empezó a trabajar con mi padre la estabilidad económica que siempre fue crítica para mi madre en los gastos del hogar logró resolver sus penurias. Mi padre estuvo más desahogado y ágil para movilizarse en su trabajo disponiendo de un vehículo que remplazó su costumbre de moverse a caballo. Primero compró un hermoso coche cupe de la Plymouth modelo treinta y seis de color azul que se abría de la parte trasera para convertirse en un lindo convertible con un asiento trasero para dos que estaba descubierto al aire libre. Recuerdo que desde entonces siempre que pude anduve con mi padre acompañándole sin importarme lo que durase arreglando sus negocios y yo tuviese que esperarlo en el coche indefinidamente. En una ocasión entiendo que tenía un trato sobre una partida de mulas y yo espere donde estacionó el carro cerca del Gómez que era una cantina en Celaya donde a veces se reunían a discutir acuerdos de negocios los comerciantes. Mi padre se desocupó bien tarde de manera que al llegar a la entrada del pueblo ya eran casi las siete de la noche, hora en la que pasaría el tren en el crucero sobre la carretera para entrar al pueblo. Resulta que el carro se quedó sin poderlo echar a andar más en medio de los rieles del ferrocarril y no había manera de lograr sacarlo de esa trampa hasta que mujeres que venían de regreso de una acequia sobre el río donde estuvieron lavando nos ayudaran a empujar y dichosamente por cinco o diez minutos escapamos tremendo choque con el tren. Lo que había sucedido es que se le rompió el radiador en un percance que habíamos tenido previamente y estaba sin gota de agua. Fue un gran triunfo para mi padre que no había tenido oportunidad de enseñarse a manejar en el carro de la familia de mi abuelo porque siempre lo manejaba mi tío Alfonso que era sereno y tranquilo de temperamento en contraste con mi padre con fama de nervioso. Definitivamente sin este aprendizaje no podría llegar muy lejos en su lucha por establecerse como comerciante, lo cual orgullosamente vino a ser su más productiva identificación laboral. El padre Fausto González era un sacerdote de mucha sencillez y humildad, incansable trabajador cuyo apostolado a los ranchos lo hacía por cuenta de su transportación personal en una tremenda motocicleta parecida a la de la policía. Mi madre le tenía especial afecto y recuerdo que me mandaba a llevarle un bocado típico de la cuaresma que era un postre de cuyo nombre no tengo memoria pero sé que no era capirotada y sí era de pan queso y una especie de miel que le salía delicioso. A mí nunca me invitó a acompañarle en su moto porque siempre invitaba a Jerónimo Cabrera que era un niño y también un acólito modelo totalmente diferente a mí por obediente moderado y conservador. No sé en que estuvo que un día se accidentó y fue a parar de cabeza en el piso del camino con la nariz y parte de la cara inflamada y raspada del golpe que se dio. Menos mal que se libró de algo peor de lo que no se libró el padre que años más tarde parece ser que confundiéndolo con algún policía un camión se le echo encima a la moto y lamentablemente perdió la vida. Recuerdo que esta noticia se dio a conocer en el Seminario cuando yo ya era seminarista. Entonces recordé al padre Fausto a quien también trate de cerca no solo como monaguillo sino también porque él fue con quien mi padre hizo arreglo para que yo me hiciese miembro de la Vanguardia que era un brazo de la acción católica juvenil para menores tal vez pre-adolecentes. El padre Fausto nos llevaba a jugar futbol a los Sabinos más allá de la estación atravesando el puente de tablas que cruzaba el río. Recuerdo también que a mí me costó trabajo entrar a la primera reunión de los sábados y solo me asomaba y no entraba porque me sentía cohibido. Mi padre me preguntaba que si ya me había alistado y yo no encontraba que responderle hasta que por fin me decidí y le entere de que ya pertenecía al grupo de los vanguardistas quedando satisfecho de que cumplí este cometido.
Yo no recuerdo de si mi padre se enteró o no, pero mi experiencia extraña en torno al plan de que me enseñara a hablar ingles sí que lo fue. Lo digo porque en vez de aprender ingles yo fui quien enseñe a hablar español a mi maestra americana y preferí ganar propinas ayudando a inyectar pollos. Don Teno Tapia y su esposa Luisita, una evidente típica rubia americana diferente al típico mexicano de la apariencia de su esposo, eran una bella pareja que se radicó en Apaseo cambiando su estadía de los Estados Unidos por la de mi pueblo natal. Entre otros negocios tal vez tenían el de los pollos, establecido en el corral de mi casa de antaño en Morelos ochenta precisamente en el corral con salida y entrada al lado de donde fuese nuestro comedor. La señora Luisita estaba más interesada que yo en aprender el español que lo practicaba de plácemes conmigo, yo por mi parte nunca hacía las tareas ni me interesaba en practicar ingles ni lo aprendía y claro prefería colaborar en lo que se presentaba y me gustaba hacer con o sin propina. Ni mi padre ni yo nos imaginamos jamás, que pasaría la mayor parte de mi vida en los Estados Unidos practicando el idioma en mi trabajo como en mi afición por la poesía en el ambiente americano cuando me hice miembro de una organización cuyo nombre era el mundo de la poesía, en ingles, the world of poetry.
En mil novecientos cuarenta y ocho el primero de Septiembre al fin logre tener mi primer hermano hombre. Ya era justo que mi padre tuviera el heredero de su nombre. Más vale tarde que nunca, lo digo por cuanto en realidad no tendría oportunidad de compartir con él. Por cierto ni la niñez a la que el llegaba y de la que yo me estaba despidiendo, como tampoco de convivir con él a quien tanto había deseado que viniera al mundo, puesto que me fui a vivir a Morelia el siguiente año de que nació el pequeño Carlos, por irme a estudiar al Seminario. Ya en casa habían nacido previamente para seguir la lista de bebes niñas como posibles doncellas, mis hermanas Elena que seguía a Yolanda la de los Santos Reyes cuyo nombre era el mismo de mi tía Nena hermana mayor de mi padre. Luego Enriqueta por supuesto el nombre de mi madre y en seguida Cristina anterior a Carlos cuyo nombre lo eligió mi madre por el particular afecto a su mejor amiga Cristy Mendoza que vivía en Mayorazgo y era hermana de un apacense que vino a ser ilustre dramaturgo y maestro egregio de la universidad de México cuyo nombre era Héctor Mendoza. Mis hermanas Lourdes y Marta Eugenia como mi hermano Sergio Antonio que murió de una incurable neumonía antes de cumplir un año nacieron durante mis primeros años en el Seminario.
Ese año de mil novecientos cuarenta y ocho conocí a un sacerdote que se llamó Agustín Ayala. Había terminado su educación clerical con los sacerdotes jesuitas en el Seminario de Moctezuma en los Estados Unidos y fue asignado como padre vicario a la Parroquia de Apaseo. El fue el sacerdote a quien Dios puso en mi camino y vino a convertirse providencialmente en la persona que diera ocasión a la magia cuyo secreto logró viniese de las manos de Dios hasta las mismas entrañas de mi alma lo que reconozco como el milagro de mi conversión. Nos conocimos cuando yo recién había dado mi propia incensada a la imagen de la virgen de Guadalupe que está en la escalera que conduce a la casa parroquial. Lo que más influyó en mi inmediata simpatía hacia él fue que me preguntó si me llamaba Margarito, nombre que no me gustaría sino por el nombre de la dama de mis sueños platónicos de entonces cuyo nombre era Margarita. El padre Ayala se hospedó por un tiempo en un cuarto del segundo piso del Curato mientras lograba mudarse a la casa en la que viviría con su madre Angelinita y con su hermana Soco. Ellos eran parientes cercanos del Sr. Gallardo que tenía un negocio de aparatos electrónicos y artículos decorativos en la ciudad de Irapuato. Creo que sus visitas de los días libres eran con su tío y casi siempre se proveía de discos de música clásica y algún interesante adorno decorativo como el que me mostró y yo recuerdo aun como lo describía. Era un león de bronce, mediana estatua para su escritorio y al describirlo enfatizaba la musculatura del animal y su majestuosa presencia. Ahora me pongo a pensar que esta experiencia representa la orientación de su personalidad que influiría para hacerme ver el punto de vista estético de las cosas y de la vida misma. El se sentía orgulloso de ser un poeta que tenía relaciones de amistad con artistas y escritores que ocasionalmente se veían en la ciudad de Cuernavaca como Lilia Díaz, Carlos Pellicer y entiendo también Diego de Rivera y la señora Frida. Yo me convertí en su monaguillo consentido y me pedía acompañarlo al rezo del santo rosario en el templo de la Preciosa Sangre que estaba situado al lado de la huerta de don Pancho Ruíz. Nuestra amistad le condujo a verse en una situación apurada. Resulta que había un nogal al lado de la propiedad sagrada y la huerta de manera que él no sabía que ese nogal fuera o no parte de la huerta. Yo me subí al árbol a sacudir las ramas para obtener las nueces que él iba recogiendo. Desde el árbol note que don Poli que cuidaba la huerta venía hacia nosotros y yo me descolgué por una rama gritándole córrale que allí viene don Poli. La verdad no recuerdo como resolvió este embarazoso incidente. Lo que sí recuerdo es que este sacerdote amigo mío me invitaba a actividades de monaguillo que debían ser una excepción y él me remuneraba mejor que el acolitar de las demás actividades litúrgicas como la santa misa y también el santo rosario. Estas eran las peticiones de novias para el matrimonio. Yo no entiendo con qué razón era mejor remunerado pero me sentía orgulloso y satisfecho de acompañarle en estos menesteres orientados a los matrimonios de la feligresía. Yo tuve un amigo acólito que era terrible y dio un gran cambio yéndose de hermano marista aunque más duró en irse que en regresar y volver a sus andadas o empeorar en ellas. Por un tiempo con sus pláticas y comentarios trataba de hacerme caer en la cuenta de que mi vida necesitaba un cambio radical pero yo no lo tomaba en serio. Mi idea de la vocación al celibato era que estas personas no tenían verdadera noción de su virilidad ni de los placeres legítimos o no del amor del hombre a la mujer. Mi estándar de valores lo dictaba el machismo mexicano ratificado y amplificado en las películas típicas del cine mexicano de la época del que yo soñaba ser un protagonista en mi vida real. Esto en combinación con las sugerencias de mi padre a que proyectara mi vida hacia la carrera médico militar me tenían preparado para responder que ya que terminaría el sexto grado el siguiente paso no tenía nada que ver con ir al Seminario con la idea de meterme de cura. Esto me parecía absurdo y me burlaba diciendo que a quien se le ocurre prescindir del amor a las mujeres. El padre Ayala como respuesta a mi apreciación relacionada al asunto de la vocación sacerdotal que venía al caso cuando hablaban sobre los que se irían al Seminario era un comentario un tanto burlesco o irónico diciéndome que yo iba a ser un medico cimarrón lo cual no entendía a fondo sobre lo que me quería decir y me parecía que ese comentario no armonizaba con el punto de vista de mi padre. Yo me sentía alagado de que me invitaba a su casa y me ponía distinta música, desde luego la popular mexicana que a él también le gustaba como corazón tú dirás lo que hacemos lo que resolvemos etc. Lo primero que comencé a gustar aparte de la música ranchera fueron los valses que ya los oía tocar a la banda de mi pueblo en el jardín como sobre las olas o Dios nunca muere. Luego las sílfides y la danza de las horas que me recordaban la primera niñez y el piano de Melita y finalmente queriendo yo identificarme con sus gustos pretendí que ya me gustaba la Petrushca de Stravinski que en realidad logre gustar muchos años después en el Seminario. Todo esto parecía afinarme el alma para ser receptivo al mensaje de la llamada de Dios. Recuerdo como me comenzó a leer la obra de José M. Pemán sobre el divino impaciente con las personalidades en acción de conversión de san Ignacio de Loyola y san Francisco Javier. El momento cumbre fue cuando conversaban aquel pasaje en el que Cristo comenta que de que le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma. Y otra reflexión de las postrimerías sobre vida muerte, infierno o cielo. En este contexto la dinámica de todo en conjunto se convirtió en una especie de intuición luminosa que me hacía ver con una luz casi clarividente la grandeza y el valor del alma humana y que valía la pena lo que fuere por salvar almas en el mundo del pecado en el que sin duda yo estaba envuelto. De manera que comencé con la inquietud que eventualmente le exprese a mi madre diciéndole que se me estaba ocurriendo irme al Seminario. Ella habló a mi padre y su comentario fue decir ese muchacho no tiene patas para gallo, no sabiendo que si me faltaban patas era porque me sobraban espolones o más bien si lo sabía pero teníamos distinto modo de entender. Cuando ya estaba más cerca la fecha de ir a Morelia a tomar un examen para solicitar la entrada al Seminario yo le dije a mi madre que si no contaba con el apoyo de mi padre yo usaría mis ahorros y me iría por cuenta propia de manera que mi padre terminó por consentir en que yo prosiguiera con el plan del examen al cual siguió la ida al Seminario el día ocho de Diciembre de 1949 en que llegue a San José de la montaña donde estaba situado el Seminario Tridentino de la arquidiócesis de Morelia.

Segundo exordio
Once años de Seminario y mi ordenación sacerdotal
El sentido de la individualidad de cada ser humano como persona y el sentir consciente de su intención, marcan la autenticidad de lo que quiere hacer y determina ser en su experiencia de vivir la realidad de lo que es su propia vida, puesto que finalmente como persona, siempre será responsable por ello. La responsabilidad humana que aprendemos como individuos y como sociedad se conjuga en realizarnos contando con tres factores que podemos considerar de capital importancia y son los de nuestra libertad que cuenta con la gracia de Dios y ambas nos proyectan hacia la realización de nuestro propio destino. Esos tres factores en su dimensión de espiritualidad particularmente hacia el encuentro y la experiencia personal con Dios toman una trascendencia que dentro de la axiología de los valores categóricamente supera todas las demás dimensiones. De acuerdo a nuestra fe cristiana que ilumina la luz de la razón, el Dios que ha creado la humanidad y la ha redimido es el único juez de vivos y muertos y de su destino inmortal como de su alma. Definitivamente el espíritu de fe nos induce a tomar una actitud de humildad para entender que el criterio de Dios supera en grado infinito el nuestro. De manera que para dilucidar la acción de Dios en nuestra vida como individuos, como familia y sociedad y como especie del género humano consideramos una doble economía que gobierna la Providencia divina en conexión con el don de su gracia y la realización de nuestro destino. Y aunque hay una economía ordinaria que nos ha dado a conocer Dios y nos sirve para entendernos con El, también hay la otra extraordinaria tal vez más compleja a nuestro humano entender más difícil o aparentemente aun imposible de comprender. Debemos aceptar que en el contexto de la historia de la salvación dentro de los límites de nuestro saber y entender somos incapaces de limitar a nuestra capacidad y posibilidades las del saber y del poder en las acciones de Dios y su providencia divina. El mismo Cristo en los momentos más difíciles de su destino puso su voluntad en manos de su Padre desde la agonía hasta el momento de entregar su espíritu a sabiendas de su visión de la resurrección.
La presencia divina de Dios en el medio divino se realiza en el mundo a través del cuerpo místico de Cristo que vive presente a través de la acción de su espíritu cuya acción es la de santificar el alma humana actualizando la realización del misterio de la redención. En la vida de cada ser humano la acción de la gracia divina como elemento sobrenatural es un misterio que por supuesto solo Dios lo entiende plenamente. Y también es entendido en el grado que Dios dispone al darlo a entender a cada quien que lo recibe. Una de las experiencias más profundas de la gracia acontece en el alma humana cuando sucede en profundidad como un llamado vigoroso el don de la conversión a Dios. La conversión requiere un cambio radical en el modo de pensar y en la actitud de vivir y la manera de vivir en Dios y para Dios con la determinación de complacerlo en todo como El quiere incondicionalmente. La gracia ejerce una doble acción de un encuentro único entre la dinámica de Dios y la del hombre hacia objetivos característicos orientados a la salud del alma y a la gloria de Dios. Todo esto como vivencia de conversión se convierte en la maravilla de una constante búsqueda de Dios por toda la vida. En mi caso de ir al Seminario por obra de la gracia de Dios la intención de ser ordenado sacerdote fue significativa. Sin embargo descubrí que el significado fabuloso del valor del alma humana y la intimidad de amistad personal con Dios eran de una validez autentica y en sí mismas grandiosas ante Dios mismo por serlo en ellas mismas. Sobre todo la mística del celibato como consagración de mi mismo solamente a Dios en cuerpo y alma y con un amor total angelical y divino le dieron una perspectiva incomparable a mi nuevo punto de vista por compartir y por ser que fuese como el de Cristo el amor mío en el suyo, consagrado en amor a su Padre eterno y a la Iglesia como verdadera y única esposa. Aparte de mi formación académica, moral e intelectual todas estas actitudes y modo de pensar como ideal de ser y llegar a ser requerían mi formación sacerdotal de once años en el Seminario. A esto se refieren para mi entender el mensaje de dos lemas en cantera y color rojo y negro del gran patio del Seminario que proclaman el “Vivere summe Deo” lo cual es una aspiración de algo de siempre para la lucha de la iglesia y el sacerdocio en el mundo, agregando “Alios ventos vidi aliasque procelas”. Vivire en el grado más alto para Dios y He visto otros vientos y otras tempestades.
Rapsodia cuarta. Seminario Menor, cuatro años de latín y uno de filosofía.
Con el rumbo a las Lomas de Santa María a pocos kilómetros de la ciudad de Morelia pasando el barrio de Carrillo y por la carretera que va cruzando entre el parque a mano izquierda y el aeropuerto a mano derecha y llegando al estadio hecho de pura cantera, bien sea caminando o yendo en autobús o transporte público o privado, se encontraba la casa de cristal y al lado la subida del número de escalones de cantera que aun no termino de contar por donde se llega todavía al Seminario Tridentino de la Arquidiócesis de Morelia en San José de la Montaña. A unos cuantos metros de terminar de subir las escaleras, está la entrada al Seminario Menor que cuando lo conocí era solo el que había. Estaba sin el Seminario Mayor que años después fue construido al lado superior y a poca altura separado el uno del otro por la cancha de futbol. Cuando estuvo listo se trasladó allí de donde estuvo anteriormente por algunos años, que fue en el área del claustro antiguo de los carmelitas al lado del templo del Carmen en la ciudad de Morelia. El patio de entrada al Seminario Menor era relativamente pequeño con un servicio de baño a mano derecha de la entrada, y a unos cuantos pasos estaba ubicada el área donde se encontraba el fogón y el horno de la panadería con dimensiones de cierto aprieto no muy desahogadas para el trabajo del panadero que amasaba y cocía pan a diario para cerca de trescientos y tantos alumnos de la división de mayores y menores en el Seminario. Desde la entrada se veía al frente el gran comedor y sus cristales de ventanas que permitían ver lo cerca y lejos de sus entornos, desde el jardín de san José con su hermosa estatua del santo y Jesús adolescente, de allí con mejor perspectiva se divisaban los paisajes de de la ciudad de Morelia y el lindo barroco de los templos y edificios de cantera de la ciudad colonial que yo sentía ser breve lejanía consciente de que en lontananza a mucha mayor distancia en esa dirección estaba mi terruño natal. A mano derecha del comedor estaba el torno de la cocina que atendían las religiosas pasionistas creo que allí mismo al lado de la gran cocina vivían en su convento. Al lado de donde estaba el torno a unos pasos había la puerta de entrada al comedor de los padres que era relativamente pequeño comparado con el de todos los seminaristas pero aquel con mucha mejor comida que el nuestro. EL comedor de los padres tenía otra puerta de salida de donde se veía bien inmediata la misma estatua de san José con el jardín al frente y a mano derecha por un pasillo se comunicaba con la construcción más grande de un gran patio convertido también en cancha de basquetbol con arcada rectangular tanto en el primero como en el segundo piso que eran nuestros dormitorios por los cuatro costados. De uno y otro lado del patio que miraba a la ciudad había escalones para bajar a una banqueta entre los salones de estudio y clases a cuyo lado estaba la hermosa capilla con un extenso coro con su altar y retablo en mármol y el hermoso cuadro de la Virgen de Guadalupe en la parte superior y centrado como el altar para la santa misa. Todo este contingente de construcciones estaba rodeado de un espacio a campo casi abierto decorado de plantas y prados que daban la impresión de un jardín informal. Creo que a través de los años en el Seminario Menor estuve en los distintos dormitorios y conviví con mis amigos compañeros y maestros o bedeles por todas las aéreas sintiéndome familiar a todos los rincones del Seminario. Los cuatro primeros años de Latín se enfatizaba el estudio y el aprendizaje de esta lengua viva en la iglesia católica y en los seminarios de entonces. Familiarizarse con los clásicos latinos y el humanismo greco romano su literatura poesía e historia era fundamental, como la espina dorsal de nuestra preparación humanista. A pesar de que todos mis maestros fueron buenos algunos fueron realmente magníficos y maravillosos, los mejores aun vinieron a ser verdaderos amigos. La estructura básica de la formación tenía dos pilares de autoridad, una era la disciplinar a cargo del Vicerrector en el Seminario Menor porque esto correspondía al Rector de todo el Seminario que radicaba en el Mayor. Y tanto en uno como en el otro Seminario el pilar espiritual era el padre espiritual. Yo siempre tuve buenas relaciones con todos ellos lo cual me ayudó muchísimo en lograr que las bases de mi formación vinieran a ser en realidad profundamente sólidas y vigorosas como mi carácter y los ideales de mi vida. Como daba una impresión inmediata de mi inquieta hiperactividad y falta de moderación y de celo por seguir con puntualidad tan estrictas reglas naturalmente faltando al reglamento mismo el vicerrector encargado de disciplina comentó que yo tal vez duraría allí escasamente algunas semanas. En cambio el padre espiritual se refirió a este comentario diciendo que casi de seguro yo duraría allí por los once años de formación como en realidad aconteció. El movimiento de la comunidad de una parte a otra rutinariamente debía ser en filas y en silencio desde que Dios amanecía hasta el anochecer. Los domingos y jueves podíamos hablar en el comedor los tres tiempos de nuestra alimentación y solamente escuchábamos música clásica que se instalaba bajo la responsabilidad del encargado del micrófono y las bocinas en la cabina preparada a ese propósito por el seminarista a cargo. Fue así como después de once años me hice un verdadero fanático de la música clásica que prefiero aun al folklore mexicano y latinoamericano que me sigue gustando hasta la fecha aunque no con la misma pasión que la música clásica. Las horas más largas de recreo diariamente nos daban oportunidad de practicar varios deportes como el básquet bol y el espiro bol y los jueves y domingos el deporte más importante y popular que era el futbol. Yo disfrute mucho participando en todos los deportes destacando mejor que en los demás en el futbol de manera que logre aunque solamente por un año pertenecer a la primera fuerza del equipo Atenas del Seminario activo en la liga municipal de Morelia. Casi siempre estuve en la segunda fuerza porque era un medio con buena derecha aunque más competitivo que creativo y brillante. Algunos seminaristas que conocí y tuve por amigos habían tenido la experiencia de vida comunitaria, orientados a venir a la del Seminario, experiencia que yo nunca había tenido y preferí no tener por sentirme capaz de lograr lo que debía yendo a donde debía según lo había determinado. Creo que me adapte muy bien a esta vida aunque no sin problemas, resultado de mi espíritu de independencia aunado a mi buena voluntad con la convicción personal de aprender a ser disciplinado motivado por la idea de agradar a Dios e imitar a Cristo en su espíritu de obediencia. Me parecieron fantásticos y de maravilla los ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola por una semana inmediatamente a mi llegada. Creo que estaba preparado para aprovecharme de ellos como secuela providencial de mi conversión a Dios en serio bajo el influjo de la gracia y en el contexto de la vocación de san Francisco Javier aconsejado por san Ignacio en el feliz encuentro que tuvieron en la universidad de París si mal no lo entiendo. Algo que nunca pensé encontrar en un seminario y que detestaba de verdad, fue mi terrible experiencia relacionada con la malicia que no podía entender con respecto a la tendencia mal intencionada de la amistad personal de mayores con menores. Para mí y mi experiencia de macho independiente que me ufanaba de pertenecer esporádicamente a su grupo y compartir con adultos experiencias en las que reafirmaba mi hombría, con quienes ya casi eran verdaderos adultos, me parecía absurdo lo que estaba descubriendo. Una relación de esta naturaleza me parecía algo horripilante, ya que degradaba mi identidad masculina, implicando una relación en la que los mayores tenían como novia a los menores que les llamaban “molca”, aunque nunca supe la razón que lo justificara, aunque verifique que se trataba de reemplazar al menos sicológica y emocionalmente la función emocional tal vez erótica, a saber si sexual de la mujer ausente en ese entorno. Yo tuve que bregar solo con mi fortaleza de mi masculinidad este asunto que en el ambiente del Seminario tal vez tenía algo de tabú pero era un secreto a voces y ahora me maravillo de no haberlo discutido ni analizado con mi director espiritual. Tal vez como decía Sancho Panza, eso mejor ni menalle, y digo yo añadiendo el comentario de que lo sucio apesta. Recuerdo mis sobrenombres y la razón porque me los pusieron a través de mi niñez y toda mi vida. Nos insultábamos a veces como sucede entre niños y hermanos sin que esto me afectase tanto como en el Seminario, a pesar que tuve cuando niño en casa, más que bastante para lidiar con mis mismas hermanas y ellas conmigo. Me llamaban enojadas bobi porque a veces tuve la mala costumbre de morder, nagual porque me gustaba entrar a la cocina y hacer tacos calientitos con la nata del frijol de cazuela, Roque porque me compraron un abrigo que yo presumía por haber sido comprado en la tienda de don Roque, míster Truman porque un padre Ibarrola que visitó la parroquia cuando yo era monaguillo dijo que me parecía a ese presidente, pero llamarme gringa o pocha en el Seminario me enfurecía por parecerme un insulto imperdonable a mi dignidad de hombre varonilmente macho y siempre lo fui hasta con altivez. Yo era capaz de darme a puños con Marciano y todos los pesos completos si me llamasen así solamente porque en un Seminario había el fermento degenerativo de la mariconería no lo iba a tolerar. Me consuelo por otra parte porque fui siempre conocido y llamado el güero Esquivel como continuidad a como me llamaron de niño en mi pueblo por mi color, el Canelo. Y cuando en la división de menores fui de los grandes me llamaban Kalú por parecerles decentemente salvaje como el personaje de las caricaturas, y según los más pequeños tal vez aun vigoroso.
En contraste con este tópico abominable de las “molcas” y sobrenombres femeninos que aun me da rabia por lo injurioso que se me hacía, tuve la dicha de disfrutar de la amistad de magníficos maestros, que eran verdadero baluarte de grandeza humana y excelentes modelos de inspiración y emulación por proseguir los mejores ideales, para convertirlos en realidad tanto en la dimensión de los valores humanos como divinos. Uno de los mejores amigos de mi vida que me distinguió de manera fehaciente con su singular amistad fue el Cardenal de Guadalajara Juan Jesús Posadas Ocampo de feliz memoria a quien conocí antes de ser ordenado sacerdote y vino a ser mi maestro y yo uno de sus alumnos en la clase de Geografía en el primer año de latín en el Seminario. Fueron sorpresas increíbles de la vida las que compartimos siempre con el gusto de la verdadera amistad. El influjo que ejerció en mi educación cultural superó al interés por el mundo de la Geografía sobre el mundo y el universo al introducirme en el gusto superior por el humanismo y la literatura. A mí no me gustaba la lectura y esto desde mi niñez más remota por hiperactivo y distraído. El se empeñó en que yo iba a leer toda la Ilíada y me prestó un bello ejemplar en piel de esa obra magistral del inmortal Homero. Su estímulo era claro conciso y directo cuando le comentaba que me aburría e impacientaba de leer porque sin intentarlo al momento de la lectura sin darme cuenta ya estaba pensando en otra cosa. EL me respondía tu sigue leyendo que eventualmente te gustará. Siendo mi maestro de español en el segundo de latín tuve la mala suerte que resultó buena de que me echara de su clase por un mes. Esquivel te callas o te pongo veinte puntos malos, y me los puso con la advertencia de que no me llamaría más la atención cuando casi segundos después me dijo que estaba fuera de clase por un mes. No sé si fue metódico el plan de doble efecto ni si de antemano lo pretendía por lo bien que salió. Me dio para leer durante ese mes fuera del salón el libro de las aventuras de Tom Soyer que me leí en el pasillo triado de barriga antes de terminar el mes. Fue el primer libro que leí de cabo a rabo en mi vida y me identifique con el espíritu travieso, aventurero e inquieto del sobrino de la tía Poli. Su secretario informal del padre Posadas y compañero de clase amigo mío Abel Suarez tenía llave de su cuarto y con discreción nos daba oportunidad de oír música clásica en su pequeño tocadiscos dentro de su cuarto. Recuerdo que tenía siempre cerca el disco de Cherezada que nos gustaba escuchar. Creo que el segundo libro que me prestó para leer el padre Posadas fue sobre un sacerdote jesuita amante de la metafísica cuyo nombre no estoy seguro si era Jaime pero si tengo certeza de que su apellido era Castiello. A la Virgen santísima le llamaba la madre de la metafísica o nuestra señora de la metafísica, me imagino que sería por ser ella la madre de Dios que es el ser por antonomasia. Entiendo que la familia de este sacerdote era muy acomodada y el murió en un accidente en su carro Porche de carreras si mal no recuerdo, algo parecido a lo que aconteció a la gran estrella de la juventud rebelde James Dean.
EL padre espiritual Manuel Perez-Gil que también vino a ser nombrado y fungió como Arzobispo fue mi maestro de español el primer grado de latín. El también me brindó el privilegio de ser su amigo. Me encantó que nos recitaba los sonetos de los clásicos españoles y que nos estimulaba a memorizarlos y yo memorice algunos de los más bellos viendo que son una verdadera oración como el Pastor que con tus silbos amorosos y el clásico No me mueve Señor para quererte el cielo que me tienes prometido. Y todavía agradezco inmensamente a este íntegro sacerdote que era una persona extraordinaria en su fineza de trato, su comprensión y la mágica empatía de sus consejos y sensibilidad para orientarme y sentirme seguro y responsable pero sobre todo generoso en el trato personal con Dios. Recuerdo dos incidentes en los que me sentí edificado por la manera fervorosa y realmente edificante como administraba los sacramentos, en este caso a un obrero que resultó mortalmente lesionado en el área vecina al Seminario que se llamaba los filtros. Inmediatamente después de saber de la desgracia me invitó a ir en su compañía para poner los santos oleos a este trabajador moribundo. Me impresionaba sobre todo experimentar el contraste de rigidez del Sr. Vice rector con sus reglas inflexibles y la espontaneidad del padre espiritual en sacarme del Seminario para acompañarle sin ninguna de las formalidades de los permisos para salir. Una tarde la sesión de consejería se extendió de su cuarto donde atendía estas sesiones y salimos en su carro hasta el lago de Patzcuaro en el area de Chupícuaro desde donde estuvimos admirando una bella puesta de sol. El me explicaba lo que era el fenómeno del perihelio del sol que cuando ya se ha ocultando del horizonte se sigue mirando si mal no entiendo por ilusión óptica. Esta actitud y trato tan fino me hacían sentir su espíritu de libertad dentro de una dinámica de comportamiento con un criterio tan abierto y espontaneo en el que saboreaba la enseñanza de que la letra de la ley y de las reglas matan y el espíritu da vida. Todas las mañanas después de las oraciones de rutina en la Capilla y antes de la santa misa nos enseñaba la manera de hacer oración mental dándonos una plática con los puntos de meditación, todo esto con un estilo muy interesante y atractivo para nuestra edificación y nuestra acética espiritual. Mi experiencia con otro sacerdote excepcional no fue tan venturosa porque implicó una fuerte sacudida que trajo a mi memoria el temor de reprobar el segundo de latín, que no se cómo lo resolvió porque no reprobé. Yo detestaba el álgebra. No me interesaba en entender la tontería para mí de quebrarme la mente bregando con letras equivalentes a números y más de una vez arroje igual que lo hice escogiendo frijoles en mi niñez, arroje el libro de texto en la materia referida por la ventana lo más lejos posible. Por supuesto teniendo después que irlo a recoger. El problema al que aludía el padre Castro era el de mi calificación inaceptable en la materia a la que me he referido del álgebra. En el contexto de la conversación me daba a entender que era falta de responsabilidad a mi vocación y a mi capacidad de aprender que sí tenía más que mediana, y el que tuviese que reprobar. El hecho es que esto no se materializó en un hecho real y yo inicie el siguiente curso como si nada logrando destacar en trigonometría que para algunos era más difícil. En este caso descubrí algo muy peculiar fuera de toda lógica, pero tal vez dentro del perímetro de la sicología. El maestro de trigonometría que tenía fama de ser extraordinariamente inteligente, el padre Joaquín Campos también secretario de la Sagrada Mitra, que fue quien me examinó para entrar al Seminario, me pareció tal vez el mejor maestro que nunca tuve por la espontaneidad con que seguía su manera y tal vez su método de enseñar que no puedo describir de ninguna otra manera sino comentando que aprendía lo que explicaba con una naturalidad increíble. El era temiblemente enérgico y bastante nervioso y en su clase se podía escuchar el vuelo de una mosca. Hay una anécdota de lo que como una verdadera ironía sucedió en su clase cuando preguntando sobre el teorema de Pitágoras tres alumnos consecutivamente respondieron que no lo sabían, a lo cual el sentenció que el próximo que dijese que no lo sabía estaba fuera de clase y con nota de pésimo. Resulta que cuando dijo, el que sigue, escucho él y toda la clase como respuesta, lo ignoro y toda la clase explotó en tremenda carcajada sin ningún comentario de parte del padre Campos por cumplir su amenaza. Todo mundo decía que el tercer año era especialmente difícil y a mí me fue tan bien que no solamente proseguí sacando notas trimestrales de muy bien sino que en este grado logre para sorpresa mía recordar los tiempos de mi niñez, cuando mi hermana lograba sus bandas de honor y yo estaba satisfecho al fin, aunque sorprendido de verdad con mi primer diploma de honor en aplicación. Con respecto a mis amistades recuerdo que naturalmente decidí no tener amistad con compañeros mayores que yo. Nos hicimos muy amigos un grupo de cuatro de la misma edad que aunque compartíamos también peleábamos discutiendo a diario por lo que nos apodaron los cuatro de la vida airada. Una vez que me culturice con la dinámica de realidades axiológicas de la vida de Seminario y su estructura sistemática me parecía estar adaptado a ella y me sorprendió una ocasión en que me mandó llamar el Vicerrector sorprendiéndome de la acusación de que yo intimidase a los menores que yo sin poder detectar a que se refería. Se trataba de un chico con el que según yo nos llevábamos de maravilla porque a mí me agradaba su originalidad que lo hacía especialmente popular. Le pusieron por sobrenombre la clave porque siempre decía que todo era cuestión de tres catorce veintiuno y aplicar la clave y todo saldría bien. Como no entendía de que arrepentirme o disculparme ni de quien se trataba, el Vicerrector me hizo saber que este niño un año menor que yo me acusó de que cuando estábamos en fila usando el baño del mingitorio, yo le empuje el brazo para que orinase su mano cosa que en verdad no recuerdo sin negar que tal vez sí lo habría hecho, puesto que este niño me acusó de hacerlo. Yo aprendí que en mi conciencia pude haberlo hecho como una broma, que a veces nos hacíamos en general sin considerarlo como algo grave sino como una travesura, aunque de mal gusto sin duda.
Mi espíritu belicoso jamás desaparecía como lo relato enseguida. Todos los días comulgábamos en la santa misa y teníamos oportunidad de ser oídos en confesión. Resulta que la noche anterior al caso en cuestión, al entrar al dormitorio ya que nos íbamos a dormir el compañero delante de mí me dio con la puerta en la cara y en vez de acusarle me tome el asunto por mi cuenta enredándonos a golpes hasta que nos separaron. Cuando me fui a confesar me dieron de penitencia que después del desayuno le pidiese disculpas, cosa que trate de cumplir religiosamente con la sorpresa de que no se hizo posible, porque con precaución se puso en guardia tratando de enredarme de nuevo en otra reyerta que entonces sí logre evitarla.
Mis tendencias a la violencia me hicieron pensar que la raza de mi padre tal vez era como la de las ganaderías de toros bravos porque yo no me arredraba en pleitos y no ponía peros por mi tamaño por pelear con los más grandes que yo, aunque a veces no salía tan bien parado. El colmo fue cuando empecé a sacar diploma en conducta por mi buen comportamiento y me dieron el cargo de ver por el orden en el dormitorio, me acostumbre a llevar conmigo la llave del mismo. Había un condiscípulo tan inquieto como yo que a mi parecer me estaba tomando el pelo sistemáticamente burlándose de mí e ignorando lo que le decía. Creo que me colmó el plato diciéndome un sobre nombre que yo no toleraba por ningún motivo, y con un movimiento reflejo de violencia, teniendo la llave del dormitorio colgando de una cadena en mi mano, le di un golpe en la misma cabeza con la misma llave de manera que sufrió un descalabro no muy serio pero fue descalabro. Lo inaudito fue que ese mes también saque diploma de buena conducta, haciéndome esto sentir particularmente indigno y avergonzado.
La ira es uno de los siete vicios capitales, cuando no se gobierna con la paciencia, tampoco equilibra esa energía proyectándola a cualquier alternativa en armonía con el equilibrio y la serenidad de la paciencia, que favorece el bien del espíritu y la salud del alma para vivir en paz. El problema es que del dicho al hecho hay un gran trecho y la virtud es fácil de entender en un momento pero el practicarla es una lucha de toda la vida. Saber que Dios detesta la ira y desprecia al iracundo me impulsa a perseverar con paciente persistencia a luchar siempre en imitar a Cristo que nos invita a la mansedumbre y humildad que practicó toda su vida. Es un camino que urge no dejar ni quedar caído en él, sino levantarse siempre con espíritu de esperanza en la victoria, sabiendo que el que persevera alcanza. Agradezco a Dios el que me encaminó al Seminario para ponerme en órbita llenándome de fe y de confianza, para seguir en pos de Cristo, costase lo que costara desde aquel entonces y hasta el fin de mi vida.
El primer año que pase la Navidad lejos de mi familia no me afectó tanto como el segundo en que sí sentí la nostalgia de las posadas extrañando mi tierra y mi familia. El comentario de mi padre espiritual me surtió un efecto increíble de por vida. Solamente me dijo que si el Niño Dios dejó los cielos de su Padre por la tierra, no había razón de que yo me quejara. Dese entonces comencé a escribir mis primeros versos de felicitación de Navidad a guisa de tarjetas. Una poesía de las que más me gustan habla de que El Dios Niño ha nacido de la eternidad y ha partido la noche a la mitad, y que en la cascada de la Navidad Dios derrama el mar infinito que se hace un río, derramándose como cascada en lo profundo de nuestra alma. Me encantaba compartir mis poemas con el Padre Juan Jesús Posadas, y coincidía conmigo, diciéndome que esta o aquella imagen le gustaba, y aun comentaba también que es increíble lo que se nos ocurre a los poetas. Otra gran satisfacción navideña era ir a los conciertos de los niños cantores de Morelia en su apogeo, bajo la dirección del maestro Romano Picuti venido de Italia a Morelia afectado por su terrible experiencia de la guerra. Se murmuraba que la primera vez que oyó los típicos cuetes mexicanos estallar fue y se metió debajo de su cama. En cambio yo me quedaría hasta el amanecer sin pensar soñando en ella, sino en el gusto que sentía escuchando sus conciertos. En una ocasión tuvimos la dicha de escucharles en el claustro de lo que fue el convento del Carmen, ya entonces el Seminario Mayor, donde después del concierto tuvimos una cena familiar. Uno de mis amigos Carlos Altamirano sobrino carnal de nuestro Arzobispo, le preguntó a Valencia que así se llamaba el solista de los niños cantores sentado a nuestro lado en la cena, le pregunto si conocía a su tío y lógico, su respuesta fue otra pregunta, la de quién era su tío a lo cual Carlos le informó que era el Arzobispo. Este mismo Carlos era uno de los cuatro amigos que formábamos el grupo de los de la vida airada y ya nos lo devorábamos por su pregunta un poco más que ridícula.
La correspondencia que tuve con mi padre me era especialmente grata y ahora comprendo los motivos. Mi padre redactaba para sus negocios que consideraba naturalmente una gran prioridad en su tiempo y en su vida, gracias a Dios. Con frecuencia decía esa expresión casi siempre cuando no podía hacer algo por falta de tiempo porque estaba ocupado en sus negocios. De manera que consciente de esto, yo agradezco el tiempo que me dedicó haciéndome sentir importante, con la evidencia escrita de ser parte del negocio de su vida y el de la mía. Aparte de lo mencionado, tengo que decir que siempre me mandaba un giro para mis pequeños gastos, dándome el privilegio de comprar mis utensilios y golosinas bien en la tienda del Seminario, o utilizando el servicio del en carguero que traía encargos casi cada semana de Morelia. Siendo pequeño, podía solicitar que un acompañante mayor fuese conmigo a la ciudad personalmente. Recuerdo aquella vez en que tal acompañante cuidando de mi bolsillo mejor que yo, se negó a comprarme con mi dinero un mamey que yo realmente quería y no me permitió comprarlo por demasiado caro. Estaba ansioso por ser mayor para pedir permiso logrando ir por cuenta propia a mis asuntos pendientes en Morelia que nunca me faltaron. Recuerdo que los más urgentes fueron los que me invente para ver las lindas colegialas saliendo de sus escuelas y regresando a sus casas por la calle real que es la bellísima avenida Madero. Después conocí un soneto que inspiró al canónigo don Francisco Alday, poeta de exquisito gusto clásico, me sorprendió y le sorprendí, en el que dijo cual era la razón de mi salida que no era por las que daba sino por estas razones: “quiero decir lo que a las cinco en punto, eres en la confluencia de tus calles, flexible andar, multicolor conjunto, coro de risas y trigal de talles…Evidentemente se trata de Morelia, la que tantísimo me gustaba.
Compartir las visitas de familia que me hacían una o dos veces por año más que gustarme me fascinaba. La familia iba mejorando económicamente y se notaba por el vehículo que mi padre manejaba. Dese la camioneta café claro en que vinieron a su primera visita, cuando al visitarme tenían que pernoctar en el hotel Oseguera por razón de que la carretera no estaba lista para ir y volver de la visita en el mismo día, hasta la de aquel lindo carro estudebequer azul al que nuevecito le abolle una linda polvera, con todo el dolor de mi corazón y la furia de mi padre por dejarme manejarlo. Creo que esa es la historia de la mayoría de los padres y los hijos y yo no podía ser la excepción, ni tampoco mi padre deseoso de que yo aprendiese y yo de aprender.
El tópico de la alimentación es algo de lo que no me gusta hablar pero lo debo hacer en honor a la verdad. La comida se pasaba de ser pobre por la calidad de los productos cocinados y no por deficiencia la más mínima de parte de quienes cocinaban. Un seminarista muy original definía su menú y contaba con el privilegio de integrar huevos a su dieta del propio bolsillo familiar, lo describía: frijoles con huevo por la mañana y huevo con frijoles en la comida y finalmente con otra expresión más fuerte sin duda vulgar, frijoles a fuerza por la noche…Yo añadiría por fortuna o desafortunadamente rellenos de gorgojos cocidos, fabulosa vitamina. En cuestión de pan adiós pan de azúcar que tanto me gustaba, conformándome por once años con mitad de sema plana y una mitad de bolillo por la mañana, un cuartito de leche para cuatro y agria no pocas veces. Yo que nunca quise leche sola sin café recién ordeñada de las cabras o las vacas de casa ahora aun la agria me parecía manjar. En vacaciones mi madre me dijo Tabo, te prepare tu arroz de leche que tanto te gusta y yo le comente, yo como eso del diario en el Seminario. Ella me preguntó extrañada y de donde cogen tanto huevo y tanta leche para tantos alumnos. Yo serena y naturalmente le respondí que el arroz era sin leche y sin huevo.
Cuando termine el tercer curso de Latín al pasar al cuarto grado, estando entre los quince y diez y seis años me mudaron a la división de mayores y eche de menos a mis mejores amigos, sobre todo a Samuel Bernal de Puruándiro, excelente futbolista lo mismo que como estudiante capaz e inteligente y un verdadero personaje por su sentido del humor. Era un año menor que yo en edad y también en el curso académico, yo iba un año adelante. Lo bueno es que al año siguiente vino a la división de mayores, y tuve la satisfacción de convivir y pasar el tiempo disfrutando nuestra sana y alegre amistad, solamente por un año ya que después del primero de filosofía, me debía mudar al Seminario Mayor que estaba en la ciudad.
Las excursiones de lo que llamábamos paseos de todo el día podían ser al Balneario de Zinapecuaro o a los aserraderos de la sierra, tan lejos como lo que en el Seminario era conocido como el Pico Azul para el paseo de la división de menores o el bien lejano a Chorro Prieto, exclusivo para la división de mayores y no para todos sino para los de muy buena condición física. A mí me encantaba caminar por la sierra entre pinos, arroyos y quebradas con sorprendentes cascadas y panoramas preciosos de la sierra. Creo que fue en el segundo de Latín cuando ya estábamos a cierta distancia para llegar de regreso al Seminario Menor de un paseo que dimos al Pico Azul a donde yo habría ido por primera vez, cuando nos ordenaron detenernos a la orilla de un arroyo donde deberíamos rezar el rosario. A mí me gustaba estar cerca del agua y me senté con mis amigos al lado inmediato del arroyo. A cierta distancia, como a tiro de piedra sobre un promontorio que hacía lomita, se sentaron un grupo de compañeros entre quienes estaba un alumno recién ingresado ese año que se llamaba Trinidad y era conocido como Trino el aguerrido. Por un buen rato no sé hasta que misterio del rosario nos estuvo lanzando piedrecillas, que a veces me llegaban a mí y yo volviéndome a verles les hice señas de que pararan de molestar, lo cual no aconteció. Cuando mi paciencia llegó al colmo, de repente cogí un guijarro y se los arroje de manera que alcanzó a dar precisamente en la cabeza de Trino a quien descalabre. Pararon de rezar el rosario para atenderlo y sin terminarlo regresamos al Seminario. Yo me sentí avergonzado y temeroso de ser juzgado por atreverme a ser justiciero sobre algo que le pertenece a la justicia divina, que era absurdo que yo tomase en mis manos sin ningún derecho y de manera tan arbitraria. Tuve que bregar con las consecuencias de mi falta avergonzado y arrepentido por haberla cometido. Lo malo es que me preocupaba el que mi arrepentimiento no fuese suficientemente sincero, porque volvía a la carga, procediendo con violencia.
Este camino de la sierra años después lo hice a caballo con el fotógrafo del Seminario Simón Ríos para la revista Futuro que presentaría un pequeño artículo sobre el Señor Cortes nombrado obispo. No sé a ciencia cierta si el Obispo era nacido o estuvo allí durante su ministerio como sacerdote, me refiero al poblado de Túmbisca en los límites de la sierra, donde parecía iniciarse la explanada a la tierra caliente. El hecho es que conseguí dos caballos uno brioso para mí y el otro bastante manso para el fotógrafo que no sabía mucho de a caballo. No sé cómo me las arregle pero me los prestó el papá del padre Castro que pertenecía a la sociedad de los charros de Morelia. Tuvimos que madrugar, para regresar a horas de la madrugada habiendo cabalgado poco más de diez y siete horas a caballo de ida y vuelta, con escaso tiempo para nuestros alimentos de pasa día. Encontramos una cueva que tenía unas como manos pintadas sobre el techo de la cueva a la que penetraba suficiente luz para distinguirlas, y el señor fotógrafo desafiando el problema con su técnica y su arte logró una fotografía en la que se notaban bien a la vista las dichas manos y la publicó en la revista con ese título, las manos pintadas de la cueva de Túmbisca. No recuerdo precisamente la edad, pero fue entre los diez y seis y diecisiete años que vine a formar parte entre el número de los seminaristas de la división de mayores, siendo yo de los menores otra vez. Estoy seguro de que el tercer año aun estaba entre los menores, pero no el cuarto, ya no. Desde el punto de vista académico, tengo que comentar que el programa del cuarto año de latín añadía el estudio del griego y de la física y la química a la enseñanza. El padre Juan Posadas nos daba clase de literatura de los clásicos latinos y prefería a Cesar del Rubicón y la Galia que al Cicerón del foro y a Horacio de las odas mucho más que a Virgilio de la Eneida. No sé cómo ni porque pero en esa clase aprendí dos cosas para toda la vida como guía para hacer mi juicio personal no solo en el mundo literario sino en la misma vida. Eso también lo relaciono con una cita a un autor del que no recuerdo más que su apellido y esa cita es la de un artículo de un señor Chamorro que dijo no conocer que habría dentro del corazón de un malvado pero que en el mejor de entre los hombres, su corazón, era capaz de los más negros pensamientos. Lo otro que es una maravilla de sencillez se refiero a la definición del gran polemista don Marcelino Menéndez y Pelayo tan admirado por don Juan Jesús Posadas. Y me sentí beneficiado experimentando como por una visión lo que significa y lo que implica en diferentes tópicos de axiología el definir que el estilo es el hombre. Ninguna de las otras tres novedades del cuarto curso me causó especial alegría como me aconteció en el quinto grado y primero de filosofía precisamente con la filosofía. Me agradó la perceptiva literaria y bastante menos el estudio de la biología. Yo siempre tuve excelentes notas con lo que me gustaba, sobre todo que coincidía que también los maestros eran una maravilla, sobre todo en el primero de filosofía por ejemplo, Alberto Carrillo toda una personalidad en sí mismo y en el aula hablando de filosofía. El recién había venido de la universidad de Comillas en Lovaina. Me impresionó como nos presentó la epistemología del nóumeno y el fenómeno, el panorama de la lógica, la crítica y la metafísica más allá de la mente, todo eso me tocaba el alma. Yo veía y armonizaba dentro de mí la armonía del universo del prodigio de la razón pura y la ontología del ser, a pesar de negar el gran filósofo la metafísica como ciencia, al despertar de su sueño dogmático, tal vez sin el discernimiento del contexto de los diferentes criterios sobre lo que es la ciencia en distintas dimensiones del espíritu. La crítica de la razón pura y todo el idealismo kantiano y el alma de lo trascendental y sobre todo la crítica de la razón práctica y su ética formidable, me parecían maravillosas como otro punto de vista para completar desde una nueva perspectiva, de donde no logró ver quizás ni el doctor angélico Tomás de Aquino, ni Aristóteles o Platón. Nunca olvido aquello de obrar de tal manera que tu comportamiento sea norma universal.
Pasando a los deportes quiero señalar que aunque me gustaba lograr serlo, yo no pensé lograr formar parte de los atletas del Seminario. Me impresionaba verlos cada año en lo que llamábamos y era un festival gimnástico al que atendía en persona el Señor Arzobispo. Me las arregle para que me admitieran a los ensayos sobre las barras paralelas y hacer la escuadra, la plancha como controlar en la mecida el cuerpo vertical sobre las paralelas. Por lo visto todo eso resultó aceptable porque me sentí orgulloso de pertenecer al grupo de atletas y presentarme con ellos en el festival de la gimnasia. Fue entonces que experimente un cambio en mi estructura somática, empezando por tener que comer con mayor cuantía subiendo de peso cambiando la estructura de un cuerpo y piernas veloces, para correr y saltar con menos ligereza por un cuerpo muscular y de más ancha estructura de la que tuve anteriormente, cuando algunos de mis amigos con cierta razón me decían el flaco. El padre Manuel Ponce, mi maestro de literatura los dos primeros años de filosofía era el otro poeta más reconocido como tal del Seminario, aparte del Señor Alday, para mi gusto tal vez de más profunda y austera poesía. El padre Posadas con su agudo sentido del humor comentaba que uno de sus primeros libros que el padre Ponce publicase y que tituló el Jardín Increible debería haberlo titulado solamente increíble. Yo se que le gustaba y admiraba su poesía y me parece que lo que implicaba en este chiste debiese referirse a su estilo que lo identificaba más con la poesía de vanguardia. El caso es que fue el padre Ponce quien compuso el himno al Seminario que cantábamos el día de la gimnasia y en mis añoranzas de entonces yo lo sigo cantando pensando en los azares de mi vida. Me gusta la estrofa que comienza con luz de ayer luz de hoy, sol atrida, vencedor en las luchas del orden, del amor de la flor de la vida, pura imagen del ser viviente, en nuestros pasos en nuestra frente, deja que brille la rectitud. De alguna manera creo desde mi subconsciente, esto ha sido una experiencia real no solo de mi formación sino de la vida, que sigue martillándome a mí y yo a ella para esculpir la imagen del hombre que quiero ser, realizando mis ideales de siempre. No quiero eludirlo, aunque me adelanto varios años, voy a referir que el Padre Ponce me hizo favor, siguiendo la sugerencia del ya entonces Obispo de Cuernavaca, y de antaño mi maestro y amigo el Padre Posadas, reitero, me hizo favor de programar una tertulia literaria para presentar a un pequeño grupo mi libro titulado Antología Bilingüe, que fuese editado primero para celebrar el aniversario de plata en oro de mi natalicio. También lo tuve conmigo para compartirlo en la convención internacional de poetas del mundo, en lo que se llamó en ingles The World of Poetry.
Rapsodia quinta. En el Seminario Mayor dos años en el Carmen
Volviendo a la vida del Seminario debo aludir a mi experiencia relacionada con mi obligación cívica de ciudadano mexicano para cumplir con el servicio militar lo cual tuvo lugar el año de transición del Seminario Menor al Mayor donde yo proseguiría a estudiar otros dos años de filosofía ya recién cumplidos mis diez y ocho años de edad. Lo primero que tuve que hacer fue alistarme al servicio en mi tierra natal como lugar de origen y tramitar lo requerido para cumplir el servicio dentro de la jurisdicción de Morelia donde estaba radicado por mis estudios. Aparte del deber cívico y el cumplimiento con la ley como valores éticos la urgencia de cumplir con el servicio era el obtener la cartilla de servicio militar que acreditaba todo lo mencionado y era requerido como documento incondicional para muchos otros trámites cívicos y legales hasta ser dado de alta después de un buen número de años, entre ellos por ejemplo la adquisición del pasaporte. Eso de la cartilla a pesar de tenerlo en orden, eventualmente no fue suficiente con una sorpresa eventual que tuve que dilucidar al tiempo de tramitar mi residencia en los Estados Unidos. Todas las gestiones por tramitar cumplieron su cometido de acuerdo a lo planeado para lo del servicio militar. De manera que ya listo mi asunto para dar el servicio en Morelia, solamente tuve que practicar el adiestramiento militar sistemático de marchar y demás por un mes ya que fui aceptado para formar parte del grupo de conscriptos orientados a representar la milicia juvenil en el ámbito deportivo. Y con las conexiones y recomendaciones de mis amigos excelentes atletas compañeros del grupo de atletas de gimnasia en el Seminario fui admitido en el equipo que entrenaba el lanzamiento del disco y de la bala. Clasifique en el tercer lugar en la región de Morelia y debería competir eventualmente en Guadalajara para la competencia nacional. Hay una anécdota por referir cuando recibí la condecoración del tercer lugar. Era bien sabido de mis compañeros atletas entre los conscriptos que yo era seminarista. Y cuando las chicas elegidas para el propósito de ponerme la banda vinieron a mí hicieron bulla coreando que me diesen un beso que era algo que sin duda me ruborizaba. Aunque sí me ruborizó me percate de sentirme alagado. En la competencia de Guadalajara no clasifique para la nacional sobre todo porque yo no sé cómo fueron aceptados a la competencia algunos remisos de Colima cuya edad pasada de los diez y ocho naturalmente les daba gran ventaja sobre mí que recién los cumplí y en realidad yo no era tan corpulento.
El Seminario Mayor me pareció como un local de paracaidistas desarrapados que improvisaron un lugar para habitar allí clandestinamente a pesar de que tenía un singular y significativo encanto. Todo este problema lo creó el propósito que sería el triunfo definitivo de la filosofía liberal laica sobre los conservadores tradicionalmente católicos y las leyes rígidas de la reforma de terminar con la iglesia católica enfocándose a terminar con el clero. Era difícil imaginar todo lo que había allí tras las paredes que ocultaban la diversidad de edificios originalmente un convento carmelita bastante amplio y con unos arcos de incomparable belleza arquitectónica. Al abrir la puerta de entrada de la calle que estaba al lado del atrio del templo del Carmen dando la impresión de ser una de las casas adyacentes a esa área que sí lo era, se encontraba una salita y un jardincito muy acogedor al que le llamábamos la pagoda y solía usarse como recibidor informal. A mano izquierda había un muro de cantera en cuyo rincón se improvisó una cancha de bol y bol y al frente de la misma unos baños sanitarios y también otro baño para ducharse que contaba con dos regaderas. El vigoroso arco o arcada única a la vista sobre la planta baja daba la impresión de marcar la entrada a una cueva con un laberinto que no lo era sino pasillo de la planta baja hacia varios recintos del convento hasta llegar a los arcos mencionados que al lado izquierdo formaba el lado de la pared que sostenía nuestra capilla en realidad parte integral de la construcción del templo adyacente al convento carmelitano. Para subir a la planta alta lo que era entrada a la aparente cueva tenía una escalinata a mano izquierda que conducía a la parte superior del claustro con un primer pasillo que a mano derecha al terminar la escalinata lo dividía artificiosamente del resto del pacillo un torno que daba comienzo al área donde se había improvisado la cocina. A mano izquierda como a cincuenta metros se bifurcaba el pasillo que a mano derecha continuaba con cuartos que eran celdas de los monjes convertidas en oficinas del Rector y algunos maestros y daban a un patio inmenso donde se veía lo que de convento expandido estaba convertido en la terminal de autobuses. Siguiendo hacia el frente de este pasillo en vez de tomar a su derecha había una puerta relativamente grande que daba entrada a un amplio recinto que podía servir de comedor, de salón de clase y de pequeño teatro de actividades de la comunidad o de escenario de teatro. Al fondo a mano derecha comunicaba con otras dos celdas que servían de salón de clase. Estos dos recintos tenían puertas interiores para salir a la azotea que formaba el techo en forma de cuadro y era la explanada del bellísimo claustro con sus preciosos arcos. El corredor que comunicaba con las celdas que tenían vista a la terminal antes de llegar al fondo daba también vuelta hacia la derecha y comunicaba con una gran escalinata de cantera que estaba cancelada por ser ajena al uso de las habitaciones del Seminario pero era parte del edificio del convento y siguiendo de frente sin bajar esa escalinata había un gran dormitorio donde pernoctábamos la mayor parte de los alumnos. Se había improvisado uno como tapanco donde dormían algunos estudiantes de teología ya por ordenarse, entre ellos el padre Juan Posadas que protagonizó una anécdota cómica muy simpática. Sucede que en la parte inferior del tapanco dormía uno de sus compañeros muy ocurrente y se dice que ya tenía por costumbre esperar a que el padre Posadas que dormía en el piso de arriba hiciera un ruido dejando caer su segundo zapato señal de que ya se habría quedado dormido. En una ocasión en que se quedó dormido sin dejar caer el segundo zapato que no hizo el acostumbrado ruido, tuvo como consecuencia que don Robe que así le llamaban al compañero en cuestión, no pegó el ojo en toda la noche esperando el escuchar caer el segundo zapato con su peculiar ruido.
La experiencia de vivir en la ciudad con las actividades del servicio militar y el ir por las calles a los campos de fut bol a distintos lugares donde entrenábamos o competíamos en la serie de juegos de la liga para el campeonato municipal nos hacía sentir ser parte del mundo real y de la sociedad del mundo laico no solo no clerical sino de todo mundo en general. Yo me sentía capaz de funcionar atraído por ambos, aunque con el deseo de experimentar ser un estudiante no necesariamente ligado con el mundo del clero y sus objetivos ministeriales. Yo quería estar seguro de tener una experiencia vivida y asegurarme de mi elección de ser ordenado. Sobre todo porque una vez terminada la filosofía los siguientes estudios enfatizando la teología y otras materias específicamente de índole clerical para el sacerdocio y su ministerio requerían el que yo tuviera certeza y claridad sobre mi decisión para ser ordenado sacerdote y dedicarme de por vida a su ministerio frente a otras posibilidades como alternativa. Mis directores espirituales nunca vieron con buenos ojos esta inquietud enfatizando que el criterio de mi recta intención de entregarme a Dios y a su servicio era más que suficiente y que otras alternativas implicaban en cierto modo una infidelidad a mi vocación. Con esta idea como comentario y consejo de mis guías espirituales desalenté a mi padre que precisamente tenía en perspectiva la compra de Querendaro una antigua propiedad rural cerca de Morelia cuyo propietario se empeñaba en cerrar el negocio de compra venta ofreciéndole todas las oportunidades conducentes a negociar con el con mayor interés haciendo un magnífico negocio especialmente con mi padre basándose en su record financiero y administrativo. Yo le dije a mi padre que no contara conmigo porque mi objetivo era bien claro orientado al sacerdocio.
Este año de mi servicio militar fue particularmente diferente a todos los demás por mis actividades diferentes a la rutina que tuve anteriormente. El capitón Barrera me designó para entrenarme como instructor y entrenar a las chicas de un Colegio Cásares que desfilaría para las fiestas patrias, de lo cual informe al señor Rector contando con su anuencia para hacerlo. Cuando se aproximaba el 30 de Septiembre el capitán me indicó que quería que yo desfilase con el Colegio y yo le indique que estaría fuera de Morelia en la población de Erongarícuaro cerca del lago de Patzscuaro a donde iría todo el Seminario de vacaciones. El señor rector me llamó un día a su despacho para informarme del plan con el comentario de que ya me echaste encima la intervención del capitán Barrera. No se hasta que punto tenía razón porque en realidad yo explique que en este asunto todo dependía de la decisión del señor Rector pero yo también tenía mis razones para que las cosas así sucedieran. Yo pensaba que me regocijaría después del desfile celebrando mi natalicio atendiendo a la corrida de toros a la que ya había atendido más de una ocasión que mi padre me visitaba. Y así sucedió aunque con otro inconveniente que aconteció de la siguiente manera. El padre espiritual mi ex director espiritual del seminario menor estaba por ir a Erongáricuaro a principios de semana y me ofreció a que le acompañara y me fuese con el dentro de uno o dos días, yo acepte su invitación pensando que no habría ningún inconveniente de parte del señor Rector en que llegase con el pero no fue así y me recriminó por no tomar un autobús y regresar de inmediato el día siguiente del desfile.
Tal vez la segunda semana de mi regreso supe que mi abuelo materno Emilio estaba seriamente enfermo en la ciudad de Colima donde radicaba por haber trabajado en esa estación en su categoría de jefe cuando estaba sano. Sabiendo que mi papá siempre se encontraba muy ocupado en sus negocios y tendría dificultad en llevar a mi madre yo le pedí permiso al señor Rector de acompañarla y ya no regresar sino hasta el fin de vacaciones en casa donde pasábamos un mes después de nuestra estadía en Erongarícuaro y tanto él como yo de buena fe así lo dejamos concertado. Cuál sería mi sorpresa cuando mi padre se negó rotundamente y me dijo que cuando juzgase pertinente el mismo la llevaría. Yo me sentí responsable de representar a mi madre tal vez por mi deseo personal también de viajar a Colima y conocer el mar, porque cuando mi padre homenajeaba a mi madre llevando a toda la familia yo estaba en el Seminario y nunca podía acompañarles y yo deseaba ansiosamente no solo visitar a mi abuelo y primos sino conocer el mar. Aunque no contaba con suficiente dinero para el viaje y no podía regresar al seminario con mi paño de lágrimas y el ridículo de mi historia me fui a Guadalajara con esperanza de viajar a Colima con Enrique mi primo a quien no encontré por estar en Colima y ya casi sin dinero fui llegando a Colima a donde nunca había ido con la sorpresa que Enrique a quien más confianza tenía de los parientes se había ido a Guadalajara. Mi tío Emilio hermano carnal de mi madre no medio hermano, trabajaba con mi abuelo y después por sí mismo en el exprés del ferrocarril y gentilmente me obsequió un par de zapatos mocasines un pantalón blanco diría yo playero y cincuenta pesos que me hicieron el milagro de la multiplicación de los panes para encontrarme de regreso con Enrique en Guadalajara finalmente.
Gustavo mi primo con quien anteriormente no tuve casi ninguna relación me acompañó a Cuyutlán a la ola verde donde conocí el mar por primera vez. Nos fuimos en un autobús partiendo de Colima con destino a Cuyutlán y de allí a la playa de Santiago en Manzanillo. Ante mis penurias y el gusto de nadar en el mar, no tuve la ocasión favorable para disfrutar a mis anchas el placer estético de la grandiosidad del mar. Cuando nos dio hambre compramos galletas saladas y una lata de sardina que me parecía blasfemo comer estando en el mar con tan ricos mariscos pero muy caros para nuestra casi miserable economía. Sería uno o dos años después que en una charla en casa yo hice el comentario de cómo había crecido mi primo Enrique y que manos tan grandes tenía preguntando mi padre y tú cuando has visto a Enrique desde que te fuiste al Seminario y yo no tuve ningún empacho en ponerle al tanto de lo acontecido.
Ya que he tocado el tópico de Erongarícuaro me parece pertinente recordar algunas de mis experiencias por compartir de los años anteriores de mis vacaciones ahí con todo el Seminario. A mí me fascinó siempre conocer a los inditos tarascos desde la primera vez que visite Patzcuaro con mi papá no estoy seguro si cuando nos vinimos a examinar para entrar al Seminario o más bien entorno a las fechas de cuando me visitaba. A él le encantaba ir sobre todo porque uno de sus platillos favoritos fue el pescado blanco de Patzcuaro. No me había imaginado que conviviría con los inditos tarascos en su entorno más íntimo y personal como familia y como pueblo tratándonos con plena confianza y afecto de amistad sobre todo en la catequesis misionera y en los ejercicios espirituales y participaciones religiosas y culturales cotidianas y festivas. Yo me inicie en este aprendizaje cuando recién comencé a dar catecismo bajo la preparación del padre Sotelito que era un sacerdote tan sencillo como inteligente. Mi problema teológico que recuerdo fue cuando les explicaba sobre la virgen que daría a luz por obra del Espíritu santo y luego me quede pensando si era correcto decirles que el espíritu santo fuese el papá del niño Dios como consecuencia siendo que el Padre celestial evidentemente era el Padre de Cristo. No sé si esto que refiero era solo un chiste que se contaba o fue realidad, el caso se refiere al de preguntar en clase la pregunta del catecismo de que cuantos dioses haya la que se respondía que un solo Dios verdadero y en caso de un indito que contestó respondió que petatada y media. Resulta que vi en más de una casa petates colgados en la pared con estampitas y cuadros y retratos de vírgenes y santos. Tal vez a eso se refería la respuesta. Teníamos por costumbre los días de paseo y eran frecuentes ya que eran vacaciones de alquilar canoas por uno o dos pesos y remar lago adentro donde nos tirábamos de clavado y divertíamos remando y nadando. En una ocasión que alquilamos entre yo y otros tres de mis amigos una canoa grande nos fuimos rumbo a Janitzio y nos sorprendió una tormenta que nos llevó cerca de Chupícuaro vieniendo a regresar milagrosamente cuando amainó el viento tres o cuatro horas más tarde de lo previsto ya cuando iba a anochecer. Los inditos de Napízaro nos organizaban un jaripeo cada año y a veces también los de Uricho. Yo siempre jineteaba y tras Rafael Campusano mayor que yo también y de familia de charros de Morelia, goce como el fama de buen jinete por muchos años. Con el inconveniente para mi hermano que estuvo dos años en el Seminario y sintiéndose comprometido trató una sola vez que no se repitió por quedar más bien que malparado bien tumbado ya que nunca bregó en su vida ni se aficionó a esto de jinetear.
Cuando yo fui encargado de la catequesis en el pueblito de Uricho sucedió algo digno de contar. Fue el caso de que organice un retiro de ejercicios espirituales por toda la semana para preparar la confesión y comunión el día de san Francisco patrono del lugar. Resulta que es el caso de que una vez confesados no se embriagarían para celebrar la fiesta y ya me lo habían hecho saber. Yo arregle con el Señor Rector que al atardecer vendrían algunos de los sacerdotes a atender las confesiones y ya se oscurecía y nadie venía. Yo conseguí una bicicleta y llegue al comedor de los padres que terminaban su merienda y le reitere al Señor Rector lo que sucedería y de inmediato les dijo a todos los padres que viniesen al templo de Uricho para el propósito indicado. Visitamos casa por casa invitándoles a venir de manera que se confesó casi todo el pueblo. Al día siguiente ya era hora de la última llamada para la misa solemne y el gran arco que se supone estar en pie a la entrada del templo seguía tendido sobre el suelo del atrio. Cuando pregunte qué estaba pasando el encargado del templo me comentó que no lo levantaría nadie porque eso solo lo hacía la botella valiente y nadie podía tomar. Conocía dos inditas muy simpáticas y les encantaba platicar sobre su vida sobre todo del tiempo de los cristeros. Y ambas hermanas nana María y nana Florentina estaban de acuerdo en lo que decían de que no se levantaron en armas por católicas sino porque les gustaban los carambasos. A los inditos les encanta ofrecer lo que cultivan en sus huertas. Resulta que se dio el caso de que hubo confirmaciones y el Señor Obispo se hospedó en la casa de un indito que tenía llena de las nueces de su huerto toda su mesa y viendo que el Señor Obispo no comía le dijo ándale tata Obispo devórate las nueces que es mejor que sean para ti que para tener que echarlas a nuestros puercos. Yo me imagino que hay una barrera cultural e idiomática entre el español y el tarasco que se presta a confusiones. Como la que aconteció al padre Castro cuando un indito lo iba a pasar de tierra firme a la isla de Jarácuaro y le advirtió que se moviera hacia la parte superior de la canoa porque tienes un agujero atrás y te vas a mojar todo con el canoa. Cuando ya ordenado sacerdote atendí a confesar en un pueblo de inditos, una indita me sentenció ser responsable de sus pecados al decirme te acuso padrecita que has estado con siete hombres. Y otra anécdota que sucedió a un amigo mío en una de las islas del lago donde daba misiones siendo el caso que era muy quisquilloso en cuanto a sus alimentos pensando que tomando leche estaría resuelta su inconveniencia de otros alimentos pidió más leche y el indito que lo atendía le respondió que el mujer ya no daba más explicando también que no le iban a dar leche de animal al padrecito. Uno de los atractivos más fascinantes de vacacionar entre la sierra de montañas y los lagos de Patzcuaro y Zirahuen fue el de escalar hasta el pico de sus más altas montañas como la del Huaca pián, el Chivo y el mismo Tzirate a más de tres mil metros sobre el nivel del mar. Yo los escale todos con mis amigos que compartían esta afición. Siendo otra experiencia fabulosa el que otros dos de mis amigos conmigo hicimos buenas relaciones con personas de Erongarícuaro que tenían lindos caballos y nos los prestaban sin alquiler para ir de paseo de lago a lago de donde estábamos radicados hasta el lago de Zhirauen donde a mi me encantaba atravesar de lado al lado el área de la rinconada donde el verde peculiar de sus bellas aguas era más intenso tal vez por la profundidad o la sombra de la montaña. Hice en este lago un record de tres horas de nadar sin parar en la compañía de alguien que me cuidaba desde la canoa. Mi amigo Benjamín Fernández el más intelectual de mis amigos tenía especial amistad con el párroco de Erongarícuaro Joaquín Altamirano y se llevaba bien con toda la familia y a través de su amistad yo también vine a convertirme en amigo de todos ellos. Con el tiempo nos visitaríamos estando ellos en Morelia y yo en la Florida en nuestra casa de vacación en un tiempo compartido o en Rochester Nueva York. El padre Altamirano me hacía la farsa de que cuando las parejas se casaban en tiempo de ejercicios no pagaban el arancel y corría la voz de que se esperasen a casarse en tales ejercicios cuando yo los daba para eludir la paga. También me hacía la farsa de que yo les dije que para chivos los de mi pueblo en Aapseo el Grande, por la fama de los chivitos al pastor, más deliciosos en esos días que los de cualquier otro lugar. A mí me encantaba su sentido del humor en su familia sobre todo su hermana Engracia que siempre tenía una nueva frase célebre a la que se refería diciendo palabas que me encontré en un librito de sabiduría, y no se refería al de las sagradas escrituras.
Creo que fue el tercer año de filosofía cuando compre mi primera y única bicicleta que tuve en el seminario. Mi padre estaba en mejor situación económica pero a mí se me ocurrió que siendo él un buen comerciante yo debía aprender algo de él y así me las arregle para hacer un negocio suficientemente lucrativo como para costear por mi cuenta a más de la bicicleta que más me gustara también un traje color plateado que deseaba tener. El sacerdote sacristán de la catedral era dueño del establo y del rancho de su familia y yo descubrí que plantaba sus terrenos con alfalfa y le platique que mi padre era un comerciante que negociaba en esa semilla y por mi conducto podría conseguir de la mejor semilla y al mejor precio. Le pedí a mi padre que me diera el precio más favorable posible para mi amigo el padre, creo Ramón se llamaba. Este negocio fue una maravilla porque yo trate de lucrar lo más que pude con la satisfacción de los tres interesados en el negocio que al decir de mi padre es señal de un buen negocio cuando todas las partes quedan satisfechas como nos aconteció a los tres. Yo necesitaba mi bicicleta para los paseos al kilómetro veinticuatro de la carretera a México. No hasta el área de las mil cumbres que era lo más bello del camino pero sí hasta el caserío de Pontezuelas siendo este paseo aunque discreto pero era de lo más lindo. Raras veces compartía los alimentos con mis amigos porque me gustaba la soledad del bosque, explorar todas las veredas y caídas de agua o pequeñas cataratas hasta el cansancio. Entonces me tiraba a dormir una siesta hasta que me despertara el hambre y me comía mis tacos que no me importaban lo frio que estuviesen con el estómago hambriento y vacío, me proveía de la más deliciosa salsa como lo es la del hambre. La vez que me invitaron a cocinar en la sierra se les ocurrió preparar un trozo de carne de cerdo a la leña que parecía nos sabría muy sabroso por el tiempo y la atención que acaparó siendo eso lo que empleó todo nuestro tiempo de paseo. Cuál sería la sorpresa al gustarlo y descubrir que tenía un sabor a caramelo siendo la razón que quien se encargó de salarlo confundió la sal con el azúcar. No creo que este incidente fuera la razón de mi estilo de paseo sino que aunque me agrada la comida bien calientita como es debido prefería lo otro no necesariamente por holgazanería aunque es verdad que nunca me agradó la idea de cocinar como a algunos de mis amigos. Tenía que estar listo para mi regreso ya no en autobús desde que logre tener mi bicicleta y esto requería estar seguro de que no me quedara sin la claridad de la luz solar hasta llegar al seminario.
En la ciudad de Morelia yo ya conocía de vista dos o tres lindas jovencitas que veía de vez en cuando porque me complacían entre todas las demás. Salían a la hora de salida del Motolinía Colegio al cual atendían y yo calculaba esa hora merodeando por los arcos o el jardín de Villalonjín. A ellas me gustaba verlas por cuenta propia y no sé cómo me las arregle pero logre saber cómo se llamaban sin que jamás me dirigiese a ellas sino de vista y nunca de palabra. En una ocasión me detuvieron unos compañeros del seminario que iban a pie y yo en mi bici de regreso de un partido de fut bol de la Unidad Morelos cerca de los arcos y me señalaron un carro de la Chrysler color verde pidiéndome que lo siguiera. Aunque no sabía el porqué lo seguí y a más de que lo alcance lo pase y cuando llegaron al seminario me preguntaron a quien había visto en el carro y les dije que no me fije y soltaron la carcajada admirados porque se hicieron la idea que era una chica a quien yo le gustaba. Creo que mi hermano que solamente estuvo dos años en el seminario sí tuvo su noviecita aunque no estoy tan seguro de ello. Yo en esto aunque siempre me han encantado las mujeres bellas también siempre fui muy delicado debido a mi fidelidad personal a Cristo respecto a mi vocación que se orientaba al celibato con toda su proyección de espiritualidad hasta donde me lo permitía la inquietud y las hormonas de mi adolescencia y de mi juventud o en fin de mi naturaleza humana contrastando con mi aspiración de consagrarme en cuerpo y alma a la pureza del ser divino. Aquí estribaba la razón de mis dudas porque tomando este tópico con autenticidad sincera detestaba engañarme con la hipocresía o el cinismo que son los polos opuestos de una consagración falsa a Dios a quien yo nunca le quería fallar en honor a la verdad. Era tan exagerado o delicado según yo que ni siquiera acepte que mis hermanas me enseñasen a bailar en el ambiente familiar cuando lo intentaron más de una vez. Esta incertidumbre me persiguió otra vez al contemplar regresar al seminario después de las vacaciones del séptimo año en el que al iniciar el siguiente curso iniciaría con él los estudios de la teología. Analizando sobre los ejercicios espirituales ya sabía que tópicos de que días ejercían un influjo en mi sicología espiritual para tomar la alternativa de mis decisiones y por eso se me ocurrió que la mejor solución sería evitarlos y fue así como se inició el conflicto de que no regresaría al seminario. En seguida se rumoró esto entre mis compañeros comentando uno de ellos que sí regresaría porque me observaba en la iglesia no solo yendo a misa sino haciendo meditación. Yo descubrí entonces que esta actitud hacia mi relación con Dios y mi vida espiritual no estaba encadenada a la vocación sacerdotal exclusivamente sino a la realización de mi amistad con Dios como experiencia autentica de mi alma en Cristo mismo y nada más como relación esencial de cristiano consciente de la vida divina con plena autenticidad.
Mi madre se sintió consternada con mi noticia sobre todo porque estaba delicada de salud. Mi padre se puso furioso porque se sintió burlado de lo que me había propuesto de Querendaro el año anterior y me echó en cara que yo lo había engañado todos esos años en el seminario por eludir otras responsabilidades siendo un convenenciero. Estaba tan seguro de su punto de vista que me corrió de casa diciéndome que el día de regresar al seminario me fuera sin hacérselo saber a mi madre que estaba enferma. Yo no le dije absolutamente nada como comentario y me sentí incomprendido y desolado. Y he aquí mi segunda experiencia de Dios como proceso de conversión. No era una voz que me dijera nada era un profundo sentimiento interior sin desprecio por mi padre cuyo apoyo sentía no necesitar de cuya ausencia no solo no me lamentaba sino me enorgullecía con digno orgullo de la influencia del sentido de Dios en toda el alma haciéndome sentir el contraste de mi padre que parecía tan insignificante ante la poderosa presencia de la paternidad de Dios haciéndome sentir ser mi verdadero y único padre en el sentido que enseña Cristo cuando nos dice que solo uno es nuestro padre el suyo del cielo y uno solo nuestro maestro que es el Cristo, El mismo. Y todo esto más allá de cualquier preocupación de lo que sucedería con un sentimiento de confianza inexplicable racionalmente analizando las circunstancias de la realidad humana sabiendo sin saber que me encontraba dentro de una realidad providencial del medio divina de la divina providencia que me llenaba de tranquilidad sin precedente, porque sentía no preocuparme nada a pesar de no tener enfrente absolutamente ninguna alternativa sino que Dios estaba conmigo.
Trece años después de mi ordenación se repitió el mismo escenario en mi vida con otros resultados que no lamento sino todo lo contrario lo agradezco a la providencia divina. Pero en esta ocasión sucedieron las cosas para resolverse de la siguiente manera. Mi padre había tenido cierta amistad o trato amistoso con el ecónomo del seminario actual entonces que era el padre Victorino Álvarez. Ellos se entendían muy bien sobre todo en el asunto relacionado con la economía de las semillas según me imagino. El hecho es que a mí me sorprendió que lo recibió en la sala precisamente en estos días de mi crisis informativa y la actitud entre mi padre ante esa realidad relacionada con lo que yo quería hacer en mi vida. La sugerencia de los dos fue de darme apoyo en lo que yo determinase pero que su recomendación era de que primero fuese de regreso al seminario e hiciese los ejercicios espirituales para hacer una mejor decisión que era precisamente lo que yo había intentado evitar. Yo considere que si la providencia de Dios permitió este desarrollo en los eventos no debiera encerrarme dentro de una actitud de capricho y tal vez llegase a la conclusión que pretendía distinta de la de mis dos padres espirituales del seminario menor y del mayor. Así fue que acordó mi padre que se puso de plácemes de que el mismo me llevaría de regreso al seminario mayor que ya había establecido el primero de teología en el nuevo edificio de san José de la montaña.
Mi padre se extrañó de la actitud alegre y positiva que yo manifestaba de regreso al seminario y comentó preguntándome que parecía que yo tal vez era algo veleta. El no se imaginaba que intencionalmente evite encapricharme en mi primera decisión de no volver al seminario ignorando o contradiciendo el consejo del padre Victorino por la sencilla razón de que yo si estaba convencido de que me interesaba el sacerdocio como vocación y el llamado de Dios a consagrarme a Él con sinceridad con la mística del celibato. El señor Rector estaba complacido de mi regreso y le comentó a mi padre que le informaría si yo decidía no continuar en el seminario después de los ejercicios espirituales lo cual yo ya presentía que no iba a acontecer.
Recuerdo que cuando nos vimos en su cuarto de la rectoría comentó que yo estaba más fuerte que un toro en la fortaleza de mi vocación al sacerdocio.
Rapsodia sexta. Cuatro años de teología. Seminario mayor san José de la Montaña.
Una mirada retrospectiva a este momento de mi vida no me aclara la llamada del destino que la encuentro bien esclarecida en cuanto que yo personalmente en mi conciencia en la que creo encontrar mi intimidad de Dios con mi alma nunca me encontré confundido gracias a su cuidado paternal que con su gracia divina me iluminaba el corazón con la rectitud de intensión que le complace. Todo lo que pudo juzgarse sin bases reales como negativo no tenía ningún fundamento y el hecho es que el espíritu de fe y la rectitud de mi intención en atender lo que quise interpretar designio divino se convirtió en una bendición de Dios para entregarme de lleno a madurar mi conversión y mi vocación sacerdotal para servir a Dios y a la iglesia consciente de la economía de la gracia divina según la doctrina teológica que me enseñaron. Después de los ejercicios espirituales a los que no deseaba atender sino hasta haberlo reconsiderado como sugerencia del padre Victorino y asentimiento de mi padre y consentimiento mío propio, logre poner al margen mi deseo de explorar tener un paréntesis de mi vida de seminario y me enfoque con determinación inquebrantable y vigorosa a prepararme con gran empeño y la mayor seriedad posible para la ordenación sacerdotal y su ministerio. La estructura de este programa tenía como paso inmediato cuatro años de teología. El bagaje de recursos de conocimiento, adiestramiento y entendimiento a este propósito era programado sistemáticamente por el currículo de las materias programadas en diversas ramificaciones de aprendizaje educativo intelectual, espiritual, cultural y litúrgico por nombrar las que me vienen en mente y me son más familiares. El énfasis de todas lógicamente era de índole clerical propio de la formación eclesiástica. A pesar de mi buena voluntad y de la autenticidad de mis ideales por el sacerdocio, por imitar a Cristo y complacer a Dios nunca me distinguí como un estudiante que destacara por ser brillante y considerablemente dedicado y aplicado para lograrlo. Creo que esto no era parte de la estructura de mi personalidad, aunque tal vez estoy despistando cierta apatía y descuido con tendencias negligentes de mi persona en esta materia. Puede ser que aconteciera lo que decía mi madre a lo que ya he aludido anteriormente de que genio y figura hasta la sepultura. Y esto quiere decir que desde niño, adolescente, joven, adulto maduro y lo que sigue en la escala siempre sucede que hago las cosas de mejor manera a mi manera. Lo interesante es que tarde o temprano llego a donde se supone que debería de llegar. El tópico que más me apasionó fue el de la espiritualidad y nuevamente encontré en la vida de formación la orientación y el apoyo amistoso y espontaneo de excelentes maestros y en este caso me recuerdo del padre Posadas. El me prestó para leer Semillas de Contemplación, la Montaña de los siete círculos y el hombre que se entendió con Dios de Tomás Merton. Yo por cuenta propia con mi limitada economía compre las obras de san Juan de la cruz y santa Tersa de Jesús y una obra teológica de un teólogo alemán que me gustó y se titula los misterios del Cristianismo y también mi favorito que pensé que el autor Romano Guardini fuese italiano pero no fue así, resultó que también era alemán. Yo no me explico muy bien la razón pero esta forma de aprendizaje me interesaba más y creo que me aprovechaba mejor como vivencia que las materias teológicas del currículo formal. Yo con toda naturalidad llevaba conmigo a la capilla para meditar la biografía de Cristo de Giovani Papini que a mi parecer me aprovechaba para encontrar a Cristo en su dimensión de espiritualidad para edificación de mi alma. El padre Juan Abascal doctor en sagrada escritura creo que doctorado en el Bíblico de Roma era un verdadero rabino de las escrituras sagradas orientado con un discernimiento de criterio científico muy exigente y escrupuloso con sus fichas clasificadas pormenorizadamente para demostrar el criterio científico de todo cuanto postulaba. Era simpático a mi parecer aunque bastante fanático como un rabino y bellamente apasionado de la revelación y de la inspiración divina. Creo que fue el maestro que más me impresionó de mis maestros de mis cursos de teología. Desgraciadamente aunque le di de mi sangre no logre contar con la dicha de colaborar exitosamente en salvarle la vida. El murió trágicamente como resultado de un accidente automovilístico en un crucero de la avenida Ventura Puente y la carretera de los arcos al parque de Morelia, cuando estaba en toda la plenitud de su madura juventud biológica, bíblica, cultural y espiritual. Su sangre era de mi tipo y me dio gran satisfacción darle de la mía, aunque no logró estabilizar lo esencial de su sistema vital y cuando parecía convalecer para sanar tristemente perdió la vida. Con este motivo escribí un poema que publicó el periódico fundado por el padre Carrillo, mi maestro de filosofía que anteriormente he mencionado, este periódico le llamó Comunidad Cristiana, y mi poema era un soneto cuyo título no recuerdo. Lo que sí puedo recordar son los primeros versos de la primera estrofa del soneto que decían la muerte es ese golpe del crucero/que abrillanta el misterio de tu vida/es la suerte de Dios ya conocida/la de tu alma afianzada a su asidero. Todo mundo que le conocíamos lo lamentamos sobre manera porque era una promesa intelectual y espiritual no solo como maestro sino sobre todo como autentico sacerdote. El me dio oportunidad de retener en mi memoria para toda la vida la frase de un gran escritor francés creo era Carlos Peguy que se convirtió al catolicismo y no recuerdo en cuales de sus obras fue en la que expresó que todo lo que empieza por mística termina en política. También le gustaba conversar sobre Paul Claudel otro católico convertido del mundo intelectual francés. De este escritor lo que guarde en mi memoria fue la bella idea de una de sus obras en la que enfatiza como algo digno de gran reconocimiento, que consideraba ser el de celebrar como un acontecimiento digno el de las cruzadas para que la Cristiandad como los cruzados lograse besar el santo sepulcro como algo de lo más sagrado que pertenece al Cristianismo. Y también he retenido en el corazón lo del sabor del terruño masticando la tierra en el paladar para sentirse profundamente humano lo cual casi siempre recuerdo cuando visito mi pueblo de antaño hoy la pequeña ciudad de Apaseo el Grande en el estado de Guanajuato. Los salmos en francés tal vez como cántico recitado con sabor del más autentico gregoriano de los monjes de Solemnes o de voces infantiles que nos invitaba a escucharlos de sus grabaciones es algo que también merece ser recordado al recordarlo a él y aludir al que más me gustaba que es el del Señor es mi pastor nada me puede faltar.
Haciendo una introspección de mi jerarquía de valores he descubierto como el común denominador de todos ellos con el que más me identifico que es el de la autenticidad. Puede ser que lo que hay en mí de espontaneo y natural que suple lo que yo catalogaría como mis defectos que no me identifican como alguien de buena índole sí equilibran los pros y contras de mi persona o por ser o por querer ser un hombre autentico conmigo mismo, con mi conciencia, con mis semejantes y sobre todo con el gran Dios que es la eminencia de su autenticidad. Me parece que mi identificación con mis maestros que vinieron a ser verdaderos amigos me atraían precisamente por esto, porque percibía su autenticidad. En una situación del ser humano como ser ideal existiendo en abstracto como utopía del mundo, ese mundo ideal podemos imaginarle teniendo todas las virtudes, o todos los vicios, polarizados en esa supuesta persona, lo cual es algo que en la realidad no existe de esta manera. Sin embargo el hombre real como realidad de dinámica de realización individual y social de ser humano real, equilibra, o debe equilibrar su personalidad siendo autentico en practicar la virtud y superar el vicio y vencer el mal con el bien. En este contexto es en el que mi punto de vista es el de que el valor clave tanto en el mundo natural de la naturaleza como de la gracia o sobre natural, la autenticidad y el propósito de lograr de hecho ser autentico es esencial en la realización de los valores que son validez autentica del ser humano como humano y posiblemente como divino. También descubrí que en la perspectiva de mi realización para llegar a ser un sacerdote autentico con las características autenticas de lo que la iglesia propone como condición fundamental en nombre de Dios mismo debía eludir el caer en el vicio de la ira con la virtud de la paciencia y el de la castidad para superar la lujuria. Resulta que el planteamiento teórico puede ser magnífico pero resulta inútil si no se ejecuta y es puesto en acción según aquello de que del dicho al hecho hay mucho trecho. Mi madre acostumbraba esta expresión que me servirá de introducción para aludir a una anécdota que evidencia el postulado que he propuesto y es que para muestra basta un botón a pesar de que en mi historia ya llevo mostrando varios botones sobre las variantes del mismo asunto que no deja de estar en cuestión. Había en el grupo de filósofos un seminarista que se apellidaba Esquivel y aunque no éramos amigos nos llevábamos bien y yo le decía tocayo. Siendo yo encargado del torno era la tradición establecida con consentimiento implícito entre nosotros que por esa razón de ser encargado como tal tenía ese cargo distintos privilegios que en este caso lógicamente me pertenecían. En este caso se trataba de disponer de lo que le llamábamos especiales que era la comida de los sacerdotes o celadores que tenía cosas extras que la generalidad de los seminaristas no disfrutaba. En el caso a que aludo ya se iba a cerrar el torno porque el horario de operar había recién terminado. Entonces yo estaba a la mesa bien distante del torno y mi tocayo Esquivel llegó con un especial sin especial solamente con los alimentos que a todos nos daban. Cuando me lo trajo a mí le dije que faltaba lo especial y me contestó que no lo sabía que eso era todo lo que tenía. Yo considerando que tal vez se habría servido de ello, queriendo evitar el argumento le dije que no me hablara más del asunto porque no quería llegar a un pleito y que ya no se me pusiera más en frente. El no entendió insistiendo en su punto de vista y le dije que era la última vez que lo oiría porque se me estaba subiendo la cólera, pero no entendió y volvió a la carga. Entonces yo me levante de la mesa y le di tremendo puñetazo en la nariz con toda la fuerza de la cólera de verme burlado. Me sentí burlado por mí mismo porque estaba con la idea de solicitar la tonsura de las órdenes menores y mi conducta me ponía en un ridículo de hacerlo. El señor Rector que no residía aun con nuestro grupo sino en la ciudad de Morelia necesitaba estar enterado de lo sucedido lo más pronto posible. Yo por mi cuenta cogí mi bicicleta y me fui hasta la rectoría para informarle de lo que había hecho y me sentía avergonzado de haberlo hecho. El me dijo que regresara al seminario y trataría el asunto en la siguiente clase de historia de la filosofía de la que él era el maestro. A de más me recomendó que me cuidara de que hubiese una reacción que me sorprendiera de la parte agredida y saliera más mal prado. Cuando llegó el día de clase nos puso a los dos Esquivel ante toda la clase y nos hizo cierto análisis de nuestro comportamiento. No sé porque no logro recordar nada del proceso de su análisis, tal vez porque todo lo que pasó era ajeno a lo que yo esperaba ya que no sufrí represalia violenta ni de mi tocayo agredido ni un castigo del Rector a pesar de que en realidad yo cometí un asalto agresivo inaceptable a la ley civil, moral y religiosa. Yo le dije a mi padre espiritual que mi temperamento y descontrol, efecto de la ira me parecía impropio de los modales del sacerdote y del sacerdocio y que entre otras fallas esta me preocupaba y él me insistió en que la meditación de la pasión de Cristo me iba a servir si en realidad quería despejar este problema e imitar a Cristo que nos invitó precisamente a practicar esta virtud cuando dijo aprended de mí que soy manso y humilde de corazón. Todos los días hacía mi vía crucis y seguía siendo un desafío a la mansedumbre cuando sentía la rabia aunque creo que sí logre eludir mis actos de violencia aunque no para siempre. La otra virtud que me tenía preocupado con relación al sacerdocio era la castidad. Mi idealismo y mi visión del amor contrastando el enamorar a una chica y demás comparado con identificarme con Cristo y consagrarme a Dios como El en cuerpo y alma porque era uno de quienes tenían el privilegio de ser de sus elegidos, era como decirme si elegía un centavo o una tremenda lotería. Lo que pasaba era que mi atracción y mi ilusión por el matrimonio eran igualmente cosa válida y espiritualmente bella en el cuerpo místico de Cristo. Pensé que no logrando llegar a sentirme como un ángel en esto de la castidad, me repugnaba que no aceptara mi hombría frustrada y llegara a traicionar mi compromiso con Dios y mis principios con una vida falsa, hipócrita o cínica que acontece entre algunos miembros del clero pudiendo yo ser uno de ellos. Por supuesto que en todos los estados y el de ambos sacramentos existe siempre el riesgo de no agradar a Dios y por ello según entendí no tenía escapatoria según aquello de san Pablo de que el que está caído se levante y el que está de pie cuide de no caer, de lo cual no hay absoluta garantía sino practicar ante Dios la humildad y la confianza y tomar en serio la fidelidad a hacer su voluntad ante todo y sobre todo. En conclusión tenía que tenerme paciencia y no descuidar la acética para que la mística no fuera una ilusión vacía sino una realidad en el cuerpo místico de Cristo y el servicio sacerdotal decorado divinamente con la joya de los elegidos a la castidad.
A mí me fascina la espiritualización de la materia en la cumbre de la misa de Cristo sobre la montaña de todo el universo compartiendo la visión de Tailar de Chardan en la plenitud del medio divino. La visión del pasado de la humanidad y del hombre, el fenómeno humano en la densidad máxima de la biosfera y la plenitud de la noosfera partiendo hacia el punto omega de la cumbre del medio divino convierte todos los tesoros de ciencia, filosofía y teología en la realidad de la sabiduría de Cristo y a los misterios del Cristianismo en el florecer de la vida y el amor de Dios dentro de Dios mismo. Esta realidad me interesa en mi experiencia del sacerdocio infinitamente más que la posible ambición del honor y del poder dentro de la jerarquía. Yo tomaba a pecho el espíritu de obediencia con la sencillez de mi madre que decía de la autoridad como principio de orden que si a una escoba se le daba tal función había que obedecerla. De la misma manera tomaba a pecho lo de negarme a mí mismo y preferir lo que siguiendo el ejemplo de Cristo fuese grato a Dios con preferencia a lo que tal vez yo deseara con egoísmo o por hedonismo personal. Y no es que fuera virtuoso sino que no quería engañarme a mí mismo por identificar en donde estaba lo autentico de la verdad. Desgraciadamente mi sentido de la acética a pesar de que estrictamente debe ser siempre práctica hasta lograr sus objetivos gustaba más de dilucidar y analizar la acética como teoría que de cumplir sus objetivos.
Recuerdo que en tiempo de semana santa nos programaban para atender a servicios litúrgicos en distintos conventos. Yo había visto a una monjita de rasgos similares a los de las madonas de Rafael y sabía en qué convento estaba y veía como algo indigno de mi honestidad hacer arreglos para que me pusieran en la lista para atender los servicios en ese convento aunque fuese a duras penas y en contra de lo que en realidad se me ocurría. Si se trataba de atender al programa de la catequesis rural me empeñe en que me pusieran en dicho programa para atender la catequesis en una población bien lejana con rumbo a la sierra a donde se tenía que ir desde el oscuro amanecer para regresar al anochecer por la lejanía contando con atender las clases de niños, niñas, señoritas, los jóvenes, las señoras y los adultos que se llevaba desde la llegada hasta el regreso todo el día sin descanso. Hacer eso me llenaba de una alegría interior a pesar del mucho trabajo que implicaba. Y todavía más tengo que decir sobre lo de practicar el espíritu de obediencia y de fe de hacer lo que más agrada a Dios viendo su voluntad en las órdenes del superior aunque no nos viese, porque Dios sí que siempre nos está viendo. El Rector nos instruía y nos sugería usar el alza cuello desde que éramos ordenados minoristas. Y se me ocurrió agradar a Dios yendo todas esas horas de camino a Atecuaro que así se llamaba aquel centro el más lejano de la catequesis, sin quitarme el alza cuello en el camino a pesar del sudor con un solazo increíble.
Lo interesante de todo esto es que como llegaba tan noche y coincidía con que el padre Posadas celebraba la misa más tarde en el templo de san Diego de la ciudad de Morelia, me demostraba ser tan abierto y generoso como siempre y me trataba como amigo y me sentaba en el comedor de los padres a compartir la cena. Algunas ocasiones nos quedábamos platicando ya en medio de la noche a la salida del patio, porque yo siempre tenía que compartir o preguntar sobre la relación de la filosofía moderna y la teología escolástica de bases aristotélicas de santo Tomás de Aquino ante las nuevas realidades y puntos de vista sobre todo del existencialismo como vivencia de la verdad de estar en el mundo en el que Cristo sufrió la casi desesperación de su agonía mortal y el éxtasis de su resurrección. Este es solo un ejemplo de nuestros tópicos que me parecen interesantes pero que no se daban ni en el lugar ni la hora permitida por el reglamento. El señor Rector me mandó llamar y me reconvino sobre este asunto diciéndome, pues sí güero Esquivel muy buen chamaco tú y muy buen chamaco el padre Juan Posadas pero me están violando el reglamento. Perdón por la expresión pero esto fue efecto del chisme del padre Nicanor. En una de sus llegadas ya de noche saludó con un tono con garraspera de inconformidad al vernos charlando. Yo lo conocía con sus debilidades, que eludí referirlas al Rector por no tajiversar las cosas y presumir de chismoso y evite todo comentario.
Yo tenía una vitalidad muy vigorosa y un gran entusiasmo de vivir con plenitud lo que nos ofrece el don incomparable de la vida y si estaba en boga hice mía la expresión de vivir al máximo disfrutando ese don de Dios que no nos debe entristecer sino llenar de alegría. Me gustaba experimentar la sensualidad en el buen sentido de la expresión y de hecho aludiendo a esto no aludía implicar sino a la ironía de no tomar tan a pecho el espíritu de mortificación de la acética de la vida espiritual. Esto que no era virtud, no implicaba el problema de convertirle en ninguno de los vicios capitales. Con respecto a complacerme en la sensualidad me sucedió ser advertido por alguien de que el padre espiritual había terminado una sesión con alguien más y me mandaba llamar y yo comente en son de farsa, díganle al padre espiritual que ahora estoy muy ocupado disfrutando de mis chocolates y entregado a la sensualidad. Todo mundo en la tiendita donde hacíamos nuestras compras soltó la carcajada y les gustó mi comentario que se hizo algo popular entre los seminaristas no tan beatos y con sentido del humor un poquito picaresco. Un mes antes de mi tonsura me fui a Morelia a un estudio de fotografía y me tomaron una foto que contrasta con el estado natural de mi calvicie no tardía. Parece que lo sabía y quería probar que mi pelo era abundante, y ya sin el de por vida, podía presumirlo con la onda que se me hacía recordando el rol con el que yo fastidie a mi madre en mi niñez. Cortarle a uno el pelo y hacer la tonsura es un rito que simboliza el desprendimiento de las vanidades del mundo como lo exige Cristo y la iglesia a quienes siendo llamados desean ser sus discípulos y seguirle en servir al reino y a las nuevas del evangelio por la salvación del mundo. Mi amigo Samuel Bernal siguiendo mis pasos se decidió más tarde a solicitar también las órdenes menores y no pasó de allí a pesar de que yo creí que ordenado de diácono o subdiácono podría acompañarme en mi canta misa cosa que no sucedió porque salió del seminario para correr un sin número de aventuras y finalmente estudiar abogacía en la misma universidad que Félix de la Peña amigo suyo y mío que también salió del seminario. Samuel fue mi mano derecha cuando me hicieron responsable de la catequesis de la parroquia de la Merced. El ser nombrado a este encargo requiere una seria responsabilidad porque se trata de atender a la instrucción religiosa de todas las rancherías de la parroquia de la Merced y organizar y supervisar la operación nombrando los seminaristas encargados y supervisar el trabajo en acción por todo el año y el trabajo más intenso de la clausura con la preparación inmediata de primeras comuniones y demás asuntos de fin del año del periodo de la catequesis. Yo no pude lograr cuando llegó la fecha de la clausura conducirla a feliz término por mi cuenta porque en esa fecha estuve en el hospital donde me operaron del ojo izquierdo de emergencia. El accidente sucedió como la muerte del Mejía de Lorca a las cinco de la tarde pero no en una corrida de toros sino en un jaripeo y claro no me morí. El jaripeo fue organizado a mis instancias porque no me creían ser verdad que yo era jinete viéndome como el padrecito al margen de este tipo de actividades. El problema fue que había llovido y el terreno del jaripeo estaba convertido en muchas áreas hechas un lodazal donde el toro que montaba se resbaló y al levantarse conmigo arriba pero aunque sin caerme sí con una posición inconveniente echada la cara hacia su testuz del toro en cuyo movimiento de enderezarse me partió el párpado con más cuidado que un bisturí sin sacarme el ojo gracias a Dios. Esto se lo dije al doctor en son de broma diciéndole que me tocó por suerte un toro muy inteligente. Mi comentario fue hecho precisamente en la sala de operaciones. El señor Rector desahogó tal vez su reacción o frustración de lo acontecido diciéndome el güero del ojo bizbirindo porque el párpado cogió su tiempo en moverse con normalidad. Alguien de mi pueblo que atendió al festival gimnástico y me vio con semejante parche le informó a mi familia de manera que al día siguiente vinieron a verme para cerciorarse de lo que me sucedió y mi madre me hizo jurar que nunca volvería a jinetear y yo la complací hasta la fecha.
Otro accidente menos serio pero interesante lo experimente pisando un clavo de dimensión considerable que estaba entre una madera que recién habían desprendido de algún lugar y sobresalía de una tabla con la punta hacia arriba y la planta del pie se me infectó y los fomentos del enfermero no me quitaban la hinchazón. Ya se acercaba la fecha de ir a México por la peregrinación de la Virgen de Guadalupe a la que yo tenía arreglado atender por primera vez. Dos días antes de partir le pedí al enfermero que me abriera la piel para que saliera el líquido me imagino de lo sanguinolento ya infectado y afortunadamente gane más de lo que perdí con esa herida porque se terminó lo hinchado y con un zapato de tela me aliste diligente y pude atender a ver a la Virgen y visitar a mi tía Lupe que vivía a unas cuadras del santuario de la Villa. Teniendo permiso de estar algunos días con mis familiares en México antes de regresar a Erongaricuaro donde estábamos de vacaciones aproveche para divertirme y el tío Manuel esposo de mi tía Pana me invitó a los locales de la estación de radio de la XEWW donde atendí para escuchar cantar a los churumbeles de España y a una cantante de canciones mexicanas famosa aunque no la más famosa, se llamaba María de Lourdes y me gustaron ambos como cantaban los cantantes españoles y la cantante mexicana.
Con ocasión a esta visita a México participando con el seminario desde las vacaciones y yendo en la peregrinación de la Arquidiócesis de Morelia a visitar a nuestra Señora la Virgen de Guadalupe en el templo de la basílica del Tepeyac, no solo visite a la Virgen sino que a más de compartir con mi tía Pana hermana de mi padre casada con el tío Manuel a quien visite y con quien me hospede, también me relacione con una red de familiares y amigos que viven en la capital. Los más cercanos a la basílica y también a la casa de mi tía Pana a donde llegue eran la tía Gloria prima hermana de la tía Pana y su esposo el tío David Hernández y su familia de cuatro hijos y una hija. No recuerdo si la tía Tere hermana menor de mi papá ya se había establecido en una colonia vecina desde entonces o tal vez no aun, porque ella contrajo matrimonio con un hermano del tío David que se llamaba Pancho Hernández y tanto uno como otro eran admirables como personas. Pudo ser que en esta visita también visite a la señora Mariquita esposa de don Bartolito que eran suegros de mi tío Alfonso y amigos de mi papá que les pasaba a saludar cuando tenía que ir a México por el negocio de sus semillas. Recuerdo que alguna ocasión le acompañe cuando niño y estuvimos en el hotel Rioja cerca del zócalo y la catedral y fuimos a desayunar al restaurant de la Blanca que eran uno y otro los lugares relacionados con su estadía y tuve el gusto de conocerlos en ese entonces de cuando era niño. Más tarde algunos años habían pasado ya y regrese a hospedarme en la casa de Mariquita por la cercanía a la catedral y al palacio nacional donde se me ocurrió que yo quería presenciar un día de la noche anterior al diez y seis de septiembre el grito de la independencia desde el balcón de palacio por el mismo presidente. No recuerdo si fue entonces que uno de los nietos de Mariquita amigo y primo de Cecilia Lozano también nieta de Mariquita me llevó a saludar a la familia de Micaelita y don Agustín Lozano que conocí en mi niñez cuando venían de la capital a visitar la familia de mi tío Poncho gozando de la hospitalidad acogedora de mis tíos Toño y Nena hermana de mi papá. Recuerdo de ese entonces sobre todo a la Tete que era la mayor de la familia y a Botín que desgraciadamente murió en un accidente de carro que entiendo que le atropelló causando una horrible pena a toda la familia. Todos ellos formaron la red de mis visitas amistosas cuando visitaba México antes y después de mi estadía en los Estados Unidos.
El enfoque de mis estudios de teología se hizo más intenso en los salmos cuando me preparaba para recibir la orden del subdiaconado que fue cuando inicie mi voto de castidad y continuó con mayor dedicación al recibir el diaconado cuando ya debía rezar el oficio divino y administrar el sacramento del bautismo. Cada vez que gradualmente mis ordenaciones en proceso seguían hacia el sacramento del orden sacerdotal iban en ascenso, yo componía un poema de recordatorio que imprimía en una estampita y lo compartía con mis amigos, mis familiares y mis compañeros. Mi hermano Carlos que ya para entonces estuvo en el seminario donde estudió por dos años creo que fue el que mejor opinión tuvo de mis poesías, las leyese o no. Lo digo porque uno de mis compañeros celadores que era bedel y lo supervisaba y parece ser que también le dio clase me contó algo que hizo celebre el acontecimiento y parce ser que esto estaba basado en que yo escribía poesías. En uno de sus deberes de no sé qué clase debía dar el nombre de dos personas celebres que conociese y el apuntó mi nombre que según él era famoso por lo de mi poesía. Debo aludir regresando al momento y circunstancias que propiciaron el hecho de que mi hermano estudiase estos dos años en el seminario. Fue a instancias de mi madre que estaba impactada de por vida en el efecto que tuvo en todo, mi conducta como persona y como estudiante y sobre todo mi convicción de la vocación y mi celo en ella, en una palabra el cambio radical que ejerció para mí el influjo del seminario y la formación que me daba lo que le hizo insistir en que yo viera y orientara y aconsejara a mi hermano de irse al seminario. Mi escrúpulo en intervenir era que al seminario solo se debe ir si acontece el fenómeno de la experiencia de la vocación si no resultaría nulo y tal vez pernicioso lo que ella pretendía. Se me ocurrió la idea de poner a consideración de mi hermano de escasos doce años lo que pensaba hacer de su vida en relación de lo que quisiera estudiar para lograr ser lo que decidiera hacer en su vida profesional o laboral. Que aunque temprano ya estaba terminado la primaria y necesitaba pensar y decidir algo relacionado con esa posible realidad. Lo invite a subir al coche de mi padre y lo lleve a la Villita de donde se divisa la explanada del bajío hasta Celya. Le dije abiertamente que mi mamá tenía deseos de que él como yo estudiase en el seminario y le explique que yo estaba de acuerdo solo que él así lo decidiera seguido a la consideración que le iba a sugerir para aceptar o no hacerlo. Le hice ver que lo mínimo que necesitaba hacer era tener como sincera actitud el reconocer que se interesaba en explorar lo que Dios quería de su vida incluyendo por lo menos ver la posibilidad del sacerdocio si así lo decidía al reflexionar sobre este asunto en el seminario, ya que al momento no tenía noción sobre el particular. En esto quedamos y todo lo demás quedó en sus manos y de la familia bajo la tutela de mi madre. Es interesante este comentario al que me refiero del contraste de la sicología diferente de Carlos y la mía para tomar decisiones en este asunto particular de lo que él y yo hemos charlado. El preguntó al padre espiritual de manera sucinta si podía salvar su alma tanto si fuese ordenado sacerdote como si no lo hiciese y el padre espiritual cabal y puntualmente le respondió que sí. A lo cual el mi hermano sencillamente respondió que entonces decidía que estaba listo para marchar del seminario. Cuando yo consideraba esa cuestión no podía hacer caso omiso aunque quisiera, se me hacía imposible ignorar la opinión de mis padres espirituales que era que Dios me llamaba a servirle en el sacerdocio y me necesitaba aunque respetase mi libertad y se me hacía imposible negarme y hacer lo que como alternativa yo podía decidir diferente a lo que me aconsejaban. El tópico no era la salvación que por supuesto es lo que más me interesa, sino también complacer a Dios en lo que Él prefería de mí cuando yo dudaba si eso también era preferencia mía.
Antes de referir mi experiencia de cuando ascendería los tres escalones hacia el orden sacerdotal como sacramento en la iglesia católica romana, quiero aludir a mi experiencia de compartir con mis amigos sacerdotes que veía como modelo, aunque yo aun no era uno de ellos no habiendo sido ordenado. Voy a referir mi experiencia con ellos en nuestros viajes al mar yendo de vacaciones, disfrutando de estar al margen de la estructura del seminario y sus reglas y disciplina. Me siento orgulloso de que siendo mayores que yo e ilustres personalidades, me aceptasen como amigo de verdad. El padre Abel Sereno también me distinguía con el honor d su amistad. El fue mi celador cuando recién llegue al seminario y ya ordenado sacerdote fue vicario coadjutor en la parroquia de mi pueblo natal. Yo charlaba con él y compartía mis escritos y poesías que le gustaban y me estimulaba a que las publicase en un libro como anteriormente lo hacía con mis estampitas lo cual eventualmente puse en práctica. En una de estas charlas tocó el tópico de las vacaciones y que teniendo una hermana religiosa en Veracruz a quien pensaba visitar era yo bien venido de acompañarle. No me lo dio dos veces y compartí con el este hermoso viaje con doble alegría porque a él también le fascinaba el mar. Visitamos casi todas las playas con sus distintos atractivos sobre todo donde era posible nadar más a nuestras anchas. El me explicaba sus observaciones y teorías sobre el movimiento del mar en sus distintos niveles y el conflicto de corrientes más profundas y la resaca. Sobre todo la actitud de mantener serenidad y no desesperar cuando la corriente le tomara a uno mar adentro. Desgraciadamente con todas sus teorías el años más tarde en su vida murió ahogado y no se supo lo que aconteció aparte de que la última vez que fue visto se estaba asoleando en una roca y cuando se perdió de vista por largo tiempo pasó demasiado sin ser encontrado hasta ya muy tarde flotando ya ahogado sobre el mar. El fue una gran pérdida para familiares y amigos y en el mismo seminario mayor de donde fue director espiritual fue profundamente echado de menos por su trágica muerte. La visita nuestra lejos de una tragedia fue inmensamente placentera como visita familiar y también como experiencia gastronómica porque coincidíamos no solo con el gusto por el mar sino también por la gastronomía de la cocina de la pesca marítima no solo de pescado a la parrilla sino de camarones y mariscos. El padre Posadas y el padre Pérez-Gil también me honraron con este tipo de amistad siendo ellos más amigos cuando yo ya era un poco mayor que en mi niñez adolescente del seminario. Lo digo porque siendo vecinos de cuartos tuve la impresión de que eran muy conscientes de aquello de que buenos vecinos suelen tener buenas paredes. No imagine que haríamos dos viajes extraordinariamente interesantes, uno a Mérida siendo seminarista y el otro a Nueva Orleans en los Estados Unidos ya ordenado sacerdote. En este momento de mi relato me concreto solamente al viaje de Mérida. Ellos sabían, como lo enfatizó con más vehemencia el padre Pérez-Gil que yo resentía el no conocer toda esta región de la patria en el sur este del país a pesar de las muchas ocasiones que mi familia visitaba estando yo dentro del período de clases en el seminario. Entiendo que el interés de ellos como el mío era primordialmente el descanso y el deseo de un hermoso viaje durante las vacaciones. Me parece que ellos dos admiraban por su personalidad y su labor eclesiástica al arzobispo de la arquidiócesis de Yucatán conocido como el señor Ruiz Solórzano a quien también visitarían aparte de visitar más formalmente a las religiosas catequistas guadalupanas que establecidas en Morelia como casa central les conocían muy bien y tenían amistad con las superioras como capellanes o directores espirituales de algunas de ellas y tal vez consejeros de la congregación. No recuerdo si en esta ocasión también volamos de Morelia a México como cuando nuestra visita a Nueva Orleans, aunque creo que más bien nos fuimos con el padre Pérez-Gil a México en su carro porque nos hospedamos en la casa de su hermano Francisco que radicaba en México. Yo solamente conocía a Gabriel su hermano que radicaba en Morelia en la famosa casa de los Pérez-Gil frente a la plaza de armas al lado de la catedral de Morelia. La visita de México fue solo para pernoctar porque el día siguiente partimos para Veracruz en el mismo carro en el que vinimos de Morelia. La idea del plan era llegar a Coatzacoalcos partiendo de Veracruz para tomar el tren a Mérida. Pero sucediendo que había un norte algo violento con fuertes vientos y lluvia abundante el padre Pérez-Gil propuso cancelar el viaje a Mérida. Yo me sentí muy frustrado y les insistía en que las cosas no eran tan graves y podríamos tomar un autobús a Coatzacoalcos, y el comentó irónicamente que lo que yo quería era plantar los pies donde mi padre los había plantado. No sé como yo que no se suponía que tuviese ni voz ni voto de tomar decisiones los convencí de que si la mañana siguiente amanecía con sol y sin lluvia podríamos proseguir de acuerdo a mi sugerencia y lo aceptaron. Cual sería su sorpresa que amaneció una mañana con el cielo azul el sol deslumbrante y nada de lluvia. De manera que nos dirigimos a la central de autobuses y tomamos un autobús para Coatzacoalcos donde compramos nuestros boletos del tren rumbo a Mérida. Recuerdo que cuando llegamos a Campeche no sé cómo nos las arreglamos para visitar el puerto con su fuerte y sus murallas y las memorias de las intervenciones de los piratas que históricamente hacían de las suyas siendo recordados por sus lamentables fechorías. Ya en Mérida se nos ocurrió alquilar una calesa tirada por un caballo cuyas riendas en manos del cochero lo dirigieron al convento de las religiosas que contaba con una construcción adyacente dedicada a los visitantes como en el caso lo éramos nosotros. La madre superiora Dolores Ochoa era una religiosa de personalidad apuesta, enérgica y vigorosa orientada a la acción de sus múltiples actividades quien a su vez tenía un trato afable y jovial que comunicaba un particular sentimiento de autentica amistad. No sé si era cosa del destino aunque lo fue de la providencia porque a partir de esta visita nuestra relación favoreció el que establecimos una relación de mutua ayuda basada en nuestra amistad para el beneficio de los feligreses de una de las parroquias que más tarde yo atendí y tuvieron urgente necesidad de la actividad catequística y misionara a la que su congregación está mayormente dedicada. La reverenda madre superiora estaba ocupada en el traslado de una imagen muy estimada del Arzobispo de México Luis María Martínez que para este entonces ya había pasado a mejor vida y había donado esta preciosa imagen a las madres catequistas aunque estaba en temporal visita con las religiosas del Espíritu Santo de donde sería trasladada de acuerdo al arreglo de las madres superioras de ambas congregaciones. Este evento en el que yo me vi envuelto invitado por la madre Dolores creo que sirvió de inicio a nuestra buena relación. De manera que todo esto de alguna manera también sirvió para la orientación a mi hermana que entró en la congregación de las catequistas guadalupanas y llevó como religiosa el nombre de Violeta por sugerencia de la madre Dolores. AL señor arzobispo Ruíz y Flores lo visitamos en su casa con la peculiaridad que comentó que carecía de recámara porque no le era necesaria puesto que dormía en una gran hamaca suspendida a media sala de esta área que tal vez en su caso debía ser para el uso que le daba algo muy particularmente suyo. EL Señor Arzobispo nos invitó a comer al puerto de Progreso donde pasamos una tarde muy agradable regresando hasta el anochecer. Después de una visita al área de las ruinas de los mayas regresamos por avión a Veracruz y de allí a Morelia y a nuestros respectivos hogares. Este viaje sería como un preámbulo al que años después haríamos felizmente a Nueva Orleans.
Una de las ilusiones de los seminaristas es la oportunidad de visitar sus familiares y su pueblo natal no solo cada año durante las vacaciones, sino cuando se ofrece la ocasión de tener especial privilegio de hacerlo por alguna razón especial. Por ejemplo como fue mi caso relacionado con la ordenación, previa al canta misa del padre Jerónimo Cabera. El se ordenó tres años antes de que yo me ordenara ya que todo ese tiempo es el que inició sus estudios en el seminario antes que yo. Cuál sería mi mala suerte y mi frustración al cerciorarme de que ese privilegio se iba a suspender a partir de la fecha asignada a su cantamisa y de ahí en adelante.
Yo que trataba de poner en práctica el espíritu sobrenatural de lo que iba pasando en cada acontecimiento de mi vida tenía planeado interpretar esto con resignación sin decir ni hacer nada en absoluto sino la voluntad de Dios aceptando lo determinado por las autoridades del seminario. Resulta que mi silencio en el asunto me trajo como consecuencia que ya llevaba dos noches sin dormir peleando conmigo mismo por decir o hacer algo y no tuve más remedio que hablar con el Señor Rector. Le dije exactamente lo que me estaba ocurriendo y su reacción fue pedirme que me tendiera boca arriba en el piso de su oficina y poniéndome unos periódicos entre el abdomen y el diafragma me hacía presión con el pie indicándome respirar hondo y expeler el aire siguiendo el ritmo de mi respiración. No recuerdo cuanto duró esto aunque no fue tanto pero se mi hizo largo por no entender de que se trataba. Cuando me ordenó levantarme me dijo ahora sí güero Esquivel dígame otra vez d su asunto porque ya estaba temiendo me cogiera a golpes con la presión de la energía que se cargaba cuando llegó. Lo hice como me lo pidió y me respondió que reflexionara con tranquilidad lo que iba a decidir contando con su permiso si fuese o no lo que decidía pero que conservara la paz y tratara de estar relajado sin tanta tensión y regresara a hablar con el ya que estuviera listo sobre lo que había decidido. A los dos días regrese y le dije que creía que podría bregar mejor con el hecho de no ir pero si el asunto estaba de verdad en mis manos yo prefería lo contrario. El de inmediato respondió pues entonces contaba con el permiso de ir. En torno a este problema sucedió que se intercaló un estado de agotamiento físico de manera que la solución posible era que necesitaba relajarme de mis tensiones y me dieron un plazo que alargó mi estadía en casa más tiempo del que era necesario para atender al cantamisa solamente. La vida nos pone a veces en situaciones irónicas porque recuerdo que mi padre y mi hermana formaron parte de la comisión para ir a Morelia a felicitar al Señor Arzobispo con motivo de la Pascua y estando yo con ellos en casa se presentaba el caso como secuela natural que yo les acompañara y así lo hice. Mi hermana también invitó a una de sus mejores amigas que estaba por contraer matrimonio y que tocaba el piano de maravilla. De regreso de este viaje de un día para otro nos invitó a su casa porque ella sabía que me encantaba como tocaba la patética de Beethoven y después de su amable concierto nos prestó un disco para que escuchásemos la patética. Resulta que de regreso de una visita a mi tío Jerónimo que administraba un rancho cerca de Santa Cruz de Juventino Rosas donde anduvimos felizmente a caballo también nos acompaño y a más del paseo tuve la oportunidad de escuchar también tocar por ella el claro de luna del mismo músico genial. Creo que mi relajamiento del seminario iba por muy buen rumbo. Entre mis amistades de hermanas religiosas mi madre me había mencionado que con las religiosas carmelitas había unas religiosas de Apaseo que eran monjas de clausura de la familia Jiménez, creo por parte de don Rafael Jiménez que seguramente era su papá de ellas, parece ser que ellas eran dos, yo solamente recuerdo a la madre Mercedes. No se permitía pasar dentro del convento y ellas venían a un cancel y se comunicaban con uno a través de una reja, la reja de la clausura. Cuando supieron que ya se acercaba el tiempo de mi ordenación me ofrecieron preparar la mayor parte de mi ajuar o vestidura sacerdotal, especialmente los ornamentos que constaban de la casulla y la estola que hacían un juego armonioso con el paño que iba como cubierta sobre el cáliz, y la estola anterior a la casulla sobre el cuello cayendo de los hombros abajo. La tela era de muaré y sobre ella iban los bordados de hilo dorado que parecía de metal y los motivos también bordados en forma de cruz por el lado de la espalda con un motivo que me parecía bello y no sé cómo es que lo olvide, aunque creo que era de ángeles adorando en estado de oración. El alba al igual que la cota fue un bello obsequio de mi madre que me las preparó con su tejido maravilloso, ya que le fascinaba tejer y repito lo hacía de maravilla, eran una preciosidad. El cáliz estuvo bajo la responsabilidad de un orfebre de Puebla y era algo muy original de lo que a mí se me ocurrió. Tenía como base inferior correspondiendo a la copa en la parte superior que simbolizaba la cúpula de san Pedro en Roma la misma forma de una casi media esfera con los motivos de los cuatro evangelistas y un tronco símbolo del árbol de la vida con un Cristo crucificado que crecía con él. La patena con un dibujo grabado de Cristo alimento de vida eterna en la cena eucarística y bebida de salvación con la inscripción en griego de la frase de Cristo que más me fascina de la oración sacerdotal, por ellos me consagro a mí mismo para que ellos sean consagrados en la verdad.
Cuando me ordene de subdiácono vino mi madre por supuesto con mi padre y recuerdo que le acompañaba mi tía Leonor la menor de sus hermanas. Yo me sentí satisfecho de contar también con alguien que casi nunca había tratado y escasamente conocía. MI tía Leonor comentaba que mi madre era la mayor y la buena de la familia y ella la menor y la mala, lo cual no es verdad porque también ella es una linda y bella persona. Lo demuestra el hecho de su comprensión hacia mí. Sucede que yo cometía el error de pensar que todo lo que a mí me gustaba también le gustaba a todo mundo que tenía que ver de cerca conmigo. En este caso después de terminadas las ceremonias litúrgicas y felicitaciones con toma de fotografías me preguntaron lo que sugería hacer y yo sugerí un día de campo en donde inicia la sierra que era a donde yo iba de paseo en bicicleta sobre el kilómetro veinticuatro de donde después de comer podríamos ir a visitar el Temascal y la panorámica de donde se divisan las montañas hasta el área de la tierra caliente. Todo mundo estaba por complacerme y estuvieron de acuerdo. Ya que encontramos un lugar para dejar el carro lo mejor estacionado yo me empeñe en ir a una linda cascada no muy retirada, pero localizada a campo traviesa del camino. Ni me fije que mi tía Leonor calzaba sus zapatos de tacón y me ofrecí en llevarla conmigo tomándome el brazo. Cuál sería mi sorpresa cuando se me desprendió del brazo cayendo a medio barbecho con los zapatos y tacones enterrados que se tuvo que descalzar. Esto no interfirió con pasarla bien sentándonos a comer a la sombra del primer árbol con el que nos cruzamos. Para ser ordenado de diácono no pasó mucho tiempo porque una vez que estaba en el proceso de ser sacerdote quería lograr mi objetivo sin tantas dilaciones. Tenía el pendiente que como nunca me gustó la clase de derecho canónico y no hice el último examen ausente por estar enfermo pensé que esto me podía acarrear un problema, pero corrí con la suerte de que no fue así. El diaconado fue interesante en cuanto que propició el que fuese designado para dar mis primero ejercicios espirituales a una comunidad de feligreses de campesinos en una vicaría a cargo del padre Salvador Canchola que fue mi celador en el seminario. Recuerdo que era un pueblito cerca de san Nicolás de los agustinos al pie del cerro del Culiacán cerca de Salvatierra. Me parece que este lugar donde daría mis ejercicios espirituales se llama Gervasio Mendoza. Yo me dedique a visitar casa por casa invitando a estos ejercicios. Resulta que el maestro se identificaba como liberal y anticlerical lo cual yo lo pase por alto y echando mano de mi mejor diplomacia le invite cortésmente. Uno de los católicos más fervientes con espíritu cristero estaba enterado de mi invitación a este maestro y viendo que no había atendido nuestro ferviente y celoso cristiano andando un poco tomado quiso hablar conmigo en privado para hacerme la siguiente pregunta, dígame padrecito si quiere que me lo ilumine, queriendo decir me lo elimine. Yo lo mande a dormir pidiéndole que se quedara tranquilo y que el día siguiente, deberíamos hablar del asunto. Encontré el pasaje en que algunos de sus apóstoles se quejan a Cristo de no haber sido bien venidos cuando les envió a predicar la buena nueva y no habiendo recibido la acogida esperada le sugerían hacer caer fuego del cielo contra ellos. Creo que ya comprobado estar en su sano juicio acogió como propio dejar en manos del plan de Dios la respuesta a su llamado. Otras actividades propias del diaconado era atender bautismos lo cual hice en la parroquia de Erongarícuaro por primer vez y rezar o recitar responsos en lo que estuve ocupado toda la tarde hasta el anochecer en el campo santo de mi pueblo natal el día de difuntos de ese año que fui ordenado diácono. Cuando me pedían el responso me preguntaban cuanto debían dar de limosna por ser rezado o cantado y yo les dije que no importaba que lo que ellos quisieran dar. Un monaguillo estaba provisto de una mochila de cuero que yo le proporcione y allí depositaban lo que querían según observe ser lo que se acostumbraba. Nunca me imagine que en la mochila se hubiesen colectado la cantidad que me escandalizó nada menos que de ochocientos pesos. Creo que era demasiado para un diácono novato en tan poco tiempo de súplicas al Señor que de todos modos contaban con mi fervor con dinero o sin él. En realidad no sé si a los demás sacerdotes les fue igual o lo que ahora me sospecho es verdad, de que les calló bien mi desinterés en su limosna. Mi plan de ordenación si estuviese en mis manos hubiese sido antes de que terminara el mil novecientos sesenta, porque estaba enterado que mis abuelos cumplían sus bodas de oro a finales de enero del siguiente año y yo quería que en esa fecha fuese el cantamisa. Yo le exprese este deseo al señor Rector haciéndole ver que lo que habían visto en mí era lo que había y en mi opinión me parecía infundado dar largas a mi ordenación esperando que fuese otra persona de lo que era en las aéreas de mi personalidad que bien les era conocida. Que mis defectos o mis virtudes que alguna tendría no me habían informado que crease algún conflicto que interfiriese en mi ordenación o al menos no estaba enterado ni me lo habían señalado o puesto a ver como algo por resolver. El señor Rector me informó que presentaría solicitudes hasta que el señor Obispo lo requiriese y por eso no podría garantizarme nada al respecto. Ante esta situación me sucedió que fui enviado a la ciudad de Yuriria a diaconar en no recuerdo que festividad y casualmente el señor Obispo auxiliar Salvador Martínez Silva nos invitó a regresar con él a Morelia. En la conversación me preguntó que cuando pensaba ordenarme y yo le informe todo lo que he referido de este asunto con el señor Rector. Entonces me preguntó si yo me iría a servir como vicario a donde él me ordenara aunque fuese al pueblito más pobre y lejano, y yo le dije que entendiendo que haría promesa de obediencia al Obispo iría donde me mandara y por eso era que deseaba ordenarme sacerdote. El me dijo que le dijese al señor Rector que podía hacer mi solicitud y él me ordenaría en diciembre para que yo cantara mi primera misa en enero en las bodas de oro de mis abuelos. Como consecuencia de todo esto convencí a mi padre que me autorizara a organizar el evento y naturalmente calló en la cuenta que el presupuesto era tal vez de un calibre mayor al de sus posibilidades. Yo le inste a ajustar el presupuesto con el mayor de sus deseos pensando en la satisfacción que daba no solo a mí sino a mis abuelos y toda la familia y que yo le aligeraría la carga con alguna ayuda de otros familiares y amigos. Claro contaba con mi madre y mi abuela, que tenían un gran influjo en las decisiones de mi padre ya que el señor cura de mi pueblo también se desvivía por colaborar con mi plan. Fue así como se logró lo inimaginable y todo el seminario mayor viajó a mi pueblo contando con el coro que no cantaba nada mal sino todo lo contrario. Atendieron a un banquete en la casa paterna de inmenso patio dispuesto para ser protegido en caso de lluvia, personalidades eclesiásticas y distinguidos amigos míos como el señor Rector aparte del Señor Obispo y otros más de mis catedráticos y padres espirituales desde luego el padre Pérez-Gil y no recuerdo si también el padre Manuel Castro, especialmente es digno de ser mencionado el padre Juan Jesús Posadas que me hizo el honor de hacerse cargo de la predicación. Mis paisanos sacerdotes el padre Muñoz-Ledo y el padre Jerónimo Cabera fungieron como diácono y subdiácono celebrando yo, claro como sacerdote celebrante nada menos que de mi canta misa. El padre José de la Luz Ojeda y el padre Samuel Lemus compartieron con el maestro Oropesa un concierto literario musical de música sagrada y poesía sacerdotal en el teatro Oliveros de la población. El famoso organista Oropesa tocó el órgano pidiendo fuese traído para este propósito de la ciudad de Morelia. En el banquete ya iniciado llegó aunque un poco tarde nuestro distinguido amigo de México Agustín Lozano con un amigo y compadre suyo de la ciudad de Puebla que era un excelente violinista, y el nos amenizó el banquete bellamente con una o dos obras clásicas para violín que no supe identificar. Acudieron por supuesto familiares y amigos de mis abuelos orgullosos tanto de mi como sacerdote también de sus bodas de oro. Todos los seminaristas cuyo número sobrepasaba la posibilidad de actualizar su participación en el banquete disfrutaron de un recreativo y alegre pasa día con mole mexicano el baño de la alberca y el folklore musical, de manera que lo pasaron muy bien de verdad. Mis abuelos lucieron como nunca felices y contentos y mi hermana Marta Eugenia la más pequeña de la familia celebró dichosamente su primera comunión. Yo me sentía muy tranquilo y feliz sin una exaltación que perturbara en lo más mínimo la gran realidad de mi sacerdocio realidad superior a tan lindo y distinguido homenaje. Días después me entere del comentario del padre Pérez-Gil sobre una frase del sermón del padre Posadas que introdujo su pieza oratoria diciendo que estábamos ante dos ejemplares esposos etcétera. El comentario fue una observación de que el padre Posadas pasó por alto decir de que ganadería. En mi opinión todos sabíamos que era de los Esquivel Oliveros, una de las mejores por su bravura y su nobleza de la cual discreta y modestamente, con legítimo orgullo yo me considero un vástago de ella. Todo mundo que compartimos en mi canta misa nos sentimos enfervorizados por el don del sacerdocio católico romano por su plenitud espiritual del amor místico de Cristo a la iglesia a la humanidad y a la gloria de su Padre eterno de quien es sacerdote y víctima. La maravilla es que el sacerdote católico lo personifica a él, al mismo Cristo al consagrar, evocando en su nombre los labios del eterno sobre la eucaristía. Y la maravilla de la liturgia es la apoteosis del culto a Dios igual o mejor que el de los ángeles en los cielos. En mis palabras de agradecimiento solamente comente que me sentía como el jumento que Cristo montara en su entrada a Jerusalén el día que nosotros conocemos como domingo de ramos. Yo regrese a Morelia repasando en el corazón con la ilusión y el ideal de servir a la iglesia y dar gloria a Dios mi frase favorita de morir cada día para vivir eternamente, preparándome para mi primer nombramiento como vicario al servicio de la parroquia de Cuerámaro, situada a una salida de la carretera a Guadalajara entre Irapuato y la Piedad.