viernes, 29 de junio de 2012

Tesoro de Cristo Paternidad y Amor divino

Tesoro de Cristo Paternidad y amor divino En el contexto de la historia de la humanidad contamos con la existencia de Cristo que se presenta en el mundo como Palabra viva de Dios. Y en medio de todas las culturas de la historia se identifica con el testimonio de las escrituras sagradas del pueblo de Israel, que ratifica ser palabra escrita que hay que escudriñar con profundidad para conocerle mejor y comprender el mensaje viviente de su palabra viva. Más de dos mil años después de Cristo para quienes creemos en el, esta realidad de su palabra escrita ha persistido como testimonio fidedigno no solamente reconociendo como escrituras sagradas las del pueblo de Israel como antiguo testamento, sino también todos los libros del nuevo testamento que aluden a la vida de Cristo, desde luego a la buena nueva de su evangelio y a la historia de la iglesia naciente. Esto a partir de la experiencia de Pentecostés, consciente como comunidad cristiana de ser familia viva de los hijos de Dios en unión al cuerpo místico de Cristo. De manera que en relación con esta fuente viva de la sabiduría humana y divina, que conocemos actualmente como la sagrada biblia, nos encontramos estar sustentada integrando tres factores esencialmente característicos en su autenticidad. Desde luego la intervención reveladora de Dios que determina comunicarse con el hombre en forma extraordinaria a las fuerzas naturales en el contexto de un propósito suyo. Y a partir de esta realidad hacer posible reflejar su autoría escrita bajo el influjo de su inspiración, intercalando el objetivo de su revelación y contando con la realidad contrastante de las limitaciones propias de la imperfección humana. El elemento más característico en este particular es el de la tradición legítima como garantía de autoridad relacionada con la autenticidad del mensaje divino al ser humano por un medio que es humano y divino. Finalmente el apoyo laborioso y bien fundado de la sana hermenéutica como recurso de interpretación adecuada. Cristo como hombre identificó la objetividad axiológica de los valores humanos que aprecia en su criterio el ser humano como un tesoro digno de singular aprecio. Y basado en esta observación nos hizo saber que para el hombre donde está su tesoro allí está también su corazón. Orientando este postulado a su mensaje del reino de Dios nos enseñó que debemos atesorar tesoros imperecederos que Dios atesora donde ni el orín ni la polilla les corroen ni ladrón alguno será capaz de despojarnos de ellos. Y si nosotros los creyentes nos familiarizamos con los motivos que expresa Cristo para actuar y hacer todo el bien que pasó haciendo a través de su vida, nos percatamos de que su valor primordial y de mayor aprecio, verdadero tesoro de su corazón y su persona, fue su relación filial hacia su Padre de quien intuyendo con absoluta certeza su voluntad divina, correspondió a la perfección con sumisión plena el complacer perfectamente hacer su voluntad sabiendo a su vez que él como hijo era objeto de su eterna complacencia. El objetivo primordial del pueblo escogido fue el de preservar la fe en el monoteísmo y la relación con el Dios vivo de la Creación y de los salmos, cuya perspectiva culmina con el advenimiento del Mesías. Y la persistencia y fidelidad del Dios de Israel se sobrepuso a la infidelidad, el olvido y la ignorancia de un pueblo que no supo que el Mesías prometido había nacido en Belén de Judá bajo la hegemonía del imperio romano y que unos reyes del Oriente le buscaban para adorarlo. Previamente la virgen María y su esposo José, descendientes del vástago de Jesse y de la familia del rey David, habían sido testigos de los misterios de la Anunciación y de la Encarnación de Cristo por obra del mismo Espíritu de Dios convirtiendo a una virgen en madre al ser cubierta por la sombra acogedora y generadora de su acción divina en la naturaleza humana y en la persona de Cristo, nacido en la eternidad de su Padre y en el tiempo orientado a nacer de la Virgen María. Después de las vicisitudes de la vida infantil de Cristo y su familia que le vieron nacer en un pesebre y que tuvieron que huir a Egipto eludiendo los intentos homicidas de Herodes, a su regreso se establecieron en el pueblito de Nazaret en la región de Galilea. Y el Verbo de Dios que había venido a los suyos y los suyos no le recibieron se presenta a visitar el templo de Jerusalén siendo un adolescente que perdido y hallado en el templo por sus padres define explícitamente su conciencia mesiánica, explicando a sus padres que comprendan que su misión y su deber es dedicarse al servicio en la casa de su Padre. Este pasaje es inmensamente significativo en relación con la conciencia y el testimonio de Cristo cuyo tesoro es la paternidad y el amor divino. Y esta misma realidad la hará patente al inicio de su vida pública, el estruendo de la voz de su Padre que al igual que en el misterio de la Transfiguración al ser Cristo bautizado en el Jordán por el Bautista, reitera que Cristo es su hijo amado en quien tiene todas sus complacencias y a quien debemos escuchar. Y el mismo Cristo persiste en reafirmar este testimonio de su filiación divina preguntando a sus apóstoles quien dicen ellos que es El, y comentando la respuesta de Simón Pedro que le dice ser el Hijo de Dios vivo, Cristo comenta que esto no lo ha expresado sino por revelación de su Padre que está en los cielos. El Evangelio de san Juan, visionario de Cristo y discípulo amado, alude a Cristo como el Verbo de Dios hecho carne de cuya plenitud todos recibimos. Y desde el mismo inicio nos hace saber que en el principio era el Verbo y el Verbo ya era Dios y estaba en Dios, que en él estaba la luz que es la vida de los hombres y que por él fueron hechas todas las cosas. La relación más explícita de Cristo con su Padre, acontece como testimonio de Cristo aludiendo a la institución eucarística diciendo que diferente al mana del desierto, el mismo es el pan del cielo y que como su Padre le dio vida él en su oración sacerdotal expresa que nos da su carne y sangre como alimento de vida eterna. Al fin de cuentas en su oración sacerdotal de la pascua ora porque la unión que existe entre él y su Padre por los vínculos de amor sea una misma, al unir en ellos a quienes su Padre le ha entregado para hacerlos suyos a la manera que se pertenecen mutuamente por amor. Cristo no solamente se refirió a él como hijo de Dios sino también como el hijo del hombre. La maravilla de su preexistencia eterna es más maravillosa por venir a ser como uno de tantos entre los hombres y decidir convertirse en un reo de nuestros pecados e inmolarse al Padre como víctima de propiciación y redención. Al ver al que traspasaron brotó de su costado sangre y agua, derramada por nuestra salvación. No fuimos comparados con oro ni plata sino con esa sangre redentora de Cristo, el tesoro de su corazón. Tratándose del amor divino de Cristo se trata de un mandamiento nuevo cuya alabanza es superior a la lengua angelical y con la generosidad sin par, la de amar a nuestros mismos enemigos, de lo cual él, Cristo da testimonio fehaciente hasta morir en la cruz perdonando, implorando perdón para quienes le martirizaban y en medio de su queja de abandono total con magnanimidad ofreciendo el Paraíso. El amor de Cristo trasciende no solo todo egoísmo sino el amor carnal que termina con la muerte, un amor que es amor cristiano de caridad y amistad divina que nos introduce a la vida íntima de Dios. Este amor hizo que la sangre de los mártires se convirtiese en semilla de fe que convirtió todo un imperio al cristianismo. Es el cumplimiento de lo que dijo Cristo de que cuando fuese levantado en alto todo lo atraería hacia él. Si era una realidad que la cultura greco romana y el helenismo habían creado una mitología cuya fantasía fascinante creó un Olimpo y humanizó dioses y divinidades, singularmente estableciendo a Zeus o Júpiter como padre de los dioses y a Afrodita y Eros o Venus y Cupido como dioses del amor, el cristianismo remplazaría incomparablemente esta cultura con la cultura del mensaje y el testimonio vivo de Cristo, luz del mundo, paz de la tierra mensajero de justicia y de amor. Y si el amor erótico tal vez humanizaba los instintos de la propia conservación y de la especie humana, el amor de amistad y benevolencia, de justicia y fraternidad universal de Cristo lo trasciende incomparablemente con el triunfo de Cristo que ha vencido el mundo, el pecado y la muerte con su amor eterno su propia resurrección y eventualmente la de toda la Creación. Trípticos a la riqueza de Dios Si mis caminos no son vuestros caminos Tampoco mi riqueza El problema de Cristo En su plenitud de florecer no ver lo que quiere ver: justicia, paz y amor universal Que en las vicisitudes del tiempo fructifican hacia la plenitud de la eternidad Si ha propuesto ganar la vida eterna Ganancia superior al mundo entero Espíritu de Dios, que lo discierna, Oyendo a Cristo su justicia quiero. A justicia social corta las piernas Dinero absurdo, con poder y pero, Soberbia y avaricia son mancuerna De injusticia y malicia en desespero. Justicia quiere amor cual le interesa, La miseria del mundo en su riqueza Hace al rico epulón ser inhumano. Cristo enseña a vivir en la pobreza Prefiriendo ser buen samaritano, Vence el mal con el bien, siempre en su mano. Es rico epulón, La injusticia del mundo El Anticristo. Violenti rapiunt Con audacia inaudita El reino d los cielos se captura Es éxito de Cristo eterna suerte Dios con nosotros, llamándose Emanuel Se muere para resucitar en El, No es fracaso el triunfo de su muerte. Heredero de Dios El quiere verte, Shalom, salud de paz a todo aquel Elegido a la tierra de Israel, Hace tuyo lo suyo al conocerte. Siendo fiel a la tierra prometida Para todo el que logra su destino, La riqueza de Dios es don divino. Su eterna plenitud que te ilumina Te mira en Cristo y en su luz divina No permite que pierdas el camino. Arrebatando El reino de los cielos, Violenti rapiunt. La vida en calma El don de la paz de Cristo es el don supremo del Consolador Fruto de la redención y la resurrección Su eterno corazón nadie lo engaña Y a Dios le pertenece el alma humana Por amor que es su fuerza soberana, Cosa alguna, jamás le desengaña. No le parece a Cristo cosa extraña Dejarse herir el corazón que emana La pureza de Dios que el alma sana, Divina claridad que nada empaña. Fiel sirve a la verdad la luz del alma La eternidad amando con esmero, De nada sirve al hombre el mundo entero. La paz del corazón es lo primero Sirviendo a los demás amor sincero, Siendo amigo de Dios, tu vida en calma. Les doy la paz Que inunda de consuelo Y es don del cielo. El día del Padre Fuente de amor y manantial de vida eternal La paternidad de Dios Convierte en Padre a Dios Creador La realidad de Cristo en la Creación. Hace el reino de Dios Ser la familia de los hijos de Dios Cristo esclarece esta eterna verdad De la intimidad de su Padre y de su inmenso mutuo amor. La vida de Dios Nos hace participes de la paternidad divina A todos los padres de la tierra. “Tríptico a la paternidad de Dios” Padre y Maestro Uno solo es vuestro Padre Dios Y uno solo vuestro Maestro Cristo Cristo es luz que deslumbra al enemigo Y Palabra de Dios en que creemos, Es vida de su Padre a quien queremos, Maestro de verdad, es nuestro amigo. El vientre de la tierra es nuestro ombligo Somos tiempo y espacio, así nacemos, Crecemos preguntando y aprendemos, Nuestras madres nos sirven de testigo. Soy la luz de su rostro y de su mente, El día que no se apaga, eterna Voz, Dios Padre en mí, Maestro únicamente. Quien me mira ve al Padre ciertamente Soy el encanto de la luz de Dios, De todo soy verdad, eternamente. Únicamente Dios Padre y Yo Maestro, Eternamente. Paternidad de Dios Eternidad sobre el tiempo La intimidad de Dios explícita y perfecta realidad plena Por ser el Padre se declara en Guerra Desafiando posibles e imposibles, Dios que es Creador del cielo y de la tierra Y del mundo visible e invisible. El hijo de su amor muere y lo entierra, Resucita a la gloria, fue posible Que entregase la vida, lo increíble, Misterio de verdad que Cristo encierra. Es eterna verdad ser todo nuestro Y enseñanza de Cristo que es maestro, Amor total de Dios, es verdadero. Mi Padre celestial sin duda es vuestro Diciendo a quien elige, yo te quiero, Porque ama el mundo y me entrega entero. Creador y Padre Así ama Dios al mundo, Dando a su Hijo. En la plenitud de Dios En la plenitud de Cristo Dios todo hace eterno La Creación los ángeles y el hombre No en pedazos, unido el universo Lo tiene Dios, no existe en el vacío Viniendo caudaloso como un río Con música en el alma de mi verso. Dentro de mí lo siento y no lo quiebro Su inmensidad penetra estando allí Con el reino de Dios dentro de mí, Mi corazón lo siente y lo celebro. Transparente en la luz, la luz más pura Eterno cada instante se sostiene Con todo cuanto vaga y se detiene. Universo y Creación en su figura Todo es Cristo que en Dios se transfigura, La plenitud de ser su ser la tiene. Cristo es su voz Y plenitud de Dios, Eternamente. “Tríptico al amor” Trillizo de sensualidad erotismo del universo Si me ordenas amor me desordeno Erotismo del universo El caos y la existencia desordenado amor Desafío del orden de ser y renacer del hombre Cual lava se desliza con presura Razón sin la razón del corazón, Sangre y carne, volcán en erupción De amor en demasía que es locura. Serena inmensidad que se apresura En vientos de tormenta y de pasión, Oleaje, formidable inundación Y amor que el infinito transfigura. Erótico el amor del universo La humanidad persiste aunque se enferma, El óvulo es la cumbre del esperma. Palpita el erotismo de mi verso Como encuentro vibrante de placer Del hombre y la mujer, un solo ser. Erótico amor Del hombre y la mujer, Pasión de ser. El caos del amor Son un abismo el hombre y la mujer Desorden del amor que ordena amar Infinito universo de los cielos Estrellas como esperma de luceros, El caos del amor es verdadero Ovulando en la cumbre sus anhelos. Caminamos por todos los senderos De la noche, inmensa en sus desvelos Desnudando el amor, sus siete velos, Desnuda plenitud del yo te quiero. Todo y nada en el fondo del abismo El beso del amor es infinito, Amor, me abismo en ti y me precipito. Embriagante perfume del placer Desorden del amor que ordena el mismo, ¡Ven encuentro del hombre en la mujer! Orden, desorden En el caos del amor, ¡Nuestra existencia! El beso del amor Bésame amor con el beso de tu boca Más suave que espumante vino y ungüento derramado Hechizo de los labios que se tocan Es el beso del hombre y la mujer, Secretos de misterio que en la boca Son ungüento y el vino del placer. Realidad del amor, amor de facto Entregarse uno a otro es menester, En el más generoso de sus actos Descubren el encanto de su ser. Los besos de tu boca son albricias Y ungüento derramado de caricias, Si se compran se pagan con desprecio. Siendo besos de amor no tienen precio Y surgen del Edén, no son exilio, Revive el Paraíso en un idilio. Amor humano Del hombre y la mujer, Beso divino. La eminencia del amor Dimensión de Amor bosquejo erótico que trasciende la dimensión del Eros Como aspiración de amor divino hacia la espiritualidad mística en la plenitud de Cristo Esplendor en el orden y poesía sublime de la belleza plena Dios santidad del amor Eternidad en el tiempo que por amor No inventa a Cristo lo engendra en la Creación del hombre Esplendor en el orden es su sino La santidad de Dios es un abismo, Profunda intimidad, la de sí mismo En la cumbre de todos sus caminos. Beso eterno de amor el ser divino, Amor de Dios, trasciende en misticismo Más allá que el efímero erotismo La eternidad de ser, es su destino. Inextinguible fuego su existencia Del caos de la nada, polvo y lodo Inventa la Creación y lo hace todo. Vida eterna en la luz de su presencia Más allá de la causa y el efecto Perfecta perfección, todo perfecto. A perfección Comparte la Creación, Su amor divino.

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